El culto a la imagen y a la perfección física han provocado que un gran porcentaje de la población se sienta presionado por encajar en un modelo estético que, muchas veces, es resultado de horas de Photoshop y ni siquiera es real.

En cualquier caso, tener un físico diez es interpretado como sinónimo de éxito y, como conseguirlo no es fácil, ni está al alcance de todo el mundo, a veces se traduce en la adquisicón de hábitos de alimentación bastante peligrosos.

Sobre esto empieza hablando "Comer atentos", de Jan Chozen Bays, editorial Kairós. La autora analiza exhaustivamente el origen psicológico de todos los problemas derivados de los desórdenes alimenticios, buscando las raíces de los mismos desde nuestra infancia:

"¿Qué nos ha sucedido al hacernos adultos para que hayamos convertido nuestra hambre y nuestra manera fácil de hallar satisfacción al comer en un complicado problema? La respuesta tiene dos partes. Primera, nuestro entorno nos ha enseñado hábitos vanos para relacionarnos con el comer y la comida (...) Tal vez, la familia de tu padre era pobre y durante su niñez se vio expuesto a una ansiedad permanente sobre si mañana habrá comida suficiente en la mesa".

Habla de muchas soluciones que cualquiera puede llevar a cabo, así como ejercicios prácticos en un CD adjunto, pero sobre todo, habla del arte del "Mindfulness"; aquel que se caracteriza por el acto de estar presente en cada situación de nuestra vida, en cualquier momento, con los cinco sentidos. Indicando que sólo así podemos disfrutar por completo de todo y ejecutar con consciencia cada acción que llevemos a cabo, desde la más sencilla como el comer.

Uno de los apartados prácticos más interesantes es el de las autopreguntas acerca de los tipos de hambre. La autora identifica siete, mezclando las de origen físico y psicológico, como, por ejemplo, el hambre de corazón. Y elabora un cuestionario mental para saber qué parte de uno mismo tiene hambre y de qué exactamente. Ya que, muchas veces, se come en exceso por soledad o por aliviar la sensación de pena. En líneas generales:

1. ¿Cuánta hambre tengo del 1 al 10? ¿Dónde tengo hambre?

2. Investiga el alimento que tienes delante.

3. Hambre visual: Fíjate en su forma, color y textura. ¿Cuánta hambre sientes por ese objeto según lo que ven tus ojos?

4. Hambre olfativa: Evalúa tu hambre olfativa oliendo el objeto y del 1 al 10 indica cuánta hambre de olfato sientes.

5. Hambre estomacal: Te lo comes. Después de comértelo, ¿se siente satisfecho el estómago? ¿hasta qué punto quiere el estómago más del mismo alimento?

6. Hambre celular: ¿Cómo reciben las células el alimento? ¿Existe alguna sensación que te indique que se está absorbiendo?

7. Hambre de corazón: ¿Cuán tranquilizante y satisfactoria le resulta al corazón?

Cada una de estas preguntas tiene una respuesta, pero no todas necesitan un alimento para solucionarse. La autora, por ejemplo, propone que, para saciar el hambre visual, se opte por mirar cosas que agraden a la vista, como visitar un monumento majestuoso, o pasear por un jardín lleno de flores de colores.

El hambre de corazón obtiene su alimento en el cariño, la compañía, el amor, y se sacia compartiendo sentimientos. En definitiva, todas estas cuestiones son un examen profundo del estado de nuestra alma y de nuestro cuerpo para saber identificar qué es lo que debemos dar a ambos en cada momento. Si se tiene hambre de corazón y se come para intentar aliviarlo, sólo se conseguirá comer de más y sentirse igual de vacío que antes.

La intención de esta lectura es normalizar la relación con la comida de aquel que no la tiene, y a hacerla sana y normal. Y a quitar para siempre esa losa que muchos llevan cargando toda su vida sobre la espalda.

La autura describe a la trinidad perversa o las tres Marías: el azúcar, la grasa y la sal. Y habla de su característica adictiva y del motivo por el cual tienen tal número de fans. "Son esenciales para nuestra superviviencia. Nuestro cuerpo las reconoce como sustancias valiosas. Hasta hace no mucho resultaban de difícil obtención". Son fuentes de energía fundamentales, y nuestro cuerpo lo sabe desde la Prehistoria, por eso tendemos a ellas.

Otro de los mensajes más válidos de este manual es que no habla de dietas, sino de pautas que sirven para todo el mundo. Es más, rechaza por completo las modas alimenticias. Recomienda tener benevolencia con uno mismo y no castigarse con tanta crudeza, ya que a veces somos nuestro peor enemigo.

Sin duda, una guía muy prometedora para tener a mano y sobre todo llena de esperanza y practicidad.