La belleza se fue, un día de 1913, y nunca volvió. Culpable, entre otros, nuestro amigo Duchamp. Antes incluso de poner un urinario en una peana y transformarlo en obra de arte, el francés había convertido una rueda sobre una banqueta en una declaración: "La belleza no importa. Lo que importa es el mensaje". Tristan Tzara, autor del manifiesto dadaísta, unos años después decía: "la belleza es un tipo de perfección aburrida, una idea estancada en la ciénaga dorada". Y nos dejaron sin canon de belleza. Adiós al orden, la proporción y la armonía que debían apreciarse en la obra perfecta según Aristóteles. Bye, bye a las palabras que escribió Tomás de Aquino secundándolo.

Incluso cayó en el olvido aquella otra premisa que añadió, cinco siglos después, Kant: "el arte perfecto es aquel que genera placer en el observador". Todo saltó por los aires. A principios del siglo XX lo bonito y lo feo empezaron a desvanecerse como adjetivos en el mundo del arte. Incluso en estos días, hemos relegado la belleza a ser solo una sección –recurrente, fija, obligatoria– de las revistas de estilo de vida. ¿Soy más de botox o de ácido hialurónico? Me despisto.

Vuelvo a este elogio a la belleza. Sí, esto es lo que quiere ser esta columna. Pero permítanme un apunte. Leo en un suplemento de The New York Times el artículo The Beauty of Ugly Painting (La belleza de la pintura fea). Sostiene el autor que un Garfield –el dulce gatito del dibujante Jim Davis– sobre una página de periódico y unos garabatos de colores de Laura Owens es una pintura fea y anuncia que el mundo del arte está obsesionado por las pinturas feas.

Avisados quedan de la tendencia, aunque esta obra de la norteamericana, con el que arranca el artículo es, en mi opinión, interesante, que es un eufemismo que se han inventado los críticos para no decir la palabra prohibida, bello. Entre otros ejemplos que cita el autor del artículo, obras de Philip Guston, Karen Kilimnik o Sigmar Polke. Por cierto, lo firma el crítico Charlie Fox que tiene un ensayo, Este joven monstruo, muy interesante (que no bello en este caso). "Al señor Fox hay que tomárselo en serio", dice su colega John Waters en The New York Times. Y la criatura solo tiene 26 años.

Puede que reivindicar la belleza sea una batalla perdida. Noto el fracaso. Solo pienso en eso cuando aporreo –a dos dedos– el teclado del ordenador. Para adelantarme y por miedo al mismo, sugiero dos lecturas que pueden salvarme de este naufragio. Seguro de que ellos, Maestros con mayúsculas, expresan mejor lo que intento. El primero es El abuso de la belleza, del profesor y crítico Arthur C. Danton. "El discurso de la redención estética nos asegura que, tarde o temprano, todo arte nos parecerá bello, por feo que se muestre al principio", afirma. Y habla de la frustración que debía sentir Damien Hirst cuando alguien encontró belleza en la vacas putrefactas metidas en formol. Me atrevería a decir que el británico estaría encantado. Más, tras ver su última exposición preciosista, a ratos relamida, pero interesante –¿recuerdan?–, en el Palazzo Grassi y Punta della Dogana. Sigo con los consejos. La historia de la belleza de Umberto Eco es otro imprescindible para los defensores de lo que puede llegar a ser sublime.

YouTube nos hizo pensar que solo lo grotesco, la burla, la gansada… eran capaces de despertar nuestra atención. Pero llegó Instagram y descubrimos que lo bonito vende o, por lo menos, acumula likes. Hay esperanza en el horizonte. ¿Recuerdan que quería hablar de la belleza? Todo era para recomendarles algunos cuadros bellos del próximo ARCOmadrid. Una selección llevándome, por lo que veo, sin preguntarme por el mensaje del artista. ¿Será una blasfemia? ¿Serán piezas vacías si reniego del significado? El poeta Rafael Argullol declara que la cultura tiene miedo a la belleza y a la subversión de la belleza. Yo no.

A ARCOmadrid hay que llegar con la lista de la compra hecha. De esta edición será interesante el programa Diálogos y dos propuestas en concreto, las de las galerías berlinesas Arratia Beer (con Fernanda Fragateiro y Anna Virnich) y Barbara Wien (con Luca Frei y Vaclav Pozarek). En la sección Futuro, no perderse al artista Goran Trbuljak, en la alemana Gregor Podnar. Para terminar, la belleza en un aforismo, "el corazón necesita sangre, los pulmones aire, la boca saliva, los músculos movimiento, el cerebro cambio y la mente belleza". Lo firma el científico y escritor Jorge Wagenberg. •