Como muchos, tengo grabada en la retina esa imagen de Rocky Balboa corriendo con aquel infame chándal gris, el gorro de lana y la toalla anudada al cuello, sudando como un pollo, para así perder los kilos de más y subir al ring hecho un figurín. Estoy segura de que debajo de aquel refajo gris iba envuelto en papel de film transparente o llevaba la lorzas recogidas en una de aquellas famosas fajas reductoras para sudar modo cataratas del Niágara. En aquella época, recuerdo, además, que en un intento de imitarlo, había quien incluso le sumaba al total look un impermeable, creyendo que sudar más equivalía a quemar más grasa.

Hasta hoy pensaba que este mito estaba superado. Me equivoqué. Ahora, mi muro de Facebook me invita a ponerme un cómodo corsé para reducir mi perímetro abdominal mientras voy en metro al trabajo. Y, además, para mi clase de zumba puedo optar por una versión fitness, realizada en neopreno, que me ayudará a fulminar adipocitos y lograr así la figura "de reloj de arena" de Kim Kardashian, al tiempo que contorneo las caderas a ritmo de reggaeton. Y me cuesta creer que con lo que nos costó librarnos del corsé y el miriñaque, las mujeres estamos dispuestas a pasar de nuevo por la tortura de reducir nuestro abdomen y cintura a base de sudor, dolor y lágrimas. ¿De verdad nos apetecer vestirnos como en el siglo XVI? Cuatrocientos años más tarde parece que queremos volver a tener mal aliento y las costillas solapadas, efectos colaterales ambos de llevar corsé, como cuenta Louise Foxcroft en su libro "Calories and corsets".

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Una vez más, estamos ante una de esas modas absurdas, virales y peligrosas, porque, como apunta el fisioterapeuta Alex de Pablo de Physiosport, "con estas fajas, nuestra musculatura abdominal y paravertebral, tanto superficial como profunda, se hace 'vaga', deja de trabajar y, por tanto, se vuelve hipotónica (sin tono muscular). Esto provoca una falta de sostén sobre nuestro raquis y mayores patologías vertebrales al no estar correctamente protegida". Como asegura Domingo Sánchez, experto en fitness y autor de "Mujer en forma, el reto", "a medio plazo producen una postura más débil y un mayor riesgo de lesión".

Además, "la sudoración excesiva, que comercialmente se denomina 'eliminar líquidos', pero que realmente es una 'deshidratación', no es nada saludable y resulta ineficaz para conseguir cambios en la composición corporal, ya que su efecto de reducción del volumen de la zona se recupera al hidratarse. No tiene justificación, ni sentido, su efecto inmediato es a muy corto plazo, porque a las pocas horas habrá desaparecido. Por ejemplo, en una sauna sudas mucho, pero no quemas ninguna caloría. Estas fajas producen el mismo efecto. Al impedir la propia transpiración de la piel, el calor aumenta y el organismo, para intentar evitar este aumento de temperatura, expulsa agua en forma de sudor para enfriar la piel. Sin embargo, al encontrarse con la barrera del tejido no lo consigue, así que realmente estamos limitando una función fisiológica básica del organismo", añade Domingo.

Así que sudar más no significa quemar grasa (insisto), porque como apunta la Dra. Iratxe Díaz, Directora médica de Laser2000, "estas fajas por sí solas no pueden destruir células grasas, ni siquiera las térmicas. Está demostrado que el aumento de temperatura del tejido graso entre 42 y 47 grados, de forma continuada durante 21 minutos, consigue destruir células grasas, pero para lograr este efecto sin dañar la piel, debemos usar tecnología que tenga termólisis selectiva como, por ejemplo, algunos dispositivos láser. Aunque el uso de fajas puede estar indicado en el postoperatorio de ciertas intervenciones, siempre debe ser pautado por un especialista, ya que un uso prolongado puede derivar en una hipotonía muscular (disminución del tono muscular) y un aumento del volumen por distensión de los músculos abdominales".

Y para quien tenga la tentación de ponerse uno de esos corsés a lo Kardashian las 24 horas del día, la Dra. Iratxe Díaz advierte que "su utilización permanente puede producir una mayor humedad y generar, a su vez, hongos o micosis. Además de una atrofia muscular, que aumente la distensión abdominal, un mayor volumen y flaccidez abdominal".

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Entonces, ¿cómo podemos bajar unos centímetros? "Si queremos reducir la cintura, lo único que realmente funciona y, además, mejora la estabilidad de la columna es activar la propia faja de músculos abdominales. Esto no significa solo 'hacer abdominales'. Es un trabajo más orientado hacia la musculatura profunda (transverso del abdomen), métodos como Pilates o los sobredimensionados hipopresivos, sirven de ejemplo", dice Sánchez, quien, además, recomienda que "en los ejercicios de abdominales intentemos siempre 'meter tripa' antes de iniciarlos, así se activa esa musculatura profunda, mejorando el tono y evitando la flacidez o abdomen dilatado".

Y si en la sala del gimnasio ves a alguien con un cinturón o faja para levantar peso, una última recomendación, "es muy habitual observarlos en atletas de halterofilia en el manejo de grandes cargas, en el resto de situaciones es mejor no utilizarlos, porque anulan el trabajo de los propios estabilizadores internos. Actualmente, se recomienda utilizar un refuerzo en la región de la espalda baja solo para el manejo puntual de cargas muy elevadas y en personas entrenadas", añade Domingo.

Y, ante la duda, recuerda siempre esta conclusión de Alex de Pablo de Physiosport: "La pérdida de peso por deshidratación no significa pérdida de grasa".

Cristina Mitre es periodista, conferenciante y corredora. Autora de "Mujeres que corren: todo lo que necesitas saber sobre el running" y "Correr es vivir a tope de power", un día se calzó las zapatillas de correr y se propuso llegar lejos. Puedes seguir su aventura en su blog thebeautymail.es.