Hace años conocí a un diseñador de jardines que antes de aceptar un encargo tenía que convivir un fin de semana con los posibles clientes. Me quedé sorprendido porque me pareció una exageración y se lo hice saber. Me dijo que un jardín era algo muy importante porque pertenecía al territorio de las emociones más profundas, que formaba parte de nuestro yo más íntimo y que, para que el diseño fuera excelente, una vez acabado, el cliente tenía que reconocerse en él desde el primer segundo. Asumo que entonces yo era demasiado joven para entender del todo el mensaje, pero sentí que realmente tenía toda la razón.

Ahora veo lógico que este diseñador, que se retiró muy pronto, en su último trabajo, realizado para una pareja en una urbanización de lujo de las afueras de Madrid, dividiera la finca en dos zonas claramente diferenciadas: para él un jardín zen, para ella un jardín romántico inglés. Sobre el papel casi una barbaridad, en la práctica, sus clientes pasaron automáticamente a ser sus amigos para el resto de su vida.

Yo también me hice su amigo incondicional porque, entre otras cosas, me enseñó a ver más allá y a entender que todos tenemos un jardín en nuestro jardín.

Ciuco Gutiérrez. Cantabria. 1956
Artista plástico. Director del Máster Internacional de Fotografía 
Conceptual de EFTI. (Madrid).
www.ciucogutierrez.com