O por el azul. Pero también se lleva el amarillo... Y las instalaciones parque de atracciones, las esculturas por los suelos... Lo único que no es tendencia en el mercado del arte son los viejos. Los viejos maestros no son sexis. Y lo confirman las cifras. Bathsheba se vendió en Sotheby's por 2,2 millones de dólares en 1990. Es un lienzo firmado por el pintor francés Jean-Léon Gérôme (1824-1904), una de sus piezas importantes. En ella hay una buena dosis de orientalismo y su buen hacer academicista.

En junio pasado volvió a las pujas y estrenó dueño que tuvo a bien ofrecer 631.000 dólares por él. Fue el único interesado. El arte antiguo se vende poco. Solo el 25 por ciento de las ventas en subastas es de autores nacidos antes de 1875. Y, por el contrario, el 52 por ciento lo generaron artistas nacidos después de 1910. En esos días, en la temporada de subastas de Manhattan, en contraste, un Basquiat (1960-1988) batía el récord.

Un coleccionista japonés de 41 años soltaba 110 millones y medio de dólares por un cráneo de 1982. Y el empresario –se dedica al comercio electrónico– en su Instagram (@yusaku2020) parece tan normal.Buscar tendencias en el mundo del arte es como buscarlas en Zara –sí, la de Amancio–, hay de "todo", como en botica. The New York Times preguntaba hace poco, ¿por qué hay tantos artistas creando obras que yacen en el suelo? Se refería a las esculturas de Sam Moyer, Lynda Benglis o Karla Black que se derraman por la superficie para conquistarla. Por aquí hemos visto algunas de Guillermo Mora o Ximena Garrido-Lecca. Por fin, ¿una tendencia? No sé. Hablan de que en una época agresiva –¿dónde?– hay que tomar el suelo y acostarse. Hirst, Koons, Abramovic..., están en todas partes. No hay nada nuevo en ese listado.

El arte político, reivindicativo o social, conquista los museos pero, a la vez, después de tanto discurso monótono en blanco y negro –bastante triste pero necesario–, el mundo del arte también se quiere divertir. Ahí están las instalaciones para experimentar –casi atracciones de feria– de Yayoi Kusama, Pipilotti Rist o Carsten Höller. Sigo buscando algo más fácil con lo que convivir. A Anselm Reyle le debemos la proliferación de las pinturas de aluminio (léase, planchas de metal arrugadas). Se han apuntado a la moda Aldo Chaparro o Raúl Díaz Reyes. También hay un interés por los artistas latinoamericanos. Sobre todo, por ellas. Muestras como Radical Women: Latin American Art, 1960–1985 en el Hammer redescubre las obras de Lygia Clark y Ana Mendieta, junto a nuevos artistas emergentes como Leticia Parente y Zilia Sánchez.Cotiza a la baja –no se lo tomen al pie de la letra, por favor– la generación millenial que en un par de años multiplicaron por diez sus precios.

Pienso en Lucien Smith, Oscar Murillo o Secundino Hernández y sube la vejez de Carmen Herrera. La cubana tiene, nada más y nada menos, que 101 años y en activo. En periodo de rebajas está la fotografía aunque por una foto de Wolfgang Tillmans se peleen en Art Basel casi hasta arañarse –es un decir–. ¿El precio? 100.000 dólares. La pintura, incluso la figurativa, al alza. Maureen Gallace dibuja casitas y graneros de la costa de Nueva Inglaterra y acaba de exponer en el templo que formaliza la modernidad, el MoMa PS1. Su pintura tranquila enamora. Bienvenido neo-romanticismo.