La flora intestinal

La flora intestinal es un hábitat diverso y dinámico de microorganismos, principalmente bacterias, que se han adaptado a la vida en las superficies mucosas o en la luz de nuestro tracto digestivo. Este hábitat incluye especies nativas que colonizan permanentemente el tracto gastrointestinal y que las adquirimos en el momento de nuestro nacimiento, y luego “hay otros microorganismos vivos, que transitan temporalmente por el tubo digestivo y se van modificando a lo largo de nuestra vida, influenciados por diferentes factores ambientales –dieta, medicamentos, composición del agua, contaminación medio-ambiental y estrés, principalmente-“, revela Susana de la Riva, médico especialista en Aparato Digestivo, de la Clínica Universidad de Navarra (www.cun.es).

Es indispensable

Esta flora establece una relación con nosotros de simbiosis, de manera que nosotros como huéspedes le proporcionamos hábitat y nutrición, y ella contribuye de un modo importante a nuestra propia fisiología. Para nosotros es indispensable porque nos permite la fermentación de alimentos que de otra manera no podríamos digerir y la extracción de calorías a partir de su digestión. Pero, “en la flora intestinal del adulto podemos encontrar especies bacterianas que tienen efectos beneficiosos para nuestra salud y otras que son potencialmente perjudiciales. Del equilibrio existente entre estos dos tipos de bacterias depende nuestro estado de salud, de manera que la disminución de bacterias beneficiosas y/o el sobrecrecimiento de bacterias potencialmente perjudiciales pueden destruir el equilibrio”, revela la Dra. De la Riva. Y una de las principales funciones que puede verse afectada es la nutrición.

Su papel en el sobrepeso y la obesidad

 “La composición de la flora intestinal en un individuo puede determinar una mayor o menor eficacia en la extracción de energía de la dieta, así como una mayor o menor tendencia  a depositar el exceso de energía como tejido adiposo, y por lo tanto ayudar al desarrollo de la obesidad/sobrepeso”, asegura la experta. No en vano, desde el año 2005, numerosos estudios han llegado a observar que la flora intestinal de un obeso es distinta a la de un no obeso y que puede modificarse al perder peso mediante dietas hipocalóricas. “Una dieta con alto contenido graso reduce las bacterias gran positivas –beneficiosas- y produce un aumento de las bacteria gran negativas. Como consecuencia de esto se produce un aumento de las extracción de energía de los alimentos no digeribles y se disminuye la capacidad de lipolisis, favoreciendo o aumentado el depósito graso a nivel del tejido adiposo y del músculo, y además aumentado el tamaño de las células grasas. Todo esto lleva un síndrome metabólico, en el que existe una inflamación sistémica y una disminución de la sensibilidad a la insulina –estados prediabéticos o diabéticos-“, revela la doctora. O lo que es lo mismo, el desarrollo de la obesidad y sobrepeso.  

Probióticos, prebióticos y simbióticos

Los posibles agentes moduladores de la flora intestinal son los probióticos, prebióticos y simbióticos. “Su ingesta aumenta la población de bacterias gram positivas y disminuye la de bacterias gram negativas. Como consecuencia se eleva la liberación de una hormona que es capaz de favorecer la lipolisis y disminuye una enzima clave para liberar y aumentar el depósito graso en tejido adiposo y músculo”, según De la Riva.

Probióticos: de forma natural se pueden encontrar en lácteos fermentados, yogurt, leches, quesos, fórmulas lácteas, productos vegetales fermentados, como aceitunas, soja, cereales, carnes o pescados fermentados, salchichas, bebidas alcohólicas, como vino, cerveza y sidra. El efecto que producen en la flora intestinal es el aumento de las bacterias gram positivas y diminución de gram negativas. Como consecuencia disminuye el desarrollo de endotoxina, obesidad y resistencia insulínica. Pero si se interrumpe su ingestión regular se elimina por completo den 5-6 días, por lo que requiere un aporte regular.

Prebióticos: los más conocidos son la innulina y la oligofructosa, que se encuentran de forma natural en la achicoria, plátanos, trigo, puerros, cebollas, ajos y alcachofa, leche humana, productos de leche fermentada como el yogurt y alimentos con reducción de lactosa. El efecto que tienen fundamentalmente es el del aumento de las bacterias gram positiva, favoreciendo la lipolisis y generando sensación de  saciedad.

Simbióticos: son sistemas en los cuales los microorganismos probióticos son combinados con prebióticos, lo que mejora la superviencia in situ de dichas bacterias, y que pueden tener un importante papel, puesto que no necesitan un aporte regular para su mantenimiento. El mejor ejemplo es la leche materna, pero también existen complementos alimenticios –de venta en farmacia-, que se presentan en cápsulas o polvos para diluir en agua u otros líquidos.