Confieso que he llegado a un punto en el que las historias de negocios que nacieron en plena pandemia me recuerdan a las anécdotas que antaño copaban las revistas acompañadas del titular “acompañó a su amiga a un casting y consiguió el papel principal”. Sin embargo, si bien es cierto que las historietas de acompañantes despistadas que terminaban por alcanzar la fama tenían más fantasía que realidad, lo cierto es que las de los negocios que encontraron en la pandemia una segunda oportunidad tienen más de valentía y arrojo que de narrativa mágica.

Este curioso match gastro es fruto de una idea arriesgada nacida en pleno encierro

Es el caso del Bar Bodega Chichi, un bar familiar de barrio que lleva en pie desde 1959 en el que puedes pedir vermut casero y sifón, conservas, encurtidos, bocadillos y… Sushi. Y no un sushi cualquiera, sino de calidad. Basta con acercarte al local para encontrarte con la primera sorpresa, que te hace plantearte si el local es fruto de un experto en marketing que ha querido llevar la comida nipona más deliciosa a una bodega de toda la vida para crear una de esas parejas insospechadas destinadas a enamorar a los posturetas estetas. No es el caso: este curioso match gastro es fruto de una idea arriesgada nacida en pleno encierro.

"Nadie podía saber que el sushi salía de un bareto de barrio"

“El bar era de mis abuelos y ahora es de mis padres, que en el confinamiento, como el resto del mundo, tenían en bar cerrado”, explica Sònia Riasol, cuya pareja, Douglas Alves, es un sushi master de origen brasileño que tras pasar por Ikibana, Doble Zer00, Tunateca Balfegó Espai Gastronòmic y Mishima, fue contratado por el prestigioso Nobu Barcelona hasta que a las dos semanas, la pandemia le cambió la vida. “Fue entonces cuando Douglas me propuso vender sushi a través de Glovo y Deliveroo. Nos dimos de alta en las aplicaciones y decidimos, como no teníamos nada que perder, dar una oportunidad a nuestra idea. Yo soy diseñadora gráfica y me inventé un nombre para el negocio: Grado. Pensamos que nadie podía saber que el sushi salía de un bareto de barrio. Douglas siempre tuvo clarísimo que quería hacerlo bien desde el comienzo, por lo que apostamos por una carta de calidad que de hecho, es casi la misma hoy que entonces", explica Riasol.

"Todo era clandestino: pusimos un cartel de neón fuera que reza “sushi” y comenzamos a recibir bastantes pedidos. A medida que iban avanzando las fases de la desescalada, los clientes se iban pudiendo tomar un café desde la puerta, y nosotros aprovechábamos para comentarles que vendíamos sushi por internet”, asegura.

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“Hacía pocos años que habíamos ido a Japón, un viaje en el que comprendimos que aunque este era un sitio simple, podía servirse en él algo realmente bueno. Hay gente a la que le encantan esos espacios fancy que caracterizan a los restaurantes japoneses, pero tuvimos claro que nuestra comida podía caer bien aquí”, añade Douglas. Estaban en lo cierto.

De los huevos con patatas al niguiri de otoro

"El Chiqui" sirve desde 1959 vermut, tapas de conserva y vinos a granel, pero ahora también un sushi de calidad que por cierto, ha hecho que mucha gente mayor del barrio se haya animado a descubrir las delicias japonesas. “El bar nunca ha sido de comida de cuchara; mis abuelos y padres siempre han servido cafés con leche y bocatas de lomo y queso. Mi padre abre a las 7 de la mañana y va sirviendo sus cafés y sus bocatas, y a medida que avanza la mañana, la gente comienza a llamar para reservar. Él coge las reservas y hacia las 12 del mediodía, vienen tanto quienes quieren un vermut como los paletas que se piden su bocadillo. Es sobre las dos cuando acuden los que quieren nuestro sushi. Entonces te encuentras con el paleta y su bocata, el señor mayor que se pide sus mejillones y su vermut y quien quiere el menú de mediodía repleto de platillos de tradición japonesa. Por la tarde vuelve a ser un bar de cafés, y es por la noche cuando el sushi es el verdadero protagonista", explica Riasol.

"Me hace gracia ver al clásico abuelo al que su nieto le da de probar la tempura"

"Sigue habiendo quien se pide dos huevos fritos con patatas, y hay hijos y nietos que confiesan que convencen a sus abuelos a venir precisamente gracias a la excusa de que se pueden pedir unos huevos. Me hace gracia ver al clásico abuelo al que su nieto le da de probar la tempura. Mucha gente mayor ha probado aquí el sushi por primera vez. Alguna abuelita se ha animado y me ha dicho que quiere probar algo, y yo sé que una tempura de langostino o unos fideos, no fallan”, añade la diseñadora gráfica.

Aunque la intención de la pareja era limitarse al sushi a domicilio, fueron los propios clientes los que les animaron a servirlo en el bar. “No sé si es por cantidad de años que tiene, pero la gente se siente muy a gusto aquí: este bar tiene alma. La gente se siente cómoda, porque somos muy naturales y familiares. No es un lugar encorsetado, sino un sitio de toda la vida… ¡Si guardamos los paquetes de Amazon de los vecinos! Como comentaba, hay gente que nunca se había atrevido con el sushi y a quien el restaurante japonés de toda la vida le imponía cierto respeto, y aquí sabe que puede comerlo a pie de calle”, explica Sònia.

"¿El secreto de vender sushi de alta calidad a precios de barrio? Trabajar mucho"

Los paladares más exigentes alaban desde sus nigiris de pez mantequilla con tartar de trufa negra hasta sus gyozas de carne, y aclaman no sólo la exquisita calidad del pescado, sino también la del arroz, que es del Delta y que para Douglas, es tan importante como la de los ingredientes marinos. Cuando les preguntamos para terminar cuál es el secreto para poder vender sushi de calidad a precios de barrio, lo tienen claro: trabajando mucho. “Por ejemplo, hoy llevo aquí desde las nueve de la mañana y me iré a dormir a las tres de la madrugada. Toda la parte de preparación la hacemos nosotros”, explica Douglas con más orgullo y energía que cansancio.

“Es un negocio familiar. Ahora ya nos traen el pescado, pero hasta hace poco, lo buscábamos nosotros en Mercabarna de madrugada, para que así fuera más barato. Tenemos atún Balfego, anguila del Delta, arroz de Delta… Douglas es muy exigente y quiere que todo esté fresco, que sea comprado al día y que esté bien conservado. El sushi se hace al momento”, asegura Sònia.

El giro nipón del bar de barrio de toda la vida ha conquistado a los parroquianos de Sant Antoni y a los más sibaritas, que han encontrado en este bar, en el que desde policías hasta obreros reponen fuerzas, un rincón clandestino en el que disfrutar de un exquisito sushi en el que hay más cariño que postureo.