Una casa en el campo francés, vivir la naturaleza sin renunciar a la ciudad
Un antiguo chalet abandonado de los años 30, situado junto al municipio de Montrouge, se reinventa como casa para vivir en contacto con la naturaleza sin renunciar a la urbe. La autora: Veronika Isker.
Escuchar el sonido de los pájaros y las campanas, ver pasar las horas mirando hacia una infinita paleta de verdes, oler el aroma del jardín... y hacerlo a tan solo 20 minutos del bullicioso centro de París, es un placer soñado por la interiorista Veronika Isker que ha hecho realidad en su nuevo hogar. Se encuentra en Montrouge, una comuna francesa en la región de Isla de Francia, en los Altos del Sena, cuyo nombre une las palabras "montaña" y "rojo" por el color de la tierra en esa zona.
Cuando la interiorista encontró este antiguo chalet de los años 30 abandonado a lo largo de décadas, sintió un crack mental. "Lo que me impactó fue ver un jardín poblado de árboles y de aspecto salvaje frente a un interior vacío y completamente deshabitado", comenta. La planta del peculiar edificio de dibujo naïf, a base de líneas rectas y estructura austera, con toques un tanto industriales, ha quedado ¡por suerte! prácticamente intacto. Veronika Isker ha reinterpretado esta suerte de cabaña de montaña reformando lo existente y ampliando un ala para crear: "un espacio de intimidad y dedicado al bienestar". Es un ambiente en el que la tribu de niños y amigos comparten, dialogan, se divierten... y lo hacen circulando libremente de la cocina al comedor o del salón al despacho porque la distribución, como todo el concepto decorativo, sigue más a las emociones que a lo racional.
En ese sentido, el impactante tono rojo que podría hacer referencia al nombre "montaña roja" de Montrouge, sin duda, te atrapa desde la entrada. Luego, se declina en una paleta totalmente opuesta en rosa y verde pastel que envuelve todo con un halo de tranquilidad y sosiego. El que se ha logrado en la ubicación del dormitorio principal, a ras de suelo, en una zona donde de noche reinan el silencio y los sonidos del campo. Para Veronika era fundamental "que los espacios identificaran mucho el estilo de vida familiar. He creado tanto espacios de recogimiento como lugares de reunión, para compartir agradables ratos todos juntos. Las aberturas hacia el jardín ofrecen una sensación de exterior en el interior que aporta ¡un soplo de oxígeno!", comenta. A ello contribuyen complementos étnicos y artesanales, piezas vintage o muebles escandinavos... todo muy cosy.
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