El gobierno turco está subvencionando los trasplantes de pelo como medida para fomentar el turismo. Suponen una opción low cost para pacientes venidos de todos los rincones del mundo, pero los expertos dicen que no está exenta de peligros para la salud y el bolsillo.

Por 2.990 € puedes hacerte en Turquía un trasplante capilar, incluyendo visita preoperatoria, análisis de sangre, trasplante FUE, tratamientos post-operatorios, avión, hotel, consultas on-line y 15 meses de garantía. Esto mismo en Europa puede salirte por alrededor de 10.000 €. Barato, barato que dirían en el mismísimo Gran Bazar de Estambul. Y es que, el propio gobierno de Turquía está incentivando y subvencionando en los últimos años esta práctica, consiguiendo con ello que más de 600.000 personas hayan visitado ya el país para someterse a un trasplante de pelo. De estas, 10.000 españolas cada año. Somos los europeos que más viajamos a este edén del 'turismo sanitario'. Y gracias a nuestros viajes la industria del trasplante capilar ingresa 1.000 millones de euros en Turquía.

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Oportunidad de negocio: haberla, hayla. Y es que, con 250 clínicas especializadas –amén de las clandestinas que no han pasado los controles sanitarios-, Turquía es sin duda la meca del trasplante capilar. "El gobierno turco ha encontrado un relevante nicho de mercado en aquellas personas que no pueden, o no les compensa, pagar lo que cuesta el trasplante en sus países de origen, matando dos pájaros de un tiro: por un lado, dinamizando una especialización médica y, al mismo tiempo, impulsando el turismo. Y lo está consiguiendo, qué duda cabe", reconoce el cirujano plástico Ramón Vila-Rovira.

No tan barato para el bolsillo: "Los 2.000 € ó 3.000 € de coste del tratamiento se ven incrementados por los gastos del paciente allí, llegando incluso a duplicarse si este viaja acompañado y prolonga su estancia hasta 3 y 5 días. Al final, el paciente se gasta en Turquía mucho más dinero por aquello del 'ya que voy…', porque, además de la promesa de recuperar su pelo, le invitan a vivir una experiencia de ocio", explica Ramón Vila-Rovira,

Técnicos en lugar de cirujanos: En muchos de los casos los facultativos que realizan las intervenciones o aquellos que realizan el posterior seguimiento, no son cirujanos plásticos, sino técnicos que carecen de la formación adecuada y los conocimientos necesarios. "En Turquía se vulnera el principio básico de libre elección de médico. Los pacientes son destinados a un centro predeterminado, que puede ser bueno o no, y sin un trato médico-paciente previo, ni contacto posterior una vez terminada la operación", apunta el cirujano plástico Julio Millán.

No tan rentable para la salud: "La desventaja principal radica en que, después de ser intervenido por un cirujano al que, en el mejor de los casos, conoces justo antes de iniciar la operación, surge cualquier problema al regresar a España, y el médico que hizo la intervención está a 3.500 kilómetros para poder poner soluciones", advierte el doctor Vira-Rovira, quien atiende numerosos casos de pacientes que se han operado allí y necesitan una repetición, un segundo trasplante, o solventar complicaciones que han surgido en el postoperatorio. Teniendo en cuenta que el proceso en total hasta tener toda la cabeza cubierta supone unos 10 meses, es desde luego es mucho tiempo para no ser supervisado por un experto.

"En definitiva, el problema es que la cuestión del coste se está convirtiendo en el único factor decisivo, cuando deberían primar la confianza en el cirujano, la técnica a aplicar, la clínica y sus medios, y el trato cercano con un seguimiento adecuado", se lamenta el doctor Millán. "En España están totalmente normalizadas estas garantías, así como importantes facilidades. En nuestra clínica ofrecemos financiación propia —en la que no intervienen bancos ni otras entidades financieras—, para que los pacientes puedan hacer frente a sus trasplantes de forma cómoda, en un plazo de doce meses", concluye el Dr. Vila-Rovira.

Más información: Clínica Millán y Vila-Rovira de Madrid.