Fábricas de sueños
El arquitecto neoyorquino ha dado forma a las tiendas de la firma Louis Vuitton y a su primera joyería. Te presentamos a ‘Pedro El Grande’ y te enseñamos algunas de sus creaciones.
El 'policía Pete'
Recuerdo la primera vez que vi a Peter Marino (Nueva York, 1950). Era una mañana de octubre de 2005, durante la apertura de la tienda insignia de Louis Vuitton en los Campos Elíseos. Parecía un personaje sacado de los cómics del artista gráfico de los sesenta Tom of Finland. Con un marcado bigote y una tupida barba, lucía unos pantalones apretados de cuero negro, un arnés con broches de acero, botas de motorista con punta de metal y unas gafas de aviador bajo una gorra con la imagen de un perro bulldog. Como detalle, tatuajes de un fénix, un dragón y una pantera negra adornaban sus bíceps.
A pesar de su aspecto a lo Village People, no me encontraba ante un macarra, sino ante un renacentista del siglo XXI. Apasionado coleccionista de arte, prestigioso arquitecto y diseñador de interiores, ‘el policía Pete’ –como le llaman con cariño en su estudio– es un personaje clave de la escena artística internacional y un gurú entre los presidentes de los conglomerados de la moda. Desde que comenzó a despuntar en los setenta, tras diseñar The Factory, el piso de Andy Warhol y las casas particulares de Armani, Agnelli y Valentino, los encargos no han dejado de lloverle.
Y es que este americano con sensibilidad europea ha dado forma a espectaculares tiendas de todas las firmas imaginables –Fendi, Chanel, Loewe…–, dotando a cada una de una identidad propia. «Mi historia de amor con la moda comenzó en los años ochenta, cuando me encargaron mi primer proyecto para los almacenes Barneys de Nueva York. Después llegó el resto. La gente me pregunta cómo puedo hacer tiendas para Dior, Chanel o Louis Vuitton y todas tan distintas. ¡Sería un idiota si las hiciera iguales! Cada firma posee un alma, una personalidad diferente, y debe percibirse nada más traspasar el dintel de la puerta», asegura. Será por esto, y por su talento, por lo que el magnate Bernard Arnault se fijó en él en 1996 y le encargó la primera Maison Vuitton en los Campos Elíseos. Una relación de amor que dura ya más de quince años. «Este primer encargo y su posterior rehabilitación, en 2005, fue todo un reto. Al estar en la ciudad donde nació la marca, el mundo entero percibe esta flagship como la verdadera Louis Vuitton. Y no es una broma: la tienda de los Campos Elíseos recibe al año más de tres millones de visitantes. Es como el Louvre».
Para concebir cada una de las doce que ha realizado hasta la fecha, el arquitecto se ha sumergido en el ADN de la centenaria casa. «Me empapo de su espíritu, defino su esencia, tan unida a esos maravillosos acabados de sus artículos de piel, e intento transmitirla». Y es que desde el momento en el que el término maison se une a la marca, el concepto de tienda cambia para transformarse en templo del deseo. La idea de experiencia de compra se lleva aquí a su punto álgido al integrar todos los universos de Louis Vuitton e incorporar artistas en cada espacio para subrayar la relación de la firma con el mundo del arte. «Siempre he dicho que el objetivo de una tienda tiene que ser provocar deseo. Y esto está en relación directa con la iluminación natural, para que los objetos parezcan más preciosos y especiales. Además, Louis Vuitton es pionero en el arte del viajar y eso se transmite cuando traspasas sus puertas, te adentras en otro mundo. Una vez allí, mi misión es que te sientas como en casa. Por eso creo espacios donde la gente pueda tocar y experimentar algo visual, emocional e intelectualmente. No quiero que piensen sólo que es bonito y se marchen».
Por eso, en cada una de las creaciones de Marino, el cliente se embarca en una aventura llena de sorpresas. Así, en la barra del Bag Bar de su boutique londinense se puede picotear la selección de bolsos colocados en un raíl ante los ojos de los clientes o, en las estancias de la Island Maison en Singapur, admirar las obras de Richard Deacon que salpican las paredes, o revivir los años dorados de la Cinecittà en su sede romana. Su más reciente exhibición de músculo ha sido la primera tienda de alta joyería de la firma en la parisina Place Vendôme. ¿Para cuándo su próxima propuesta? «Llegará, llegará…».
Nos damos un paseo fotográfico por algunas de sus creaciones, ¿vienes?
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