Un mensaje en Instagram que te anima a mantenerte en forma, un hashtag con la imagen de un entrenador personal haciendo saltos en cuclillas, fotos del antes y después de una persona que ha perdido peso… cualquier usuaria de las redes sociales cuenta con la motivación necesaria para acudir al gimnasio todos los días.

Sin embargo, una línea muy sutil separa aquellas que lo hacen para estar sanas, fuertes y en forma de aquellas que lo que quieren es alcanzar su límite físico y mental y de las que se avergüenzan por perderse un día de gimnasio y se atormentan por no dar el 110 por ciento de sí mismas en cada sesión.

Yo misma he caído en esta trampa.

Quería estar en forma antes de irme de vacaciones a la playa y acabé al borde de las lágrimas un día en el que, después del trabajo, casi no llego al gimnasio porque el metro se había averiado. Tal fue la sensación de culpabilidad que me asaltó al pensar que no podría cumplir con el rígido programa de ejercicios que me había autoimpuesto.

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Sin embargo, cuando hablamos con nuestras amigas no lo hacemos de esta adicción al ejercicio y sí de otras como la adicción al chocolate, al buen vino o a programas de televisión como Supervivientes.

Aquí tienes todo lo que necesitas saber sobre este tipo de adicción:

¿En qué consiste la adicción al ejercicio?

Las personas con adicción al ejercicio pierden el control de la situación, de manera que el ejercicio se convierte en una obligación y se practica de manera compulsiva. Aunque no se considera un trastorno mental, lleva aparejados unos efectos muy parecidos a nivel emocional y social, al igual que ocurre con otro tipo adicciones.

¿Qué es la adicción primaria y la adicción secundaria?

De acuerdo con los expertos, la adicción puede ser primaria, cuando el ejercicio genera dependencia o secundaria, si provoca un trastorno alimentario como medio para controlar el peso.

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¿Es algo común?

Es difícil saber si la adicción al ejercicio es algo común entre las fanáticas del fitness, debido a la falta de estudios rigurosos al respecto. Sin embargo, un estudio italiano de 2014, titulado Desmontando la adicción al ejercicio: el papel del narcisismo y la autoestima, llegó a la conclusión de que más del 40 por ciento de los 120 asistentes a un gimnasio que participaron en el estudio estaba en riesgo de caer en la adicción.

Laura Stokoe, de 25 años, sabe muy bien de lo que estamos hablando. Desde los 17 dedicaba hora y media a hacer cardio todos los días y comía muy poco con el objetivo de perder peso.

"Me daba un subidón cada vez que alguien me decía que estaba más delgada y el buen aspecto que tenía", explica.

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Sin embargo, hace seis meses, por fin comprendió lo que le ocurría. Estaba entrenando seis veces a la semana dos horas al día.

"Me di cuenta de que tenía un problema cuando me lesioné en una rodilla y tuve que dejar de entrenar durante un par de semanas. El parón me sirvió para darme cuenta de lo absorbente, desequilibrado y obsesivo que era mi método de hacer ejercicio. Vivía por y para el ejercicio. Llegué a adorarlo", comenta.

¿Quién está en riesgo de caer en este tipo de adicción?

El estudio italiano descubrió que las personas que se consideran deportistas y tienen baja la autoestima son los que tienen más riesgo de caer en esta adicción, ya que son personas que tienen que luchar contra la ansiedad y además son impulsivas y extrovertidas.

El riesgo de ser adicto al ejercicio no distingue entre hombres y mujeres, sin embargo, la adicción de tipo primario es más común entre los hombres, mientras que la secundaria se asocia más a las mujeres.

Cómo saber si eres una adicta al ejercicio

Es importante ser consciente de que un comportamiento adictivo no aparece de la noche a la mañana.

Las lesiones, la anemia y la amenorrea son una señal de que nos estamos excediendo con el ejercicio, así como una disminución del rendimiento sin causa aparente, la fatiga recurrente y los trastornos del sueño.

Estas personas también suelen descuidar las relaciones sociales y las obligaciones familiares o presentan signos de tristeza, inquietud y ansiedad cuando surge un imprevisto que puede obstaculizar su plan de entrenamientos.

Es lo mismo que Mairi-Claire Get Tay ha sufrido en los últimos meses.

El año pasado incrementó sus sesiones de entrenamiento a cinco veces por semana y, de pronto, empezó a mentir a sus amigas sobre su vida social para que no sospecharan que era una adicta al ejercicio.

"Me avergonzaba y, al mismo tiempo, me enfadaba cada vez que alguien me reprochaba lo mucho que iba al gimnasio y el poco tiempo que pasaba con ellas. A veces, incluso mentía diciendo que, en vez de ir al gimnasio, que era lo que realmente hacía, estaba con otro grupo de amigas" explica.

