A través de un sencillo 'tuit' con la imagen de un tarro lleno de cápsulas, Kim Kardashian anunciaba que comería la placenta de su segundo hijo, Saint. "Nunca he sido una de esas personas con pensamientos holísticos que tuviera intención de comérsela", ha declarado la propia Kim en su página web. "Pero, mientras estaba embarazada de North, escuché muchas historias de madres que habían tenido depresión postparto con el primer hijo y, en el segundo, se libraron de ella gracias a la ingestión de cápsulas de placenta", asegura.

Los defensores de esta práctica aseguran que tiene múltiples beneficios: además de la citada lucha contra la depresión, aceleraría la curación, regularía las hormonas y estimularía la producción de leche materna. Pero lo cierto es que estas bondades están escasamente respaldados por la ciencia: no hay demasiados estudios que hayan comprobado la verdad o falsedad de estas afirmaciones, por lo que creerlas o no es una cuestión estrictamente personal. Pero hay algo preocupante: "Tampoco hay estudios que determinen los riesgos de un órgano que sirve de filtro de toxinas", asegura un artículo de la Universidad de Northwestern con referencia a esta práctica.

Aunque los humanos son los únicos mamíferos que no recurren a la placentofagia de manera habitual, el hecho de por qué los animales lo hacen y nosotros no no está claro: algunas teorías sugieren que comer la propia placenta retira todos los rastros de vida que pudieran atraer a posibles depredadores, cosa que no sería necesaria en nuestro caso. Sea como sea, nada está lo suficientemente probado.

Por su parte, Kardashian ya ha tomado una decisión: "No creo que pase nada por tomar una pastilla hecha a partir de mis propias hormonas", afirma. "Cada vez que como una, me siento enérgica y sana".