Ya lo reza su nombre: “ugly shoes” (zapatos feos) y, aún así, han resultado ser un fenómeno de masas. Lo cierto es que no son nada nuevos. Tan sólo hace falta hacer un 'remember' y pensar en esos turistas blanquitos y rubios con ellas puestas en la playa. Probablemente, con calcetines. Y sin saberlo, mientras buscaban la máxima comodidad (porque no hay que negarlo, cómodas son un rato), estaban siendo unos auténticos 'trendsetters'.

Esas sandalias de cuero con maxi-hebillas, caracterizadas por su extrema anchura, que hace que todo aquel que las vista se convierta en un 'Big foot' urbano... quién lo iba a decir, ¿verdad? Pues resulta que ahora, son lo más.

Atrás quedó el concepto de “guiri” al que se asociaban. Hoy, revestidas con pedrería, cuero neón y otros tantos adornos que las convierten en nuevo icono, las sandalias “feas” han pasado a las primeras líneas en los zapateros de verano de medio mundo. Y no lo decimos nosotros, ya lo dictaminaron las pasarelas con Prada, Marni o Marc Jacobs a la cabeza, seguidos del buque insignia de Amancio Ortega, Zara, poniéndolas en sus estanterías como las estrellas de la temporada en cuero marrón con pedrería o con plataforma y charol.

Y como no podía ser de otra manera, necesitaban el empujón de otra pieza fundamental del puzzle: las 'it girls', 'bloggers' y 'celebrities'. Cara Delevigne, Suki Waterhouse, Gala González... Todas ellas responsables de colaborar a relanzar este zapato como un nuevo concepto de moda, gracias a sus estilismos variopintos y los blogs y redes sociales como vía indispensable de transmisión al mundo.

Como “ugly shoes” resulta un poco despectivo, estos zapatos han pasado a tomar su referencia de origen como denominación: Birkenstock, la marca de cabecera pionera en vestir los pies de miles de turistas ajenos ahora, seguramente, a todo este espectáculo.

Como ellas, muchas otras tendencias más cerca de lo ortopédico y anti-estético que de lo que estamos comúnmente acostumbrados a ver se colocaron en las primeras filas por obra y gracia del fenómeno 'blogger', que convierte en oro todo lo que toca (independientemente de lo que sea).

¿Quién no recuerda esas zapatillas con plataforma tan... (coloca tu adjetivo favorito aquí) de los 90? ¿O las hombreras de nuestras madres, tías y abuelas que juraste no llevar jamás de los jamases y que seguramente hayas lucido en esos abrigos 'oversize' que causaron furor hace algunas temporadas?

Hair, Nose, Mouth, Lip, Cheek, Hairstyle, Eye, Chin, Forehead, Eyebrow, pinterest

Las Birkenstock han resultado ser la pieza más llamativa de este cuadro picassiano de anti-tendencias. Pero no son las únicas. Riñoneras, Adilette con calcetines (o las clásicas chanclas piscineras, para que nos entendamos), los coleteros de los años 90 de volantes, los zuecos, las sandalias con suela de corcho, la combinación encaje+deportiva o traje de chaqueta+deportiva, las gafas con forma de corazón...

¿De quién ha sido el error? ¿Se equivoca la moda? ¿Quién metió la pata? No busques respuesta a estas preguntas porque no la tiene. Lo cierto es que todo esto no es más que una estrategia perfectamente diseñada que busca retomar ciertos hábitos que hace años estaban absolutamente adaptados y empastados en la sociedad y funcionaban, sin más. Sin embargo, hoy se busca otra cosa: romper con absolutamente todo, ser diferente al precio que sea. Algo que como ya se ha visto y comprobado con creces, tiene éxito.

Los diseñadores abren la veda y las 'it girls' encienden la mecha, iluminando un camino emocionante para algunos y espantoso para otros. Y es aquí donde reside su verdadero éxito. No es tanto por las ventas seguras de todas aquellas que comulgan con toda tendencia que salta a la palestra, sino por el fenómeno “bla bla bla”. Y por fenómeno “bla bla bla” nos referimos a todo lo que se hablará de ello, a lo que da de sí sacar una pieza tan discordante con lo que estamos acostumbrados a ver, a lo que se llega a estirar la eterna discusión de lo que es o no es feo. Entre tanto, estas piezas se han metido tantísimo en tu vida que te acabas convirtiendo en uno más de esa masa y, al final, te lo pones. Así somos. Por eso y porque esto no ha hecho nada más que comenzar, un pequeño consejo: nunca digas NUNCA.