Nueve meses atrás, Bar Refaeli nos recibió en Israel, su tierra natal, para protagonizar con ELLE su último shooting antes de ser madre. La modelo (1985) estaba exultante, y, a pesar de que aún hablaba de la maternidad en tiempo futuro, reconocía que, como se trataba de algo que deseaba desde hacía tiempo, se veía totalmente preparada para asumir el nuevo rol.

Hoy, casi 20 semanas después del nacimiento de su hija (Liv), vuelve a enfundarse en sus medidas de top dispuesta a posar en exclusiva para la cabecera. Aunque no es la primera vez que se aparta de la pequeña por trabajo –en esta ocasión, la ha dejado en Tel Aviv con su padre, Adi Ezra, uno de los magnates del país hebreo (dirige una de las empresas de alimentación israelíes más importantes)–, nos pide que su visita a Madrid sea relámpago: fotos, entrevista y regreso a casa. ¡No hay tiempo que perder!

#ELLExBar4Ever. ¿Qué te sugiere el hash-tag con el que etiquetamos la portada de junio de 2016, contigo de protagonista?

Me hizo tanta ilusión y me pareció un gesto tan halagador, que fue una de las razones principales por las que me decidí a compartir con vosotros este momento tan importante de mi vida.

La última vez que coincidimos, estabas ya de ocho meses. Viendo de qué manera te has recuperado, parece que no ha pasado nada. ¿Cómo viviste la recta final?

Nunca fui la típica embarazada que se pasa el día tocándose la barriga. Tampoco me daba muchos masajes para aplicarme las mil cremas que te recomiendan. Ni mantenía conexiones con el bebé. Me gustó el embarazo porque es algo muy femenino, pero no es el estado en el que más deslumbrante me he visto, ni mucho menos. Mis amigas no paraban de decirme: «Pero ¿por qué no te acaricias la tripa?». Eso sí, ahora que sé lo que viene después, estoy convencida de que el próximo lo disfrutaré mucho más.

¿Te costó asimilar los cambios producidos en tu cuerpo?

En cuanto al peso, no. No era algo que me agobiase, aunque sí es verdad que me esforcé por estar en forma durante todo el embarazo. Hasta siete días antes de dar a luz, seguí con las tres sesiones de entrenamiento personal que hago puntualmente cada semana. Pero, cuando se acercó tanto el final, llamé por teléfono a mi entrenador y le lancé una propuesta: «Lo retomamos a la vuelta; estoy demasiado cansada, pesada y ¡muy perezosa!».

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¿Qué sentiste en el momento del parto?

Una hora después de que sucediese, le grité a mi marido: «Quiero volver a hacerlo. ¡Necesito sentirlo de nuevo!». Fue un día agotador porque estuve con contracciones desde la noche anterior y no dormí nada. En cuanto nació mi hija, supe que encajaría perfectamente en mi día a día. Yo cuento con la inmensa suerte de que mi vida no ha cambiado de un extremo a otro, pues, cuando no trabajo, estoy en casa. Además, puedo elegir en qué sesiones participo y en cuáles no. Ahora mismo no tengo obligaciones de cara al futuro, salvo aquellas que he decidido yo. A mí nadie me va a despedir si no me incorporo a la oficina cuando me corresponde.

¿De cuánto tiempo es hoy la baja por maternidad en Israel?

De tres meses con sueldo. Y, si quieres, puedes pasar otras 12 semanas fuera de tu trabajo, aunque sin cobrar. Me parece demasiado poco tiempo, se priva muy pronto al bebé de estar en los brazos de su madre. Afortunadamente, la nanny que cuida a mi niña es la misma que ha estado con los hijos de mis amigas. Pero la mayoría de las mujeres se ven obligadas a dejar a sus pequeños de tres meses en una guardería antes de ir a trabajar. ¡No sé cómo lo consiguen! Me parece una situación muy injusta.

En eso las mujeres lo tenemos más difícil que los hombres...

Trabajar duro nos toca hacerlo por igual a los hombres y a las mujeres. Plantear debates entre femenino y masculino me parece un error, no estoy nada de acuerdo con tu planteamiento. Lo mismo ocurre con los mensajes de empoderamiento femenino: no deberíamos ser diferentes. Hoy en día, la mayoría de las mujeres tiene que dejar su trabajo para dedicarse a su hijo, y ese es el verdadero problema. Otra de las razones por las que me siento tan afortunada es que mi marido colabora muchísimo en casa.

