De los tres signos de fuego, es, sin duda, el más im­pul­sivo y activo. Su energía parece inagotable y su predisposición a experimen­tar nuevas sensaciones nunca acaba. Tener a un aries cerca en materia sentimental es siempre una aventura.

Las sorpresas y las ganas de hacer cosas en común lo convierten en un compañero divertido y vacunado contra la rutina. Sin embargo, para quien necesite y busque calor de hogar y vivir dentro del mundo de los sentimientos, el carnero puede resultar demasia­do vertiginoso, inconstante y no siempre bien dotado para diseñar armonía en el plano emo­cional.

En realidad, aries tiene su cora­zoncito, lo que pasa es que su individualidad y su tendencia a estar en constante movimiento pueden difi­cultar el conseguir con él una verdadera intimidad.