El amor tranquilo de Sara Carbonero
Presentadora, blogger y una de las mujeres más solicitadas, se estrena como empresaria con su propia firma de lifestyle. Lo celebra con ELLE a la luz de su nueva vida como madre y mujer enamorada.
"La vida con prisa no se disfruta"
Madre, periodista deportiva, blogger, imagen de marcas prestigiosas. Sara Carbonero (Corral de Almaguer, Toledo, 1984). Ojos de agua. Melena cherokee. Medidas de esfinge. Poco se puede decir que no se haya dicho ya de ella. Pero mucho puede decir ella que aún no hayan dicho los demás. Y esta es la ocasión. Con ustedes, la verdadera Sara Carbonero.
La última vez que nos concediste una entrevista, todavía te acariciabas la tripa. ¿Qué le ha aportado a tu vida el hecho de ser madre?
Martín me ha dado una energía increíble. Sonríe desde que se levanta hasta que se acuesta. Y está todo el día bailando. Tiene un don especial para sentir la música; se la he metido en vena desde el embarazo: le ponía en la tripa canciones como River flows in you, de Yiruma. Mira qué bonita (coge su móvil y la deja sonar). Ahora le pongo piano y guitarra, que es lo que me gusta a mí. ¡Se baila cualquier hit!
Aparte de esa pasión tuya por la música, ¿qué cosas dirías que ha heredado de ti?
Yo soy una sensible, él también. Y sus ojos azules me recuerdan a los míos de niña.
¿Y qué ha sacado de su padre?
De Iker tiene la guasa (ríe) y la fuerza. Coge cosas pesadas y las levanta como si nada; tiene cualidades de deportista.
Madre, presentadora de televisión, blogger, imagen de moda... ¡¿Cómo lo haces?!
Parando un poco. Cuando nació Martín, llegó un momento en el que siempre iba con la lengua demasiado fuera. Volvía a mi casa y sólo veía a mi hijo de pasada. Precisamente, la directora de ELLE me pasó un artículo de El Huffington Post que me hizo reflexionar: El día en que dejé de decir "date prisa". Habla de una madre a la que, de repente, su hija le dice: "Mamá, ya basta de decirme 'date prisa', no quiero vivir así". Yo no sé si a mí la maternidad también me ha servido para darme cuenta de esto; lo que sí tengo claro es que la vida con prisa no se disfruta. Si ponemos en una lista las cosas que hacemos en el día, seguro que hay muchas que parecen importantes y no lo son. Deberíamos localizarlas, porque nos las podemos quitar de encima. Y, sí, yo me di cuenta de que había que parar un poco, también en el mundo del business. Aunque ganemos menos, merece la pena hacer cosas que nos llenen de verdad, porque, al final, nuestros hijos sólo necesitan que lleguemos felices a casa.
"Apoyamos una forma de hacer las cosas: despacio, con amor"
¿Cómo trasladas ahora esta filosofía a tu vida?
En un proyecto nuevo que verá la luz pronto. Es la primera vez que hablo de él. Paso muchas horas en los comedores de la tele; allí he hecho grandes amigas, como la presentadora Isabel Jiménez y mi estilista, Maira. Con ellas ha surgido la idea de crear una marca personal y una web de lifestyle. Se llamará Slow Love.
¿Por qué ese nombre?
Porque, además de tener shopping, apoyamos una forma de hacer las cosas: despacio, con amor, como se hacían antes. De hecho, ya tenemos un proyecto solidario precioso que vamos a respaldar.
¿Con qué más vamos a encontrarnos?
Tiene tres patas: moda, decoración y belleza. Contamos con marcas de diferentes países en exclusividad. Nunca habrá una colección entera y todo está seleccionado con mucho mimo. También lanzaremos nuestras propias creaciones.
¿Podrías compartir cuál será la seña de identidad de esa marca propia?
Que todo está hecho a mano y en España. Hay que apoyar lo nuestro. Por ejemplo, tenemos un alfarero en Almería que hace sus diseños pieza por pieza. O a Luis y su taller de toda la vida en la plaza más céntrica de Madrid, que se ha volcado para realizar nuestros bolsos de piel.
"La queja no sirve de nada"
¿Tienes previsto seguir con tu trabajo?
Sí. Slow Love nace como disfrute, para concienciar a la gente en un caminar tranquilo. También me hace mucha ilusión crearla con amigas y a partes iguales. Creo en hacer cosas que tengan un sentido y aporten un mensaje a los demás.
