A finales de junio, se celebró en Copenhague (Dinamarca) el 39º Congreso de la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología (ESHRE), en el que participó la Fundación IVI presentando un relevante informe sobre cómo la exposición a metales pesados afectan a la fertilidad de las mujeres que se someten a una fecundación in vitro (FIV).

Es cierto que, a pesar de que la industrialización y el avance tecnológico ha generado muchos beneficios a nivel económico, el medio ambiente y la salud de los ciudadanos están expuestos a una serie de emisiones contaminantes que perjudican nuestra salud. Es el caso también de la salud reproductiva, ya que se ha estudiado que uno de las posibles causas de infertilidad puede ser la exposición continuada a contaminantes ambientales durante nuestra edad reproductiva.

El estudio que Fundación IVI presentó en Copenhague relaciona las concentraciones en líquido folicular, plasma y orina de elementos traza no esenciales, como es el caso de metales pesados como el plomo, mercurio y arsénico, pero también estroncio, estaño, cesio y rubidio.

La presencia de elementos traza no esenciales en sangre, como el mercurio, o en orina como el estroncio, estaño, cesio y rubidio, que pueden consumirse en la dieta diaria, se asociaron significativamente con menor respuesta ovárica y peores resultados embriológicos en el tratamiento de fecundación in vitro. También las concentraciones de arsénico en la orina recogida el día de la transferencia embrionaria se tradujeron notablemente en peores resultados clínicos del tratamiento de fecundación in vitro.

En palabras del doctor Francisco Domínguez, investigador de la Fundación IVI y supervisor del estudio: “Estos resultados sugieren un impacto directo entre los niveles de elementos traza no esenciales y los resultados del tratamiento de FIV. Aún es pronto para ir más allá y ver su procedencia, pero podemos intuir que podrían estar asociados a componentes frecuentes en nuestra dieta como el mercurio en el pescado, un consumo excesivo de arroz que puede dar lugar a la aparición de niveles de arsénico o la posible presencia de estroncio en cereales, vegetales de hojas y productos lácteos, por ejemplo. A todo esto hay que sumar nuestra exposición a estas trazas no esenciales a nivel ambiental”.

El estudio se realizó el día de la punción ovárica, con 51 mujeres con una media de edad de 39 años y, de las cuales, la mitad eran no fumadoras. Todas ellas se sometieron a un tratamiento de FIV con transferencia de un único blastocisto euploide -con un número correcto de cromosomas- en las clínicas IVI de España.

Domínguez recuerda que “estos resultados son preliminares y necesitan ser confirmados en un grupo mayor de participantes”. El motivo no es otro que poder entender con detalle los mecanismos subyacentes a estas asociaciones. “No todas las personas reaccionan igual a una exposición a estos elementos y es necesario también correlacionar otras variables asociadas a factores ambientales y de estilo de vida”, concluye el investigador.