Silencio: ¡se rueda!
Tras un largo abandono, este edificio es ahora la casa-estudio de los prestigiosos fotógrafos catalanes. Además de sus imágenes, aquí brillan otros de sus tesoros: los muebles industriales y las piezas vintage.
Las fotografías, los muebles de autor, el diseño industrial y las piezas vintage no sólo forman parte del trabajo de este tándem de fotógrafos internacionales de moda y publicidad con más de 25 años de experiencia, sino que también son objetos imprescindibles en su vida. Se iniciaron en el mundo de la moda en el backstage de un desfile de Antonio Miró y otro de los zapatos Twins de Camper y, desde entonces, no han dejado de trabajar con las mejores agencias y firmas del mundo. En cuanto a los muebles, Salvador, además de diseñador gráfico, es un apasionado del diseño industrial y del interiorismo. Hace 12 años abrieron Última Parada en el Ampurdán, una tienda-restaurante en “donde además de vender, alquilar, diseñar y restaurar muebles, también ofrecen productos eco y hacen shootings de moda”, nos cuenta Bèla. Al igual que su tienda, su casa, que fue anteriormente una escuela y un centro social, es hoy un espacio multidisciplinar.
Alojada en un edificio modernista de 1924, además de su vivienda, la pareja ha montado aquí su oficina y su propio plató fotográfico con luz natural. Bèla cuenta que “el descubrimiento de esta construcción vacía y abandonada a través de un amigo promotor fue fantástico ya que, después de mucho buscar en el centro de Barcelona, este luminoso lugar de amplias dimensiones -cuenta con unos 400 m2 y 120 m2 de terraza- y techos de gran altura sostenidos con cerchas de madera originales era justamente lo que necesitaban para vivir y trabajar. La casa -a la que se accede a través del plató fotográfico- sigue siendo un espacio diáfano en el que las zonas comunes y las de trabajo se organizan en la planta inferior y se asoman a una frondosa terraza. En este nivel, “la cocina es, sin duda, el núcleo central, ya que nos encanta cocinar y aquí es donde nos reunimos para conversar y disfrutar de una buena comida”, nos explica.
Por otro lado, y con la idea de contar con mayor privacidad, las zonas más personales junto con los dormitorios se han distribuido en el altillo. A la hora de decorar los distinos espacios, en palabras de Bèla “hemos buscado una atmósfera humana, tranquila y cálida, por lo que decidimos cubrir el suelo con tarima de pino y, con la filosofía de dar armonía y equilibrio, tener en cuenta los sentidos, pintamos las paredes con suaves colores”. A la hora de elegir los muebles, igual que su trabajo, que consideran como “un medio en el que te puedes expresar libremente”, Bèla y Salvador han decidido ser libres y no ceñirse a ningún estilo concreto. Simplemente priorizar lo que son las pasiones de cada uno. Así los espacios se han llenado con piezas de estilo industrial diseñadas por Salvador -como la escalera o la estructura de la cocina-; objetos de los 50 a los 70, muebles de míticos diseñadores del siglo XX y, por supuesto, fotografías con su firma e imágenes, pinturas o grabados de otros artistas que conviven entre sí con la misma soltura que lo hacen con sus propietarios. Un ambiente ecléctico y singular que atrapa a simple vista.
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