Es teclear transgénicos en google y la primera página que te sale es la Greenpeace que cuelga textualmente en su web lo siguiente: "El desarrollo de enfermedades, la desaparición de insectos, la toxicidad de nuestra aguas y tierras, la deforestación, la contribución al cambio climático… Hay demasiadas consecuencias negativas tras el uso de la agricultura industrial y los transgénicos". Y como solución proponen la agricultura ecológica, comprar productos locales, de temporada y ecológicos. "De este modo ayudarás al planeta y protegerás tu salud", aseguran.

Pues, según el químico J.M. Mulet, autor del libro Transgénicos sin miedo (Destino): "todos los peligros y miedos sobre efectos para la salud de los cultivos OGM –organismo modificado genéticamente- que se han augurado en los últimos veinte años no se han cumplido". Y todos los alimentos pasan un control de calidad y continuamente se realizan inspecciones por parte de diferentes autoridades europeas como la European Food Safety Authority (EFSA), la Food and Feed Safeti Alerts (RASFF) o, a nivel nacional, la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN). "En estos informes nunca se han denunciado problemas de salud relacionados con OGM", asegura.

1. Transgénicos en la naturaleza: Resulta que la variabilidad genética en la naturaleza no solo se obtiene por mutaciones, "también existen mecanismos más complejos que pueden hacer que el ADN no cambie por un error de copia, sino en base a la adquisición de genes de otras especies. A esto le llamamos transferencia horizontal", explica J. M. Mulet, licenciado en química y doctor en bioquímica y biología molecular por la Universidad de Valencia. Resulta que llevamos comiendo fruta transgénica desde el Neolítico. Por ejemplo, el 13% del genoma del boniato procede de otras especies, incluyendo bacterias como la Bacillus thuringiensis. "La naturaleza no va a renunciar a un mecanismo que produzca variabilidad genética y no tiene tantas manías como el Parlamento Europeo a la hora de intercambiar genes", apunta el experto.

2. Parece que no hemos inventado nada: "Lo más importante es tener claro que realmente no hemos inventado nada. Todas estas técnicas existen en la naturaleza, y nosotros lo único que hacemos es redirigirlas hacia nuestro interés", aclara Mulet. Muchos fármacos se obtienen de esta manera, el más conocido es la insulina. Lo mismo pasa con los antibióticos, el tejido vaquero "lavado a la piedra" o DENIM –efecto que se consigue con una enzima que proviene de un organismo transgénico-. Otra aplicación muy cotidiana en la que se encuentran microorganismo transgénicos son los productos de limpieza donde aparece la palabra "enzimático", o el líquido para limpiar lentes de contacto.

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3. Los transgénicos en cifras: La tolerancia a insectos y la tolerancia a herbicidas son las dos características más populares de los alimentos transgénicos. "Si en vez de genes nos fijamos en cultivos OGM –organismo genéticamente modificado-, los más conocidos son la soja, de la que el 83% de la producción mundial es transgénica. El segundo cultivo con mayor implantación de los transgénicos es el algodón, con el 75% de la producción mundial; luego viene el maíz con el 29% y después la colza, con el 24% de la producción total".

4. ¿Beneficios para todos?: "Si hay una aplicación que ha tenido impacto social y económico es la de los cultivos transgénicos. Los números no engañan: independientemente de todas las polémicas, es la tecnología agraria que más rápida aceptación y extensión ha tenido en todo el mundo", según el químico. Y es que, al parecer utilizar transgénicos permite llegar mucho más lejos que con otras técnicas. Una planta, animal o microorganismo transgénico básicamente tiene una mejora con respecto al organismo de partida gracias al transgén que se le ha introducido. "Esta mejora puede ser beneficiosa para el agricultor, el ganadero, el distribuidor, el comercializador o para el consumidor", asegura Mulet. Hoy día, gracias a los transgénicos, tenemos trigo apto para celíacos, tomates que previenen el cáncer, plantas ricas en provitamina A, plantas ricas en hierro, plantas que vacunan… Es decir, productos que aportan una mejora nutricional o una mejora de salud.

5. Un caro proceso de autorización: Sacar una variedad de transgénico al mercado es carísimo, del orden de decenas de millones de dólares e implica un proceso que si se impusiera a un producto no transgénico probablemente no sería superado. "Una empresa de semillas debe estar muy segura del éxito antes de afrontar el carísimo proceso de autorización, por lo que muchas variedades que en el laboratorio o en el invernadero funcionan bien nunca llegan a ensayarse en el campo. Y muchas que sí se ensañan en el campo nunca llegan al mercado", asegura el experto. De hecho, la ley de nuevos alimentos que se pensó para frenar a los OGM está impidiendo, por ejemplo, que Carme Ruscadella sirva medusa en su restaurante o que la estevia se comercialice –lo que está autorizado es la moléculoa que le da sabor dulce a la estevia, el E-960-.

Para concluir, decir que Greenpeace no se opone a la biotecnología, ni a las aplicaciones de las tecnologías del ADN recombinante. Eso sí "si se realizan en ambientes confinados y con fines de investigación médica", como la Selección Asistida por Marcadores (SAM), más barata y segura. "Al contrario que la ingeniería genética, la SAM no implica la transferencia de secuencias genéticas aisladas, sino que da herramientas para seleccionar de manera dirigida".