La re-evolución de los tapices
Los tapices de épocas pasadas abrigan las paredes más actuales, como obras de arte que son. El factor de relatar a través de los tapices pervive hoy en el trabajo de algunos artistas contemporáneos.
En la Edad Media floreció en Europa el arte de los tapices, que se utilizaban para contar historias bíblicas principalmente, pero también mitos clásicos o hechos históricos a una audiencia poco cultivada y necesitada de adoctrinamiento, a la que el asunto le llegaba más claro y llano. Y no crean, no eran un arte barato.
A Rafael le pagaron cinco veces más por los que hizo para adornar los muros de la capilla Sixtina, que a Miguel Ángel por el fresco del techo. El caso es que ese factor de relatar pervive hoy en el trabajo de algunos artistas contemporáneos. En particular, en la obra de mi ídolo, el gran Grayson Perry, que utiliza nuevas tecnologías digitales para dar vida a historias que ilustran apasionantes temas como la fascinación de los británicos por el gusto y la clase o el análisis de lo que significa la masculinidad y la identidad en el contexto del s. XXI. Sus tapices, de colores vivos y personajes extravagantes, preservan en cierto modo la composición de los tapices religiosos renacentistas, solo que en ellos se habla de la protesta política, el cotilleo de las celebrities o la estética hiperfemenina de las discotecas de extrarradio.Hubo épocas en que los tapices disminuyeron esa capacidad de comunicación. Por ejemplo, cuando se volvieron abstractos en los años 20, de la mano de la escuela Bauhaus con Anni Albers al mando. O puede que entonces quisieran transmitir esa falta de pasión que huía de lo narrativo por ser vehículo de sentimentalismos poco rigurosos.
Siguiendo su estela, Francia se convirtió en la líder de la revitalización de los tapices como forma de arte. Fueron muchos los artistas que dieron permiso para que sus obras fueran reproducidas en la manufactura de Aubusson, entre ellos Picasso, Georges Braque, Fernand Léger, Matisse y Miró. Hay quien dice que ese renacimiento a mediados del s. XX está asociado a la austeridad de la arquitectura del movimiento moderno. En realidad, originalmente contribuían a dar calor y absorber el sonido de las grandes estancias de castillos y palacios en que eran colgados, y ese despojamiento de aquellas construcciones tiene algo que ver con el reduccionismo formal de los edificios donde se cuelgan los tapices modernos, que con más frecuencia de la necesaria, tienden a ser fríos y un poco desolados.
Le Corbusier, que era muy suyo y curiosamente aficionado a ellos, decía que eran "murales nómadas", una declaración sorprendente en lo que tiene de afirmación a cerca de su aspecto decorativo. Y los tapices también conservan la posibilidad de ser armas políticas de información y transmisión de mensajes. Así lo entendió Vivienne Westwood, la diseñadora de moda eternamente rebelde y comprometida, que recurrió a Aubusson para realizar un paño en el que se denunciaba el problema del cambio climático y el tráfico de seres humanos para la explotación sexual y trabajos forzados. De hecho, fue después de que Sol LeWitt le trajese de China un tapiz con la cabeza de Mao, que al artista Chuck Close le dio por hacer tapices. Eso sí, nada abstractos; su retrato de Lou Reed es tan exacto que da miedo. De algún modo cumple con el papel amenazante que tuvieron en el pasado: si te portas mal…
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