Floris Wubben. Joyas de barro
En el estudio del diseñador holandés, la mano artesana y la máquina, el virtuosismo y la técnica, se alían para producir piezas únicas con materiales naturales como la arcilla o la cerámica.
Los materiales naturales son bellos; y si dan cuerpo a piezas únicas, doblemente bellos.
En un mercado invadido por objetos fabricados en serie con métodos en los que no interviene el artesano, irrumpen las creaciones del diseñador holandés Floris Wubben. Éstas ponen en valor la mano del maker, que influye de manera determinante sobre la máquina semi industrial empleada en su producción artesanal.
Floris ha inventado las máquinas y también las técnicas que permiten moldear el barro y la cerámica, para producir piezas cuya forma y tamaño pueden ser modificadas, gracias a ajustes realizados manualmente. Jarrones, cuencos, lámparas, mesitas en barro, cerámica y porcelana salen de su taller en Amsterdam -en el que trabaja un equipo de seis personas- y se venden en selectas galerías y tiendas de art-design de todo el mundo, o están en prestigiosos museos. La materia prima se expresa por sí misma en ellos. "Casi siempre, diseño primero el proceso técnico. Después son el propio material y la técnica los que me llevan a la función final, y así el objeto surge por sí solo", nos cuenta.
Nació en Naaldwijk, cerca de Rotterdam en 1983, y se formó en la Thomas More Academy en Bélgica. "Tengo la sensación de que siempre quise ser diseñador. No es una profesión, es un estilo de vida", confiesa. El barro es su material favorito, y algunas semanas en su taller se procesa hasta una tonelada. "Puedes sentir intensamente la tierra cuando estás creando el objeto", concluye.
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