Una iglesia convertida en casa
Tocada por la gracia del fotógrafo Massimo Vitali, esta iglesia del siglo XIV ha pasado del abandono a la sofisticación. Hoy es su casa familiar, un espacio diáfano donde la calma,la luz y el silencio son sagrados.
Es posible que a los admiradores del fotógrafo italiano Massimo Vitali (Como, 1944) no les sorprenda demasiado conocer el impresionante espacio en el que vive. Sus célebres fotografías panorámicas que captan a multitudes disfrutando de un ocio masificado en playas, piscinas, pistas de esquí... -imágenes que captura siempre aupado desde una plataforma de 4 m de altura-, nos hablan de un artista que ama los puntos de vista elevados y busca siempre una perspectiva diferente. Y así lo ha hecho al elegir como vivienda una capilla del siglo XIV, con techos abovedados y paredes desconchadas de 12 m, que parecen susurrar su historia de seis siglos, situado en la localidad de Lucca, en La Toscana. Desde hace dos años vive allí con su esposa, la historiadora de joyas Annette Klein, y su hijo Otto, tras una reforma que duró 18 meses y cuyo objetivo fue hacer habitable un recinto que había permanecido vacío durante años. "Estaba en un estado terrible, las paredes y los techos en muy malas condiciones, había agua por todos lados...", nos cuenta.
Durante el siglo XX este recinto, que ya no estaba destinado al culto católico, fue, sucesivamente, gimnasio para prácticas de esgrima y boxeo de jóvenes fascistas en los años 30 y 40, almacén de electrodomésticos y sanitarios e incluso aparcamiento de coches en sus zonas exteriores. En 2013 la adquirió Massimo al descubir en ella el lugar de sus sueños que había buscado durante décadas en La Toscana. "Siempre había querido una vivienda especial, no convencional. En Lucca hay preciosos apartamentos históricos pero, después de un tiempo, se convierten en algo aburrido. No he buscado una iglesia para vivir, sino que he encontrado allí precisamente lo que quería", nos cuenta. Y esto es "tener muchos metros libres. Hay más lujo en un lugar como éste, con muchísimo espacio que no se utiliza, que en un precioso apartamento abarrotado de objetos. Me gustan las cosas que no tienen función ni uso". Al tratarse de una iglesia italiana antigua, legalmente no podía ser dividida. De manera que el fotógrafo se enfrentó al desafío de reformar sin casi tocar, preservando la distribución original y la estética originales.
Además de la antigua capilla, donde vive, Massimo adquirió la sacristía contigua. Paola Sausa y Paolo Bertoncini Sabatini, de Momus Arquitectos, encabezaron una reforma que buscó reparar los techos abovedados y las paredes, conservando su aspecto primitivo, y construir un entorno familiar en una planta diáfana y abierta de 180 m2. Se crearon dos zonas de dormitorios, en altura y enfrentadas, siguiendo una disposición que recuerda a la de los templos católicos: sobre la entrada, en donde está el órgano, se instaló una gran estructura de hierro, que acoge el dormitorio de su hijo Otto y una librería; y en el extremo opuesto, sobre la zona donde estuvo el altar, se levantó un gran cubo de madera que alberga la habitación de Annette y, arriba del todo, la de Massimo. "Mi mujer prefería dormir en un espacio cerrado; yo, en cambio, lo quería abierto. El techo de mi dormitorio es el de toda la iglesia" señala. A excepción del suelo, que se sustituyó por uno nuevo "todo está exactamente igual a como nos lo encontramos", sostiene. "De todo, lo que más me gusta es la luz natural y el espacio", puntos cruciales para un maestro de la imagen como él. •
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