La bulimia, tema estrella del libro, es una enfermedad que se nutre en el secreto, peligrosa por sus efectos colaterales, pero, sobre todo, por la dificultad en detectarla. Espido Freire elabora un perfil de personalidad de las personas que son propensas a ella y establece unos patrones a modo de denominador común:

«Si una bulímica no es una gran comedora social y ha hecho de la ocultación un hábito, nadie, salvo los que viven con ella, puede sospechar que esa criatura habladora, sociable, con apetito por la comida o por la vida, está enferma. Ni su peso lo delata, ni su actuación parece delatar ningún conflicto. Suelen llevar una fascinante vida amorosa, cuajada de apasionados romances y sonadas rupturas, por lo general resultan populares, parecen ocuparse de su cuerpo, quizás demasiado, compran cremas y mucha ropa (por lo general de distintas tallas), y si acuden al gimnasio no son las más discretas ni las más torpes. Les gusta bailar y beber, a veces incluso en exceso, se muestran osadas y atrevidas, y su agenda no podría estar más repleta. Una mujer así representa en gran medida el prototipo del éxito en su variante femenina. Alguna vez llegará el colapso, y ese escenario caerá en pedazos, pero mientras tanto nadie será capaz de ver nada

Un 1% de la población mundial sufre de anorexia, y entre el 2% y el 3% de bulimia. La escritora habla mayoritariamente en femenino, ya que el 90% de los que poseen la mayoría de las TCA (Trastornos de la Conducta Alimentaria) son mujeres.

Relata en primera persona, echando, por suerte, la vista atrás, su propia experiencia vital como bulímica durante siete años. Y, junto a la suya, otras más de personas que han sufrido y sufren trastornos relacionados con la comida más allá de la anorexia y la bulimia. Todo esto, con la intención de dar a conocer y de invitar a lector a que experimente casi en su piel, debido al estilo tan descriptivo, lo que siente un enfermo de bulimia y demás trastornos con el fin de darles la importancia que tienen, que es mucha, desechando la idea de identificarlos con un asunto pasajero de la adolescencia. Saber de su origen, de su posible fin, saber detectarlos y saber ayudar a la persona que los está sufriendo. O, en el otro lado, que la persona enferma reconozca que lo está y pida ayuda.

Las 317 páginas, pese a su dureza, son un canto de esperanza y un mensaje de positivismo. Porque existe una salida, y ésta se abre a través del amparo y el apoyo de un especialista y de las personas queridas.
 En su labor informativa, con intención de empatizar con estos enfermos, recorre el origen de estos trastornos concluyendo en este mensaje:

«La insatisfacción, y su hermano gemelo el ansia de perfección, matan. Nadie alerta de ello».

La belleza es, en cada persona, única y diferente. Cada cuerpo tiene su encanto, y en la diversidad está la gracia. Existe para utilizarla de forma sabia y divertida, no para que te domine ni se convierta en el centro de tu universo. El alma y sus asuntos reinan por encima de todo. No hay que olvidarlo.