Una vivienda única en un edificio del XIX
Aquí vive Luis Bustamante, uno de los top del interiorismo, rodeado de una colección privada de arte propia de un museo que exhibe en una caja compacta y sobria.
Crear espacios y distribuirlos con éxito, lograr un estilo personal o recrear un modo de vida son las metas básicas de todo interiorista, y llevarlo a cabo en su propio terreno vital cobra una importancia notable. Lo comprobamos nada más entrar en el piso de uno de los decoradores con más proyección internacional desde que fundara su estudio y comenzara su trayectoria en México, a principios de los 90. Nueva York, Miami, Londres, Gstaad, Caracas o República Dominicana son algunas de las ciudades donde ha firmado proyectos. Todos ellos tienen un hilo conductor, el arte. Esculturas clásicas y maquetas de arquitectura conviven con obras realizadas por algunos de los grandes nombres del panorama contemporáneo. Es como estar en un pequeño museo. En su pied-à-terre madrileño y a un paso de su estudio, Luis Bustamante ha creado un espacio "compacto, donde el hall se ha convertido en biblioteca, bar o comedor, si lo requiere el momento. Es un lugar que me representa y me gusta, donde la mesa central, con tapa de bronce de Ado Chale, destaca como pieza artística que organiza el ambiente", añade. Sin duda, su mejor carta de presentación.
La casa está en un edificio de finales del siglo XIX y se redistribuyó por completo. Tanto continente como contenido, entonan una misma clave de materiales, colores y acabados, desde el mobiliario, de firmas inglesas o de diseño propio, a las obras de arte y la caja que lo contiene todo. "Quería lograr que cuando estás tomando un cóctel, te sientas siempre en el mismo tipo de ambiente", indica. Del hall al aseo de cortesía o al pasillo, -esta zona intermedia entre salón y área privada-, todo está trabajado con idéntico cromatismo y acabados. El lacado en brillo gris, el suelo de granito y la forma de iluminar en claroscuro marcan la continuidad visual. "La zona privada es complementaria, más suave en roble gris claro, porque he buscado menos dramatismo, más paz, en contraste con la teatralidad del salón", dice.
No se considera coleccionista "en absoluto" pero lleva su afición por el arte al terreno doméstico, dándole un tratamiento especial como si fuera una especie de galería donde exhibe a los autores que más le identifican y "siguen la misma línea conceptual de mis trabajos y la gama cromática en blanco, negro, tonos arena...", explica. "De repente, me da el yuyu y necesito colores que para mí son como llamas que ponen el cerebro en funcionamiento, frente a ese fondo neutro. De hecho, hasta en pintura me voy hacia El Paso o a Tàpies, artistas con los que me identifico claramente, más dramáticos y ligados a una tradición española, muy zen", indica. Quizá lo primero que adquirió fue un dibujo de Hernández Pijuan, y lo último, un Otto Zitko, nombres que confirman esa sobriedad. Mientras las paredes se visten de arte, algo que caracteriza a sus obras es cómo trata suelos y techos para añadir teatralidad a las zonas pensadas para compartir. En el mismo sentido, las ventanas con lamas de madera, enfantizan la idea de dar peso al paisaje interior, crear un ámbito de recogimiento donde disfrutar del bienestar y de objetos que definen una personalidad y añade: "Puede parecer fácil pero tiene su complejidad".
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