Además de este nuevo proyecto, eres embajadora de la firma Agatha Paris. ¿Qué podemos descubrir de ti en ella?
Su espíritu informal. Es una marca de bisutería de piezas discretas, que es como me gustan a mí, sencillas, elegantes, que no pasen de moda. Es curioso, porque ya era compradora antes de ser su embajadora. Todavía anda por casa mi primera joya, un anillo con el perrito de plata, que es su icono. Ahora presentamos una colección muy étnica, un estilo que me apasiona, y más después de mi viaje a Sudáfrica.
¿Qué necesitas para ser imagen de una firma?
Creer en ella. Yo no puedo sentirme disfrazada. Por eso estoy con Agatha, porque me identifico. Y espero que sea una relación larga, porque, aparte de posar, me gusta involucrarme en los proyectos. Disfruto cuando puedo aportar algo.
Y, más allá del trabajo, ¿eres una persona comprometida?
Absolutamente. He tenido mis épocas, como todos, pero sé que no valgo para una vida desordenada. Me gusta la estabilidad, las cosas claras, colocadas y de larga duración. Conservo a los amigos de siempre. La prueba está en las fotos que me sacaron en la despedida de soltera de mi mejor amiga: la disfrazamos de toro en Córdoba (ríe)... ¿Sabes qué pasa? Que yo dejé de hacer todo eso durante una temporada. Pero me apetecía tanto cogerme un Ave un viernes para divertirme con ellas... Asumo que vivo muy condicionada para caminar de la mejor manera posible. Y de verdad que esto no es una queja. Es una realidad. De hecho, reivindico el no quejarse, quizá porque es algo que hice durante mucho tiempo y que mi propia experiencia me ha enseñado que conviene cambiar. La queja no sirve de nada. Por eso cada vez me da un poco más igual todo y para mí es tan importante llevar, en la medida de lo posible, una vida normal. De ahí que me ponga un sombrero cordobés para celebrar algo con mis amigas, porque todas hemos tenido una despedida de soltera hortera, ¿o no? (Ríe).
"Un experto en numerología me ha ayudado a no ser tan contenida"
Muchas mujeres te consideran una de sus prescriptoras en cuestiones de estilo. ¿Cómo es tu relación real con la moda?
Mucha gente me dice: "¡Claro, tú ahora te arreglas tanto porque sales en la tele!". Pero mi pasión por la moda es de siempre. Mi madre sabe que yo, de pequeña, para ponerme un conjunto daba muchas vueltas. Eso no quiere decir que siempre haya ido a la moda, pero sí que me parece muy importante lo que se transmite con ella. La ropa es una manera de decir quién eres sin hablar.
Hablando de hablar, ¿cómo crees que ha influido Cuando nadie me ve, tu blog en ELLE.ES, de cara a reflejar a la mujer que vive detrás de tu imagen pública?
Escribirlo me ha aportado libertad, incluso para poner límites, que también son necesarios en la vida. A través del blog, he recibido tanto cariño que cada vez quiero contar y compartir más y más. A la hora de abrirme, me ha ayudado mucho Manuel Márquez, un terapeuta que trabaja en el crecimiento personal desde la numerología, una disciplina muy interesante. Antes estaba más contenida. Él me animó a expresarme aceptando las consecuencias. Y son buenas.
¿Cómo te planteas cada uno de los posts que escribes? Escribo las cosas tal cual me salen, como se las cuento a mis amigos. Me gusta leer las críticas constructivas que recibo, porque, curiosamente, nunca he visto una opinión infundada hecha desde el respeto. Además, como periodista, mi blog de ELLE.ES es el único medio que he encontrado hasta la fecha con la posibilidad de feedback. Te cuento una anécdota: hace no mucho, me llamó Amaya Montero y me dio las gracias por hablar de su música. Y, mientras lo hacía, yo pensaba: "Pero ¡¿cómo que 'gracias'?! Gracias a ti por todas las canciones que le han puesto banda sonora a mi vida". Así que, sí, los vínculos que se crean son muy bonitos. He aprendido que pocas cosas buenas pasan en la zona de confort: la magia hay que salir a buscarla.
"Me siento plena"
¿Y cuándo te lanzarás a publicar en Instagram?
Tienes ya la friolera de 170.000 seguidores...
