La grande bellezza: Una torre en la Toscana
En una torre toscana del XIV, el arquitecto Roberto Baciocchi ha desplegado los objetos coleccionados con mimo a lo largo de su vida. Un 'totum revolutum' al que da coherencia su amor por la estética.
La búsqueda de la calidad y la personalidad, en todas sus formas. La experimentación continua, el respeto por la tradición y la reinterpretación de los cánones estéticos clásicos. La innovación y el impulso creativo. Éstos son los principios de la filosofía que rige al estudio del arquitecto Roberto Baciocchi en todos sus proyectos y la que ha llevado a la práctica en su propia residencia, una torre de muros de piedra situada enfrente de una iglesia quinientista, con la que comparte una pequeña piazza de Reazzo, la localidad toscana elegida por Benigni para rodar "La vida es bella".
La casa se desarrolla alrededor de un jardín interior, en el que el arquitecto realizó algunas excavaciones hasta devolverlo a su estado primigenio, y está distribuida en cuatro plantas conectadas por una gran escalera de piedra. Baciocchi, conocido por ser el colaborador en el que Miuccia Prada confía ciegamente para dar forma a sus tiendas y por firmar las rehabilitaciones de algunos edificios míticos de Italia, ha querido mantener el estilo original de la construcción (levantada en el siglo XIV, ampliada en el XVI y finalizada en el XVIII), restaurando, sin ocultar el paso del tiempo, sus molduras irregulares, sus grandes ventanales y sus techos panelados, atravesados por vigas a la vista y adornados con frescos. Pero este conservadurismo no se ha trasladado a la decoración, en la que el arquitecto ha decidido no atenerse a un solo estilo o época, y mezclar piezas tan dispares como antigüedades, primeras ediciones de iconos del siglo XX, creados por Matégot, Panton, Saarinem o Mangiarotti; alfombras con estampados ópticos y colores vivos típicos de los 70; diseños y prototipos ajenos y propios, y arte contemporáneo. Éstos son los objetos que ha coleccionado a lo largo de su vida, aunque asegura que los atesora, no por el hecho de poseerlos, sino por que quiere conservar lo que considera bello y rescatarlo del olvido. La experimentación y reinterpretación que promulga Baciocchi desde su estudio se hace patente en todas las estancias de la propiedad.
Desde las esculturas de yeso de la década de los 50 de Blancanieves y los siete enanitos, regalo de su esposa Rossella por Navidad, que nos dan la bienvenida al llegar, hasta el baño, una caja con suelo rojizo y con paredes y techo cubiertos por espejos antiguos y decorada con un sofá tapizado en terciopelo, cómodas vintage y sillas de principios del siglo XIX. El arte también ocupa un lugar en esta fortaleza y dialoga de forma muy estrecha con su arquitectura. El pintor Giuseppe Friscia ha intervenido en varios de los espacios con sus lienzos, que cubren paredes o sirven como puertas de armarios diseñados por el arquitecto o esconden entradas
secretas a atajos inesperados. Sin duda, la personalidad de Baciocchi, su amor por la belleza y esa dualidad en su trabajo, entre la excentricidad del lujo y la búsqueda de la esencia más pura de los espacios, impregnan cada rincón de su hogar.•
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