Teletrabajo flexible. Vas a la oficina cuando tú quieres o cuando es necesario. Eliges la forma de trabajo que mejor se adapta a tu estilo de vida o a tu rol en la empresa. No se miden los porcentajes de presencialidad y se puede trabajar desde la playa. ¿Es una utopía? No, es ya una realidad en muchas empresas.

Eso sí, todo parte de una premisa básica: la naturaleza de tu trabajo debe permitirlo. Y, a partir de ahí, cada persona juega con la flexibilidad. Decides si no quieres pisar nunca la oficina o si quieres visitarla porque piensas que así puedes enriquecerte, ser más creativo o trabajar en equipo. En este planteamiento conceptos como autonomía, responsabilidad y confianza se conjugan con naturalidad.

La pandemia fue la gran aceleradora de este viaje. Desde la adversidad se produjo una transformación cultural y social que nos permitió trabajar de manera continua desde casa, mejorar nuestras habilidades digitales y desarrollar metodologías y herramientas de gestión más modernas. Las empresas y sus equipos demostraron que era posible trabajar a distancia y relacionarse –a través de pantallas, eso sí– en un mundo más tecnológico, pero también más sostenible y responsable.

El giro se dio, además, en un momento en el que parte de los equipos llevaban años con herramientas que les permitían trabajar sin contacto físico: chats, mensajería, redes sociales internas, programas cada vez mejores de gestión de proyectos o software con el que varias personas pueden trabajar a la vez sobre el mismo contenido. Todo esto ya lo teníamos implementado en diferentes puestos y empresas.

El teletrabajo se adapta a las necesidades del día a día y ayuda a organizar mejor el tiempo. El talento se descentraliza y se atrae con mucha más facilidad. Además, el planeta se beneficia con menos emisiones de CO2

Las ventajas de esta nueva realidad están claras y son numerosas. Con el teletrabajo se sitúa más que nunca en primer plano la conciliación de la vida personal y laboral de las personas. Se adapta a las necesidades del día a día y ayuda a organizar mejor el tiempo. El talento se descentraliza y se atrae con mucha más facilidad. Además, el planeta se beneficia con menos emisiones de CO2.

Y, pese a voces en contra, los procesos de creatividad e innovación se adaptan a otras modalidades, se producen entre los seres humanos aunque no tengan tanto contacto físico en las máquinas de café o en los encuentros en las oficinas. No es casual que este proceso esté acompañado de los desarrollos de mundos virtuales (Metaverso) en los que las personas interactuamos en lugares virtuales con nuestros avatares. En realidad ya lo hacemos a través de Zoom y otros programas. Falta por ver si ese nuevo universo virtual será parte de nuestras vidas y en qué porcentaje.

Para que el teletrabajo se desarrolle adecuadamente las empresas tienen que compensarlo, dotar a sus plantillas de medios y comprometerse a garantizar una formación continua que garantice desde la ciberseguridad a la desconexión digital de sus equipos. Y, además, también deben aprender con naturalidad a confiar en las personas trabajadoras. Confiar en personas responsables e implicadas que cumplen con sus objetivos y realizan correctamente su trabajo a distancia.

Una oficina es un lugar para cultivar las relaciones e incluso, aunque no lo parezca, para concentrarse

Ahora bien, ¿es todo un campo de rosas? Ni mucho menos. Un proceso de transformación como este concentra puntos de mejora y retos importantes a los que tenemos que prestar atención. El trato humano presencial es muy reconfortante. Conversar, intercambiar ideas, compartir… Ese valor del cara a cara, de la proximidad, de las conversaciones improvisadas… Hay que cultivarlo. Y reforzar el sentimiento de pertenencia para mantener unidos a los equipos.

En este nuevo contexto, también debemos velar por nuestra salud y defender nuestra vida personal. Cultivar nuestro bienestar y separar las fronteras porque ahora el trabajo se emplaza dentro de casa. En muchas compañías se deben romper los silos que separan y aíslan y definir procesos que faciliten las relaciones cruzadas y el conocimiento compartido.

Y, quizá, decir adiós a la oficina tradicional. ¿Para qué sirve una oficina hoy? En muchas compañías se está redefiniendo el uso de los espacios. Ahora se convierten en puntos de encuentro para la creatividad y la reflexión, el intercambio de conocimiento… Un lugar para cultivar las relaciones e, incluso, aunque no lo parezca, para concentrarse.

María Moya es fundadora y directora ejecutiva de Prodigioso Volcán