Con este signo llega la ligereza, la seducción, el flirteo y la diversión. Este ser pri­maveral es como una mariposa dispuesta siempre a saltar de flor en flor. Difícilmente estable, hay que decir que su manera de entender la fidelidad es muy personal y le cuesta centrarse en una sola relación.

Su gran curiosidad es lo que al final le termina perdiendo. En su pareja busca el interés a través del intercambio verbal, así que quien quiera enamorar a un géminis que no prepare buenas cenas ni compre ramos de rosas; bastará con una buena conversación que haga temblar las neuronas de este saltarín empedernido.

Pero cuando la chispa comunicativa y la novedad se agoten, caerá rendido a los pies de la potencial nueva experiencia que esté pasando en ese momento por su lado. ¿Superficial? Puede que sí, pero también es muy honesto, porque jamás promete amor eterno, sólo una buena compa­ñía, grandes diversiones compartidas y pocas molestias.