El mundo de Rafael Moneo
La Fundación Barrié rinde homenaje a este maestro del espacio con una retrospectiva sobre su mundo. Podrá visitarse hasta el 30 de marzo en La Coruña.
Rafael Moneo (Tudela, 1937) anda despacio por el lobby del Hotel Mercer de Barcelona, uno de sus últimos proyectos. El cuerpo algo echado hacia delante, las manos detrás de la espalda y la mirada rápida. De ella salta de pronto una chispa: «Pero, hombre, cómo se les habrá ocurrido colgar ese cuadro ahí...», murmura. Como si después de haber preparado una jugada infalible le hubieran fallado el gol. Suspira y continúa en silencio su paseo detectivesco. La obra no fue fácil –debía convertir dos propiedades anexas del Barrio Gótico en un hotel de lujo y respetar al tiempo unos muros pertenecientes a la muralla romana de Barcelona–, aunque el resultado resultó un diez. Como casi todo en una carrera que este arquitecto navarro ha llevado siempre con elegancia y discreción y a la que desde el 24 de octubre se dedica su primera retrospectiva. Bajo el título Rafael Moneo. Una reflexión teórica desde la profesión, la Fundación Barrié de La Coruña reúne 18 maquetas, 143 fotografías y 98 dibujos firmados por el Premio Pritzker 1996 y Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2012 (hasta el 30 de marzo de 2014, fundacionbarrie.org).
¿Cuál es el secreto para tener una personalidad arquitectónica exitosa y no convertirse en un arquitecto marca?
No lo sé. Creo que mi trabajo puede entenderse más como un trabajo de servicio profesional que como un trabajo de estricta expresión personal. Hoy, como consecuencia de la globalización, a nadie le sorprende ya que una ciudad sea construida por arquitectos que no residen en ella. Pero esto es un cambio relativamente reciente.
Usted, sin embargo, firma gran parte de los edificios emblemáticos de Madrid.
Yo creo que es una suerte poder trabajar en el sitio en el que uno vive, y me siento afortunado por ello. Pero piense también que mis intervenciones consistían en extender o mejorar las condiciones de edificios ya existentes. Me hubiera gustado que mi trayectoria profesional se hubiera resuelto con viviendas en el extrarradio de Madrid, aunque puede que por mi dedicación a la enseñanza o por lo que fuera mi posición ha estado siempre más próxima a estos encargos públicos.
¿Cómo ve el futuro de la arquitectura española en estos momentos?
Mi generación y las dos posteriores, por las circunstancias en las que se encontraba España, han podido renovar un parque de viviendas muy grande, así como trabajar en muchos edificios singulares: hospitales, museos, bibliotecas, auditorios... Los jóvenes arquitectos de hoy tendrán que admitir obras de menor trascendencia, edificios más pequeños y de menor impacto público, y trabajar con mayor intensidad, con mayor ambición en el propósito formal. Requerirá un esfuerzo que no va a estar premiado como lo ha estado anteriormente. Pero bueno, la historia y la vida son así. No hay que lamentarse. También es posible la plenitud profesional en las circunstancias que vienen.
¿Qué proyectos tiene ahora en marcha?
Estoy trabajando en un laboratorio de neurociencia en la universidad de Princeton. También estoy haciendo un museo para la colección de María Josefa Huarte en Pamplona. Empiezo un hotel y una pequeña plaza en Málaga, y otro proyecto en Udine, Italia...
¿Y cómo logra compatibilizarlo todo?
Trabajo bastante. Simplemente.
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