Cree que su obsesión por el gimnasio vino provocada por una ruptura sentimental, después de que su ex novio le sugiriera que uno de los motivos de la separación era que no hacía ejercicio. "Quería demostrarle que estaba equivocado. Comencé a ver vídeos en YouTube y me convertí en una obsesa".

Sin embargo, Mairi-Claire empezó a ser consciente de su adicción enfermiza por el ejercicio cuando comenzó a tener dolores en la parte de las espinillas por correr en exceso. "Aun así, estaba dispuesta a salir y completar mis 10 km semanales. Acabé fatal y con muchas dificultades para poder caminar durante un mes".

"En aquel momento me sentía muy mal, pero el miedo a ganar peso era mucho más fuerte", añade.

¿Cómo se diagnostica?

La adicción al ejercicio debe ser diagnosticada por un profesional de la medicina. El tratamiento consiste en que los pacientes identifiquen el motivo por el que quieren entrenar tanto, su relación emocional con el ejercicio y cómo ello afecta a otros aspectos de su vida.

Es importante señalar que los adictos al ejercicio no tienen un comportamiento obsesivo compulsivo respecto al ejercicio, ya que disfrutan con lo que hacen, a diferencia de los afectados por un trastorno de este tipo a los que no les gusta lo que hacen, pero se ven obligados a hacerlo.

Naomi Savory, 25 años y profesora de educación primaria, admite que ha sido en los últimos años cuando ha podido superar su adicción, después de que le diagnosticaran una anorexia a los 18 años.

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Naomi comenta que fue durante su recuperación cuando comenzaron los problemas con el ejercicio y que muchas veces sentía culpa y vergüenza si no hacía ejercicio a diario. "Por fin había alcanzado un peso adecuado y comía bien, pero no era capaz de superar mi adicción al gimnasio".

Sin embargo, el novio actual de Naomi la ayudó a entender que su adicción al gimnasio no era normal y a volver a disfrutar de hacer ejercicio.

"En vez de ir al gimnasio, empezamos a pasar más tiempo juntos y a salir un par de noches por semana. Estuvo a mi lado cuando perdía el control de la situación o me sentía culpable. Salíamos a pasear juntos y eso me ayudó a darme cuenta de que podía disfrutar de hacer ejercicio en lugar de sentirme culpable", explica.

Poco a poco empezó a introducir ejercicios suaves de yoga en su rutina de fitness y ahora Naomi disfruta de sus clases de baile y yoga un par de veces por semana.

"Ahora hago ejercicio para cuidar de mi cuerpo, no para castigarlo".

¿Cómo se trata?

Como en todas las adicciones conductuales, se recomienda la terapia cognitivo-conductual y la dialéctico-conductual para ayudar a los pacientes a que se replanteen cómo valoran el ejercicio y a manejar sus cambios en el estado de ánimo. El objetivo del tratamiento es ayudar a las personas a reconocer un comportamiento adictivo y a reducir la rigidez de sus planes de ejercicio.

Si crees que eres una adicta al ejercicio, hazte las siguientes preguntas:

1. ¿Con qué frecuencia haces ejercicio?

2. ¿Cuánto duran tus sesiones de ejercicio?

3. ¿Por qué haces ejercicio?

4. ¿Cuáles son tus objetivos? ¿Cómo decides las rutinas de ejercicio a realizar?

5. ¿Cómo sabes si has hecho demasiado ejercicio o si has llegado a tu límite de resistencia?

6. Si crees que has hecho demasiado, ¿qué haces para recuperarte bien?

7. ¿Cómo sabes cuándo estás lista para reanudar tu rutina de ejercicio?

8. Cuando has estado enferma o lesionada, ¿has seguido haciendo ejercicio? Si es así, ¿cómo has adaptado tu entrenamiento a la enfermedad o a la lesión?

9. ¿Tu programa de ejercicios entra en conflicto con tu horario de trabajo, con el tiempo que le dedicas a tu familia o a las relaciones sociales o a tus aficiones?

10. Si es así, ¿cuáles crees que son las consecuencias de estas incompatibilidades?

11. ¿Cómo te sientes cuando no puedes hacer ejercicio o tienes que modificar tu programa de ejercicios?

12. Determina si existe un equilibrio entre el tiempo que le dedicas al ejercicio y el que dedicas a otras actividades de ocio

13. ¿Practicas otras actividades en tu tiempo libre?

Si crees que sufres de adicción al ejercicio o si quieres saber más sobre el tema, consulta con un profesional o pide cita a tu médico de familia.

Vía: ELLE UK