Un piso con mucho charme
En lo que fueron unas viejas, oscuras y compartimentadas oficinas, el arquitecto Héctor Ruiz Velázquez ha creado una casa innovadora y versátil que no renuncia a su pasado ni a sus elementos originales
Qué agradable sensación escapar de la bulliciosa Gran Vía madrileña y acceder dentro de un antiguo edificio, a este apartamento, que más bien parece un oasis. Un olivo, al que acompaña el rumor del agua de un pequeño estanque, te reciben en la entrada. El piso, que originalmente acogió unas antiguas oficinas estatales, ha sido totalmente reformado por el arquitecto Héctor Ruiz Velázquez, artífice de su nuevo estatus y cambio de vida.
De un lugar oscuro, lleno de paredes y muros, Héctor Ruiz se propuso crear un espacio luminoso, acogedor y envolvente. Desde el recibidor, que él plantea como un camino hacia el salón, estas vidrieras, propias del edificio, frente al estanque, comparten espacio con una obra abstracta de Vicky Uslé y la escultura "Coniglieschio", de Massimo Giacon y anticipan que, aún con espíritu contemporáneo, la casa no renuncia a su pasado, ni a los vestigios de su antigua arquitectura.
El luminoso salón, de grandes ventanales, es ahora un espacio cálido creado con nobles materiales. "He elegido la madera y el mármol que recuperan el gusto clásico por lo natural", dice Héctor Ruiz Velázquez. Su maestría le ha permitido rentabilizar la altura, dado que los techos no eran demasiado altos, y deshacerse de toda la excesiva compartimentación de la antigua oficina. "Tenía claro prescindir de todo muro innecesario, para apostar por un espacio abierto y claro que permitiese la interacción y el desahogo. Es necesario que la arquitectura te haga sentir algo", continúa diciendo Héctor.
El gran salón está protagonizado por una chimenea encastrada dentro de un mueble, diseño del propio arquitecto. El fuego no lleva mucho tiempo encendido, pero el ambiente es cálido y acogedor, una alfombra, de Lorenzo Castillo, preside la zona de estar, decorada con sofás y una icónica butaca de Gio Ponti, todo de Molteni. El color rojo del cuadro de Natalia Palazón y los jarrones vintage de cristal italiano, sobre la mesa del comedor a uno de los lados, brillan de una forma especial. Los materiales naturales con los que fue construido el apartamento, junto con los escogidos muebles de diseño, permiten la convivencia, de estilos y épocas, en un espacio diáfano, versátil e innovador.
Tras la zona de estar y comer, una de las vigas originales, pintadas a tono con el estilo de la casa, aisla a la zona de la cocina, elevada y totalmente integrada, vestida del mismo mármol y madera que reviste el apartamento. Su gran acierto: la encimera de mármol que puede desplazarse para convertirse en una barra de bar. Todo, hasta la luminaria, ha sido diseñado a medida por Héctor Ruiz. Las líneas rectas de la arquitectura se suavizan con las redondas que aporta la decoración, también obra del arquitecto y presidida por los tonos tierra.
Los dormitorios son los únicos ambientes que se aislan a través de cálidas puertas de madera sin marco y escondidas en las paredes. El principal cuenta con un vestidor y un precioso lucernario cenital que le baña de luz. El propietario, que ha visto cumplido por tener una casa para vivirla en toda su intensidad, nos cuenta cómo es su velada ideal en casa: "familia, amigos, buena música y buen vino". Mientras, desde la ventana se distingue el bullicio de la calle, justo el reflejo opuesto de este interior, sereno y apacible. Es hora de encender la lámpara de pie italiana de los 60, acomodar los coloridos cojines del sofá y rendirse al relax. Sin duda, un proyecto logrado y exquisito. Realización: Mercedes Ruiz-Mateos
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