Deja ese muffin sin gluten y ese zumo prensado en frío y escucha: Alan Levinovitz quiere que te libres de dietas como la del Dr. Oz.

En su nuevo libro, 'La mentira del gluten y otros mitos sobre lo que comes', este profesor de religión se enfrenta a las tendencias actuales que eliminan de las dietas el gluten, el azúcar, las grasas o la sal. ¿Su objetivo? La ciencia demuestra que no existe salvación, física o espiritual, por abstenerse de tomar este tipo de alimentos. Y, sin embargo, el hecho de que la industria de los alimentos sin gluten facture 10.500 millones de dólares al año y que el negocio de los zumos supere los 5.000 millones de dólares, sugiere que una buena parte de nosotros no puede evitar tener pensamientos “mágicos” cuando se trata de la dieta.

Nos encontramos con Levinovitz para hablar de por qué ciertos mitos sobre los alimentos son tan populares hoy en día, a pesar de la falta de pruebas científicas, y por qué los humanos seguimos dejando que unos cuantos charlatanes nos engañen.

Un experto en religión que ha escrito un libro sobre dietas. ¿Qué relación tienen ambos campos?

Estoy especializado en religión china. Hace casi 2.000 años, un grupo de monjes afirmó que si no consumías cereales, podías vivir eternamente, tu piel se aclararía, no enfermarías, podrías volar y teletransportarte. Luego, 200 años más tarde, su prohibición cambió de los cereales a la carne, pero las promesas siguieron siendo las mismas. Estos mismos monjes también dijeron que las personas necesitaban tomar suplementos especiales, secretos y caros si de verdad querían vivir para siempre.

Los paralelismos con la dieta moderna me llamaron la atención: dietas contradictorias que prometen curarte o protegerte de las enfermedades, regímenes a base de suplementos sin ninguna base probada. Una dieta especial para distinguirse de la gente normal y repulsiva que es incapaz de ver la verdad. Purificación, limpieza, distinción entre alimentos ”puros” e "impuros". Y, por supuesto, la increíble e inquebrantable fe de que la gente adquiere el poder de lo que comen. Así que decidí explorar la historia de las comidas de moda y los miedos que infunden -gluten, grasas, azúcar y sal- para averiguar si había en ellos algo de las supersticiones y los mitos habituales.

Su libro se titula 'El gluten miente'. ¿Cómo ha pasado el gluten de ser una proteína poco conocida de los cereales a algo, que cuando se evita, se convierte en una panacea mágica?

Lo primero y más importante que hay que señalar es que la intolerancia al gluten es algo que no se puede negar. Las personas con enfermedad celíaca no pueden ingerir gluten y también hay evidencias que sugieren que algunas personas sin ser celíacas, como aquellos que sufren de síndrome de intestino irritable y otros problemas digestivos, pueden beneficiarse de una dieta sin gluten o baja en carbohidratos.

Por desgracia, cuando un alimento causa problemas a una pequeña parte de la población, es fácil pensar que también es malo para el resto. En la década de los 90 se produjo un incremento de padres con hijos autistas que trataban a estos niños con dietas sin gluten, obteniéndose resultados increíbles. Pero a pesar de numerosos experimentos, la ciencia no ha podido demostrar los supuestos beneficios que las dietas sin gluten tienen para los autistas, por mucho que insistan celebridades como Jenny McCarthy. Es seguro que se obtuvieron algunos éxitos, pero, en realidad, se debieron a que algunos padres confundieron la enfermedad celíaca no diagnosticada o la sensibilidad al gluten con el autismo.

En ese momento, la dieta Atkins ya era un fenómeno muy popular, que instaba a toda una nación a dejar de consumir carbohidratos. Después fue la dieta Paleo, con esa historia tan convincente de que en el pasado todo el mundo estaba más sano que lo está ahora la gente moderna, tan pecaminosa y glotona. La misma historia, por cierto, que solían contar los antiguos monjes chinos.

El gluten se convirtió en el villano perfecto. Pronto comenzaron a publicarse libros escritos por médicos que no eran expertos en nutrición, que afirmaban que el gluten era la causa de todas las enfermedades imaginables, desde el Alzheimer al cáncer, pasando por el TDAH. Al igual que los monjes, prometieron una serie de milagros si se abandonaba el gluten: pérdida de peso sin esfuerzo o capacidad de curarse a sí mismo sin más y de evitar las enfermedades crónicas. Y al igual que los monjes, estaban equivocados.

¿Puede decirnos por qué no debemos dejar de consumir gluten, azúcar, grasas o sal a menos que sea necesario para nuestra salud? Además, ¿por qué es tan difícil de probar el efecto que este tipo de dietas tiene sobre nosotros?

Todos los expertos coinciden en que el auto-diagnóstico es muy peligroso. Si pruebas una dieta que elimine algún producto por su cuenta, puede que acabes con un tratamiento para los síntomas de otra enfermedad potencialmente seria y nunca averiguarás por qué. También puedes terminar creyendo que eres alérgica a algo cuando no lo eres. La mente humana es muy potente, todo el mundo conoce el efecto placebo, y un cambio en la dieta puede producirlo. El efecto placebo también tiene un opuesto, el efecto nocebo, donde aparecen determinados síntomas sólo porque se piensa que algo es nocivo. Estos efectos son bien conocidos por los científicos y hacen que sea muy difícil comprobar los efectos fisiológicos de una dieta sin que estén controlados por unas condiciones muy estrictas.

