Una de las cosas que más me gusta haber aprendido en la vida es a alejarme. Y no me refiero a poner distancia de nada, quiero decir a verlo todo desde arriba, se ve más, os aseguro. Desde allí lo importante salta a la vista y, una vez escrutado, se aprecia lo anecdótico. Aplicar aquí esta perspectiva, en los proyectos que valoramos antes de decidir si merecen ser publicados, es un recurso altamente eficaz. Lo primero que debe pasar el exigente filtro es "la caja", esto es, la arquitectura, las proporciones del espacio habitado, la entrada de luz y los recursos constructivos inamovibles. Sin una buena caja, no hay esplendor. Admitámoslo. Puede haber belleza, inteligencia, buen trabajo, excelentes materiales... pero esplendor, no. Voy a explicarme con pruebas, aunque intuyo que no es necesario para vosotros.

Empezamos con el apartamento madrileño creado por el arquitecto Héctor Ruiz Velázquez, por favor, detenéos en el diálogo que ha establecido entre las vidrieras originales del edificio y la moderna aplicación de la madera y el mármol delimitando visualmente los espacios, esa buena caja se ha convertido ahora en excelente. La luz que entra por los balcones que se abren a la Gran Vía es la gran aliada. Seguimos por París, el piso que hemos encontrado en la Rive Gauche no tiene mérito, su esplendor es congénito como el de tantas personas bellas. Las molduras en techos y paredes, el suelo en espiga de grandes lamas de roble, los salones concatenados... ¡tan haussmaniana! Así cualquiera, decimos y le damos un sobresaliente antes de examinarla.

Del palacio cuajado de arte en Umbría ni hablo, se me escapa un sollozo solo al intentarlo. Espléndido. Id a mirarlo sin perder el tiempo de leer esto. También la granja en Connecticut, transparente a los campos o la casa de Amberes con su ausencia de color y de ornamento... Sí, hay que encontrar la caja.

Marta Riopérez. Directora

Número 159 de la revista Elle Decoration, Noviembre 2017pinterest
William Waldron
Portada del nº 159 ELLE DDECORATION, noviembre 2017.