Interiores en blanco fresco, luminoso, sereno y elegante
Así es el blanco, un color con cien tonos al que se rinden los interiores más sofisticados. Este verano apostamos por el destello de luz del total white.
No hay color que tenga más simbolismo que el no-color blanco. Que si pureza, que si paz, que si limpieza, que si luz… El caso es que el blanco es un arma arrojadiza que unos interpretan como insípido aburrimiento y otros como exaltación cuasi religiosa. ¿Y quiénes somos nosotros para discutirlo? Allá cada uno con su modo de ver, que diría John Berger. Durante el último Salone del Mobile en Milán, se celebró un proyecto en torno al blanco que implicaba a prestigiosos lugares de la ciudad como la Pinacoteca de Brera o el Palazzo Cusani, un itinerario creado por el siempre agudo Giulio Cappellini, para reflejar las diversas tonalidades del blanco y sus facetas simbólicas.
Y es que el blanco, ahí donde lo ven, tiene más tonos de los que uno se pueda imaginar, y si no pregunten a un esquimal, que por lo visto distingue unas treinta variedades cuando le echa un vistazo a la nieve. Pero lo fascinante de este asunto es ser testigo de la vehemencia con que los occidentales cultivados podemos defender un matiz. Conozco a un señor en París que se peleó con su decoradora porque, literalmente, ella estaba irracionalmente obsesionada con el blanco RAL 6010… No sé si sería ese mismo que utilizó Philippe Starck en su día para hacer el Hotel Delano de Miami, que causó furor en la época y cuya gran baza fue que toda la decoración, y digo TODA, fuese blanca. Algo tan simple que causó tanto impacto. Seguro que Starck conocía la repercusión de la obra de Jean Pierre Raynaud, el artista francés que en 1969 había hecho de su propia casa un manifiesto de su yo cubriéndola por entero de azulejos blancos dispuestos en una retícula repetitiva y fascinante. También el misterioso diseñador de moda Martin Margiela ha hecho siemprede los interiores blancos de su estudio o sus puestas en escena para los desfiles, una verdadera seña de identidad, un lugar donde de-
saparecen las referencias externas, un lienzo en blanco en el que su obra se analiza sin interferencias. Y hablando de lienzos en blanco, esa sí que fue una revolución para el arte contemporáneo. El primero que lo hizo fue el pintor suprematista Kasimir Malevich en 1918, produciendo un shock que sacudió las mentes de la sociedad de la época.
En el fondo, idéntico cuestionamiento, esta vez sobre las relaciones humanas es el que se desencadena, también a partir de la compra de un cuadro blanco en la obra de teatro Arte de la autora Yasmina Reza. Otro artista que apostó por el blanco fue Robert Rauschemberg y lo hizo con sus cinco paneles blancos del año 1951. Pretenden la ilusión de una pintura que pareciera no haber sido tocada por la mano humana, como si hubiesen llegado al mundo de una forma totalmente pura.
Y Robert Ryman que así mismo realizó un lienzo blanco continuando esa tradición de rechazo de la sustancia. Según él, "el blanco tiene una tendencia a hacer las cosas visibles; en blanco puedes ver matices; puedes ver más". En diseño, uno de los creadores que más ha confiado en el blanco para sus instalaciones es Tokujin Yoshioka. Recuerdo su instalación para Design Miami hace unos años, un gran espacio reconvertido en un paisaje nuboso realizado a partir de millones de pajitas para beber. Una visión surreal del espacio en el que se difuminan las fronteras y uno parece flotar. Ya decía Kenya Hara en su libro White, que la esencia del blanco está relacionada con el origen de la estética japonesa, con la idea de vacío.
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