Diverxo, el país de las maravillas
En su afán innovador, David Muñoz ha ideado un espacio onírico y rompedor, sobrevolado por cerdos alados con tutú. Un tres estrellas Michelin al que se puede ir en bermudas.
David Muñoz tiene la cabeza muy bien amueblada; por ella corretean hormigas cromadas del tamaño de un caniche, revolotean exóticas mariposas y planean cerdos alados vestidos de bailarina. Con estos ingredientes ha dado forma a la imagen y al espíritu del nuevo DiverXO (Padre Damián, 23, Madrid, tel. 915 70 07 66), un restaurante que está en su mente desde que, a los 12 años, supo que iba a ser cocinero y empezó a esbozar croquis e ideas en sus cuadernos. «La decoración del local es la visión onírica del acto gastronómico que ofrezco –explica–. Este es el mundo de fantasía, de creatividad y de imaginación que tengo yo en la cabeza. ¿Por qué mi restaurante se tiene que parecer a nada? Es algo tan personal que me resulta imposible ceñirme a unos parámetros ya establecidos». Esa es la identidad de DiverXO en los fogones y en el look: romper con lo establecido. Aquí se come en sillones, no en sillas. Y la luz emerge de debajo de las mesas en lugar de caer sobre ellas. Y las botellas no se enfrían en cubiteras, sino en descomunales helados. Nada más franquear la puerta giratoria de DiverXO, con un gigantesco engranaje psicodélico, uno se da cuenta de que la experiencia va a ser diferente. No hablamos de un tres estrellas Michelin al uso. Este es un lugar donde se empieza a saborear con la vista mucho antes que con el gusto.
Una idea a cuatro manos
Una colonia de hormigas XXL acompaña al cliente desde la pequeña entrada, subiendo con él las escaleras que llevan hasta la sala. La puerta está custodiada por una bandada de mariposas, y no por casualidad: «Cuando estás ante algo nuevo, algo por lo que has esperado mucho tiempo y que quieres que te sorprenda, sientes un cosquilleo. Estas son las mariposas que quiero que el cliente note en su estómago desde que llegue hasta que se vaya de aquí». Todo tiene un delicioso aire retrofuturista y onírico, una atmósfera única que el cocinero ha creado junto a Lázaro Rosa-Violán, un interiorista que lleva ya tiempo convertido en gurú de la decoración de restaurantes, hoteles y tiendas. El chef sólo le puso una condición para trabajar juntos, y era que en este espacio se tenía que ver a David al cien por cien, no a Lázaro: «Vuélvete loco, coge tu cerebro y agítalo como si fuera una coctelera. La decoración tiene que decir que este lugar es una montaña rusa sin frenos».
En definitiva, David puso las ideas y Lázaro el talento. ¿El resultado? DiverXO es hoy tal y como el chef lo tenía en la cabeza hace 20 años, cuando cogía el lápiz y empezaba a garabatear en un papel, imaginando cada detalle del restaurante que dirigiría de mayor. Ahora pasa 17 horas al día entre los fogones de este sueño cumplido, en los que ha vivido momentos muy duros, pero también ratos inolvidables. En sus sillones blancos ha visto a gente llorar tras llevarse el tenedor a la boca: «Es lo máximo. Sacrifico a diario mi vida por que suceda algo así, para que, de vez en cuando, pase esto. En ese instante mágico sientes que todo tu esfuerzo cobra sentido. Es indescriptible».
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