Un apartamento en París rebosante de 'charme'
Un enigmático y sofisticado apartamento vestido en dorado, blanco y azul con recuerdos del antiguo París, y piezas retro o contemporáneas creadas por el diseñador Pietro Russo.
Place Dauphine, en el I Distrito de París, construida a principios del s. XVII, en el lado más occidental de la Île de la Cité. En esta plaza de bohemio sentimiento, encontramos el apartamento de Mélanie y Frédéric. Sus bulliciosas calles, cercanas al Pont Neuf y la Place des Vosges, albergan bonitos restaurantes, cafés y galerías de arte. El lugar podría aparecer en cualquiera de las pinturas costumbristas del barrio de Montmartre, su forma triangular inspiró al italiano Pietro Russo para crear la escenografía de este hogar parisino. El diseñador escogió y creó piezas peculiares que aludían al pasado y aproximaban periodos históricos distantes entre sí. Su amor por el arte italiano, los productos artesanos y lo hecho a medida, vincula su trabajo con la valía de crear algo único. El aire retro y futurista de las obras de Russo, encaja en esta casa clásica que comparte lenguaje con el diseñador. "Los objetos que encuentro son como máquinas del tiempo, se refieren a un lugar, persona o ambiente.
"Quebrantar su función y descontextualizarlos ha sido siempre una de mis pasiones", dice Russo. El tocador Selene, la consola Pagoda o el aplique Sat, todos, en un ambiente doméstico, acogen formas cautivadoras que exhiben la elegancia de los brillos y el poder de la sencillez. La figura del triángulo está presente en cada mueble o recoveco, dado su simbolismo y vínculo con la idea de perfección, balance y estructura, Russo quiso incluirla en su creación de una atmósfera escénica con sabor retro. Se trató de crear una armonía entre el pasado y sus históricos elementos, con el estilo más simplificado de Russo.
El diseñador jugó con la luz de la ciudad para crear espacios claros, con tejidos aterciopelados y vivos, que acompañaran el sosiego de las mañanas francesas. En cambio, en espacios como el baño o la cocina, optó por una oscuridad íntima y complaciente. "Las habitaciones más pequeñas son siempre las más acogedoras", dice Russo. El interiorista no abandonó la idea de crear un espacio donde la vida cotidiana pudiera disfrutarse imperturbable. Para ello, organizó el salón como una cálida estancia donde el fuego de la chimenea pudiera crepitar acorde a las delicadas notas del gran piano. Pura sofisticación.
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