Es también fundamental recordar que comer, y también vivir, no debería estar relacionado con la salud física. Como nación, hemos convertido la mesa del comedor en una farmacia y la vida en una rutina de fitness. La comida es una combinación de nutrientes; los paseos son ejercicio. Para mí eso es muy triste. Para muchos de nosotros, excepto aquellos que están sanos, perseguir de forma neurótica la salud perfecta puede acabar con la destrucción de nuestras relaciones: con la comida, con la familia y los amigos, con la cultura y con uno mismo. Irónicamente, eso puede terminar afectando a la salud física. Los especialistas advierten que para las personas que son propensas a los trastornos de alimentación, las dietas que excluyen algún alimento pueden tener un efecto negativo y desencadenar excesos en los hábitos alimentarios o conducir a la anorexia.

¿Existe realmente algo como la desintoxicación?

En este aspecto me gustaría citar a SciBabe, una bloguera que trata temas científicos de manera muy divertida y que recientemente desmontó el método Food Babe: "Sólo por el hecho de vivir ya te estás 'desintoxicando'. Los riñones y el hígado ya se encargan por su cuenta de la limpieza de las cosas innecesarias para el cuerpo y lo hacen de una manera bastante eficaz. ¿Una prueba? La industria del papel higiénico".

Por supuesto, es un poco más complicado que eso. Los trabajadores de las fábricas pueden sufrir envenenamiento por metales pesados, por ejemplo, y necesitan realmente de atención médica para eliminar ese veneno de su cuerpo. Sin embargo, beber botellas de zumo prensado en frío de 11 dólares no va a acabar con nada, excepto con el dinero de tu cuenta bancaria.

¿Cuáles son los ejemplos más disparatados de dietas de moda de toda la historia?

Hace cien años, millones de estadounidenses, incluyendo a John D. Rockefeller, masticaban la comida cientos de veces antes de tragarlos. Un hombre bajo el nombre de Horacio Fletcher les había dicho que era la clave para disfrutar de una buena salud. En las primeras décadas del siglo XIX la gente tenía miedo al azúcar porque creían que hacía que las mujeres se acostasen con cualquiera. Siempre hemos desvariado con la comida y recordar todas esas locuras me hizo cuestionar las actitudes que se producen en la actualidad. Una cosa que intento hacer con mi libro es analizar las dietas de moda modernas de forma objetiva.

Parece como si hubiera una relación entre lo que la gente decide eliminar de sus dietas y la cultura que les rodea. La comida es un medio para rechazar el status quo o distinguirse en términos de clase, educación, política, etc. ¿Qué está pasando al respecto?

Veo una crisis de autenticidad, tenemos mucho miedo de ser "falsos". Y así se escucha a la gente hablar de comer alimentos "de verdad", como si por encanto se pudiera llegar a ser más real por comer comida de verdad. También existe una estigmatización fácil de las personas obesas, cuyo "pecado" es visible y, a menudo, se asocia con aspectos clasistas.

Páginas web como People of Walmart muestran que existe un mercado para el odio: "Oh, mira esa gente triste, gorda y pobre, a la que se engaña para que siga la dieta americana estándar. ¡Yo no soy como ellos! Yo como comida de verdad". Tal vez no seas como ellos, pero tu actitud es mucho más perjudicial que tener sobrepeso.

¿Cómo manifiesta nuestra relación actual con los alimentos la capacidad para tener esos pensamientos mágicos?

Construimos nuestras vidas e identidades en torno a mitos poderosos. El jardín del Edén es enorme: un bocado a la comida equivocada y caeremos en desgracia. La ciencia ha demostrado que la gente elige la evidencia y la organiza en base a cómo se ajusta a las historias en las que ya cree. La creencia de que comer mal es la causa de todos nuestros sufrimientos está profundamente arraigada.

¿En qué medida está presente en nuestro ADN este pensamiento “mágico”?

La gente siempre será susceptible al mito y la superstición. Pero a medida que nos demos cuenta del papel que desempeñan esos mitos, su poder sobre nosotros irá disminuyendo. En el pasado, los mitos sobre la subordinación de la mujer al hombre estaban extremadamente arraigados, como que Eva fue creada de la costilla de Adán. Ahora cada vez nos damos más cuenta de que son una tontería.

Bien. Así que ahora sabemos que muchas de las dietas de moda de hoy en día son una locura. Teniendo esto en cuenta, ¿qué o cómo, deberíamos comer?

En lugar de "eres lo que comes", a mí me gusta decir, "eres como comes". Para mí, la manera más placentera de comer es saboreando despacio la comida, esa comida que se ha preparado con cariño. ¿Cuál es la clave? Dedica un poco de tiempo a comer, no comas mientras haces otra cosa. Aprende a apreciar los alimentos de otras tradiciones culinarias y hazlo de la manera correcta, sin escatimar en mantequilla, sal o azúcar, si eso es lo que pone en la receta. He llegado a la conclusión de que este enfoque me permite comer saludablemente y con moderación, sin invocar a ninguna norma extraña, a ninguna dieta de moda o al pensamiento mítico.

Vía: ELLE US

Vía: ELLE US