Antonio Arola. El narrador de la luz
El color (mucho), el agua y, por supuesto, la luz marcan el último trabajo del diseñador catalán, una instalación interactiva que conmemora el centenario de la firma Simon. Con ella y sus evocadoras lámparas demuestra que es un creador de alto voltaje.
Antoni Arola (Tarragona, 1960) hay pocas cosas que se le resistan. De su cabeza han salido desde mobiliario hasta envases de perfumes, pasando por proyectos de interiorismo y, especialmente, de iluminación (ha trabajado para editoras como Santa & Cole, Metalarte o Vibia, con las que ha ganado diversos premios). A esta lista hay que añadir las instalaciones, como la última que ha creado para la firma de material eléctrico Simon, denominada Espacio 100, donde pulsa el botón de las emociones a base de juegos cromáticos. Tal vez por su polifacético currículo, Arola es poco amigo de las etiquetas: "Me cuesta bastante definirme. Parece que hoy en día hay que ponerle una etiqueta a todo y yo tengo varios hashtags. No soy sólo un lighting designer o un diseñador de lámparas. Me considero un creador en general, aunque quizá la luz sea mi referente".
¿Qué papel juega ésta en el espacio?
Es fundamental, no sólo en un interior, sino en la vida. Genera la atmósfera y el clima, es lo que rige un ambiente y le da su calidad.
¿Cada vez hay mayor cultura de la luz?
Sí, y de todo en general. Hay gente más preparada para el mundo de la iluminación, los materiales… Yo creo que se debe a internet.
¿Qué enciende la chispa de tu inspiración?
Depende de la época. Pero en general la encuentro en el trabajo y la vida, los viajes, la naturaleza, la geografía, la literatura, las experiencias, las amistades, las comilonas, las depresiones, las frustraciones… Aunque nos guste más lo bonito, una buena nostalgia puede generar algo importante.
En el diseño de lámparas la funcionalidad es esencial. ¿Cómo se conjuga ésta con la estética y la belleza?
Depende de cómo la entendamos. Tenemos una manía heredada de nuestros abuelos que concibe la funcionalidad como que se pueda coser debajo de una lámpara. Es una de sus utilidades, pero hay otras que no son tan prácticas, como alumbrar para ver la televisión, hacer el amor… Muchas de mis luminarias dan una luz de luna ¡y ésa es su función!
Quizá crear ambiente sea un nuevo uso...
Claro, ahora como ya existe luz para todo, tenemos un abanico de opciones muchísimo más amplio, gracias a Dios.
O gracias a los que diseñáis lámparas…
(Se ríe). Bueno también. Aunque las mías proporcionan poca luz en general.
Cada vez la gente aprecia más esto ¿no? Los modelos de pie o de sobremesa frente a los de suspensión para ambientar…
Exacto. Las lámparas de techo son para limpiar la casa (comenta entre carcajadas). Yo nunca he tenido, no me gustan. Además, está bien que la noche sea noche. No se puede pretender tener luz de día al anochecer.
¿Tú crees que éste es el mayor lujo cuando hablamos de iluminación?
Por supuesto. Que no se conciba la luz como una necesidad primaria, sino secundaria o incluso terciaria. Que te puedas permitir el placer de disfrutarla. ¡El verdadero lujo es tener una lámpara que no sirva para ver!
Ahora que no nos oye nadie: ¿de cuál de tus creaciones te sientes más orgulloso?
De todas. Cada una tiene su gracia… o su desgracia (bromea entre risas).
¿Alguna que te haya costado más diseñar?
No te podría decir una en particular, pero es verdad que hay lámparas que salen fácilmente, con mucha intuición, y otras que llevan mucho trabajo. No se sabe por qué, no sé si es la época, la inspiración, el cliente…
¿Cuánto tardas en diseñarlas?
Desde que nace la idea hasta que están en el mercado, mínimo un año y medio y máximo dos años. ¡El embarazo es largo! (Se ríe).
¿A qué creadores admiras?
A James Turrell, porque desmaterializa el espacio físico con la luz. A Bob Wilson, un mago de la escena, del color y la iluminación, que escenifica de una forma muy distinta y ha creado escuela. Y a Olafur Eliasson, que es el gran experimentador: coge cualquier cosa, la pone en su taller y la hace real. Es casi un poco científico, recrea situaciones que todos hemos visto, como un reflejo o una sombra, y las pasa a limpio.
¿Alguna vez te pones en modo off?
Sí, claro, muchas veces. Cuando no diseño, hago de todo: viajo, pienso, dibujo, leo, fotografío… Pero lo que más me ayuda a desconectar es el mar y cocinar. También hay otras cosas, pero no se pueden confesar.
(Y se despide con una gran carcajada).
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