Son las principales fuentes de energía del organismo. Además de aportarnos “gasolina”, los hidratos de carbono contribuyen al desarrollo de la flora microbiana intestinal, necesaria para fabricar vitaminas, contribuyen a movilizare las grasas y evitan que el organismo utilice otras reservas corporales cuyo desgaste podría deteriorar el organismo. Los hidratos más veloces son la sacarosa, la lactosa y la fructosa, presentes en el azúcar, la leche y la fruta. El pan, cereales, patatas y legumbres contienen almidón, que se vierten más lentamente al torrente sanguíneo, por lo que no sólo engordan menos, sino que te proporcionan energía durante más tiempo. Las verduras son los hidratos más lentos y menos calóricos. En el desayuno puedes permitírtelos todos, pero son especialmente interesantes los almidones.