¿Te imaginabas que iba a involucrarse así?

Ha sido toda una sorpresa, ya que, hasta el nacimiento de nuestra hija, él nunca había tocado un bebé. Le daba miedo romperlos. Al principio, los niños hacen tan poquitas cosas que entiendo que a los hombres no les atraigan... Yo sabía que iba a ser un buen padre porque es un hombre con mucho que enseñar. Pero pensaba que, durante los primeros meses, no iba a estar demasiado presente. A la semana de dar a luz, sufrí una contractura horrible en la espalda: una mañana me desperté y no era capaz de ponerme derecha. Así que él tomó el relevo. Yo estaba a su lado para explicarle lo necesario, pero era él quien daba de comer a Liv, la bañaba, la vestía... Y se le dio todo perfectamente. Desde ese momento, me ayuda mucho más, y sé que su objetivo diario es llegar pronto de trabajar para estar con nosotras.

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¿Os pesa la responsabilidad de saber que, en gran parte, vuestra misión es la de moldear el carácter de una persona?

En cuanto a la transmisión de valores, no, porque tanto mi marido como yo contamos con unas bases muy sólidas y somos buenas personas. Y eso es algo que ya le hemos dado a Liv por el mero hecho de haber nacido en nuestra familia. Los valores no son algo que se enseñe: se inculcan en casa con el ejemplo. Sí que me preocupo cuando pienso en lo que aprenderá el día en el que empiece a ir al colegio y esté con un montón de niños de su edad. Porque en la escuela la educación se limita a memorizar. No sé dónde adquieren conocimientos los pequeños de hoy en día: parece que sólo saben de aplicaciones para móviles.

A lo mejor, criarse en el campo, de la manera en que tú lo hiciste, es una buena solución en ese sentido...

Sí, aunque yo ahora mismo no viviría en plena naturaleza. Nuestra casa es unifamiliar, con un jardín grande para los perros. No residimos en un edificio en medio de Tel Aviv. En mi tierra, la mentalidad de pasar los fines de semana fuera, al contrario de lo que ocurre en otros lugares del mundo, no existe. Es un país pequeño, y, si dejas la ciudad, es sólo de vez en cuando y para viajes cortos. Lo que sí que me gustaría es que, al igual que yo, Liv acabe el colegio en Israel y, después, se vaya al extranjero.

Tú te pusiste delante de una cámara cuando apenas eras un bebé. ¿Veremos pronto a tu niña?

Cuando yo era pequeña, aparecer en campañas se veía como algo tierno. Si mi hija estuviese en la misma situación que yo, entonces me parecería igual de especial. Porque, además, ella adora la cámara. ¡Cada vez que nos regalamos un selfie se nota que disfruta! De momento prefiero no publicar imágenes suyas: cuando lo haga, los paparazzi se creerán con derecho a sacárselas a su antojo.

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De hecho, hasta la fecha no has colgado nada suyo en los perfiles de tus redes sociales... ¿Cómo te manejas con esta herramienta de comunicación?

Sin tomármelo demasiado en serio. No soy muy estratega a la hora de colgar información ni me vuelvo loca con los filtros o con Photoshop. Desde que soy madre, comparto menos contenidos porque todas las fotos de mi móvil son de ella, y, como ya te he contado, de momento prefiero mantenerla alejada de todo eso. Lo que sí me gusta es que, gracias a mis seguidores [acumula 2,4 millones de followers en Instagram], mi exposición es mucho mayor, y eso es algo que las marcas tienen en cuenta a la hora de contratarme.

¿Hay algo que, profesionalmente, te quede por hacer o tengas ganas de probar?

Como madre, considero que es un lujo poder continuar con mi carrera al mismo nivel. Quiero seguir siendo capaz de irme de casa, de marcharme al trabajo con la conciencia completamente tranquila. Y esa es una actitud que muchas mujeres en Israel, incluso amigas mías, critican hoy en día. Ahora mismo tengo todo lo que quiero en la vida: soy madre, estoy casada con un hombre maravilloso y, encima, no he renunciado a mi profesión. Solamente puedo dar gracias.