¡Ya, y ni una foto! La verdad es que lo he dejado tanto tiempo que me digo: "Y ahora, con tantos seguidores, ¿qué pongo? ¡Si es que no hay nada que pueda colgar que compense la espera!". Lo que sí es cierto es que existen cosas que no me gusta leer. Sobre todo, aquellas que afectan a mi familia. Eso ocurre cuando veo los perfiles en las redes sociales de Iker. Ahí he leído a veces barbaridades. ¿A quién le gustaría encontrarse con comentarios sobre un niño de 15 meses? Admito que en ocasiones se me parte el alma. Pero, si todavía no he publicado en Instagram, no ha sido por miedo a los comentarios. Ni por cobardía, sino porque no encuentro el momento. De hecho, de todas las redes sociales, Instagram es la que más me gusta. Me parece muy sana y muy positiva... ¡Creo que sólo tengo que encontrar la primera imagen y ya!
¿Harás lo mismo con Twitter?
No. A Twitter le veo un vacío legal que no me gusta. Dicen: "Twitter clama contra no sé quien". Pero ¿quién es Twitter? ¿Me voy a meter en Twitter porque todos lo usan? No.
¿A qué gente te gusta seguir en Internet?
En las redes, Paula Echevarría es un referente para mí, porque es muy natural y muy cercana. Y te aseguro que eso no es nada fácil cuando tienes tanta exposición pública.
Dime: ¿cómo definirías este momento vital?
No te voy a decir que feliz, porque la felicidad son instantes, pero sí te digo que me siento plena. Tranquila, llena de curiosidad e inquietud. Vuelvo a estar muy despierta. El embarazo y el primer año con Martín fueron muy sosegados. No tuve la necesidad de hacer otras cosas. Ahora que mi bebé camina, estoy más guerrera; mis amigas me lo dicen... ¡Para prueba, lo de la despedida de soltera en Córdoba! (Ríe).
"Iker me da mucha paz: yo soy todo nervio"
¿Qué importancia le das a la pareja, a una relación sin ninguna crisis en público, en la conquista de esa plenitud?
A veces, hemos vivido momentos surrealistas, siempre ajenos a nosotros. Todos nuestros problemas han venido de fuera, pero los hemos superado y nos hemos reído de las cosas que podían hacer daño. Ahora estamos en un momento muy bueno, de armonía. Nunca he sido de idas y venidas. Nosotros llevamos mucho tiempo juntos, pero nos da la sensación de que es el triple por todo lo que hemos compartido. Y por lo intenso. A veces nos miramos y decimos: "Pero si parece que llevo contigo 30 años". (Ríe). Y... ¿sabes? Creo que es por lo que hemos vivido, pero, sobre todo, por lo que hemos superado y compartido, cosas a las que un hombre y una mujer en una relación anónima nunca se van a tener que enfrentar. Además, los dos tenemos una manera muy parecida de ver la vida y somos de amigos de siempre. Por eso, con Iker, desde el minuto uno todo fue muy natural. Estábamos en el mismo entorno de trabajo. Y, aunque la gente se lo encontró de golpe, todo fue a fuego lento.
Slow love, amor tranquilo...
Sí. Iker fue muy despacio porque yo tenía mucho miedo. Por el mundo en el que yo trabajaba, no quería verme perjudicada. Sí, a mí me gusta ir despacito, aunque cuando cojo algo, lo agarro fuerte y ya no lo suelto (ríe). Iker lo sabe. Y bromeamos con amigos. Esto no lo había contado hasta ahora, pero, mira, ¿qué hay de malo?
Todo lo contrario, es un testimonio bueno...
Sí, él fue un hombre muy paciente, muy detallista, y eso es de agradecer siempre. He tenido mucha suerte. Los dos teníamos las cosas muy claras, pensábamos de manera parecida. Queríamos formar una familia, yo quería ser madre joven y los deportistas maduran mucho antes, son de otra pasta; y los porteros, ni te cuento.
¿Por qué más los porteros?
Piensa que en el equipo son 11, pero, al final, él está solo. Imagina la fuerza mental que ha de tener un hombre para estar frente a un balón mientras le están viendo millones y millones de personas... Sí, los porteros son de otra pasta. Yo, cuando empecé con él, me dije: "Las cosas raras que le vea se las voy a pasar, porque tiene que tenerlas a la fuerza" (ríe). Sí, él es de otra pasta. Irradia tanta tranquilidad, tanta calma... A mí me da mucha paz. Y justo es eso lo que necesito, porque yo soy un nervio. Él es mi anclaje. Hacemos un buen tándem y, con la llegada de nuestro hijo, todavía más. Ahora todo es a mejor. Ves a esa personita que lleva la sangre de los dos por la venas y lo miras a él y... ¿Cómo no te vas a enamorar más?
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