David Beckham (Leytonstone, Inglaterra, 1975) se ajusta el nudo de la corbata y se asegura de que, como debe ser, sólo lleva abrochado el botón superior de la americana. De visita en España como embajador de Biotherm Homme, no parece impresionado por el calor con el que le ha recibido Madrid. «En Londres estábamos a 32 grados», dice.

Es un hombre extraordinariamente cortés, con un punto tímido, que sabe dosificar las sonrisas y muy metido en su papel de 'celebrity' prudente: mide sus palabras con precisión, evita levantar el tono y huye de regalar declaraciones explosivas, consciente de que el mundo entero lo observa. Al fin y al cabo, lleva ya dos décadas manejándose en el 'star system', un universo al que se asomó cuando, consagrado como la figura (también mediática) del Manchester United, empezó a salir con la Spice Girl Victoria Adams.

Hoy David es un icono por el que se pelean las grandes firmas de moda, un emprendedor que sueña con dirigir su propio equipo de fútbol en Miami y, sobre todo, un 'gentleman' entregado a su familia, un padrazo que aparca la formalidad marca de la casa para derretirse si se le pregunta por su mujer y sus cuatro hijos.

Sí, está a gusto en su piel. Y eso que, cuando comenzó a ser el foco de atención, en los últimos coletazos de los años 90, se convirtió en la diana de periodistas, compañeros del gremio del balón y aficionados. Era demasiado guapo, demasiado popular, demasiado 'cool'. Era demasiado Beckham.

Sí es verdad que tus looks más allá de la cancha, los cortes de pelo con los que saltabas al césped y la importancia que le dabas a tu aspecto resultaban sorprendentes. Mostrabas una actitud distinta en un contexto en el que era obligatorio ceñirse al estereotipo del macho.

Digamos que quería sentirme y verme bien. Esa es, precisamente, la filosofía del hombre Biotherm. Practico deporte al aire libre desde que era un niño y he tenido que adaptarme al frío, el viento y la lluvia de Manchester y París, al calor de Madrid y Los Ángeles, al clima de Milán... Son atmósferas diferentes unas de otras, con su efecto sobre la piel. Por eso, siendo muy, muy joven, me di cuenta de que necesitaba protegerla. Es así de simple.

¿Te importaría compartir conmigo algún 'tip'?

Bueno, cada hombre es un mundo. Los hay que se cuidan y los hay que no. Algunos se afeitan, pero otros... (Su dedo índice apunta hacia mi barba). A mí no me gusta complicarme la vida, así que me ajusto a una rutina sencilla, de un par de pasos: me ducho nada más levantarme y me hidrato la cara. Aunque creamos que no, los hombres debemos vigilar cómo tratamos nuestra piel, que es bastante más grasa que la de las mujeres. Al final del día, después de la jornada en la oficina y de jugar con los niños, el rostro también requiere una dosis extra de energía.

¿Te consideras una 'fashion victim'?

Me encanta la moda. Mi mujer, Victoria, trabaja en el negocio y yo he sido imagen de varias firmas. Pero no me quita el sueño salir de casa con el 'outfit' perfecto. Elijo la ropa con la que me encuentro cómodo, sin más. Conclusión: no soy para nada una víctima.

¿Nunca te has arrepentido de cómo te han dejado en la peluquería o de lo que has decidido ponerte por la mañana? El público anda demasiado pendiente de David Beckham...

(Se concentra, mira al techo y duda). He estado a punto de hacerlo en un par de ocasiones, aunque no creo que la palabra exacta sea arrepentimiento. Las tendencias cambian: veo fotos antiguas y pienso que mis looks y mis peinados eran contextuales. Respondían al momento.

Después de pasar por Manchester, Madrid y Los Ángeles, jugaste en el Paris Saint-Germain y el A.C. Milan. ¿Fue una coincidencia que acabases en dos grandes capitales de la moda?

Sin duda. Lo que me movió fue la posibilidad de instalarme en dos grandes capitales... del fútbol. Un privilegio.

¿Te ayuda Victoria en cuestiones de estilo?

No me asesora, aunque es verdad que, si bajo las escaleras de casa y aparezco con algo que no le gusta, me lo dice a las claras. Otra cosa es que luego yo decida cambiarme...

Cuando dio el salto al diseño, se desató cierto escepticismo en torno a tu mujer...

Sí: «¿Una Spice Girl reconvertida en empresaria de la industria 'fashion'?». Sin embargo, ha demostrado que posee capacidad de trabajo, habilidad y talento para ganarse el respeto del sector, algo muy difícil de conseguir. Entiende de qué va esto, sabe dónde están las oportunidades.

Formáis una pareja sólida. ¿Es complicado sobrevivir bajo el chaparrón de la popularidad?

Se trata de una cuestión de dar y recibir y de encontrar tiempo para estar a solas con tu marido o con tu mujer. Victoria y yo llevamos 20 años juntos –18 de ellos como casados–, tenemos cuatro hijos estupendos y manejamos una agenda llena de compromisos profesionales y sociales. Por suerte, coincidimos en qué es lo realmente importante: la familia. Estar de acuerdo en ese aspecto contribuye a que las cosas funcionen como te has propuesto.

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¿Cómo describirías a tus tres chicos, Brooklyn (de 18), Romeo (14) y Cruz (12)?

Pues los tres son muy diferentes entre sí, lo cual me parece genial. Como elementos comunes, destacaría que son educadísimos y que luchan por aquello que les motiva. Al mayor, por ejemplo, se le da de miedo la fotografía (de hecho, acaba de publicar su primer libro de instantáneas, titulado 'What I See'). Tienen inquietudes, aficiones y un carácter fuerte. Cada uno a su manera, son inteligentes. Para mí, lo fundamental es que sean felices. Y lo son.

Y un día del mes de julio de 2011, en ese entorno sembrado de testosterona, apareció la pequeña Harper Seven. ¿Lo puso todo patas arriba en casa?

A ver, cuando eres padre, la vida cambia de arriba abajo. Para bien. Yo ya era protector con los niños, pero con Harper se disparó ese instinto. Incluso se lo contagié a Brooklyn, Romeo y Cruz. Quiero a todos mis hijos por igual, pero no te voy a engañar: ella manda, es el rey y la reina.

¿Eres un padre estricto?

Al contrario. Victoria lo es mucho más que yo. Cuando Harper quiere algo y su madre le ha dicho que no, viene y me lo pide a mí. Entonces, me ablando y acabo cediendo. Pero que conste que me esfuerzo por ser un buen padre.

¿Qué te ha enseñado el fútbol?

Que, si trabajas duro, logras lo que te propones. Yo no era el jugador con la técnica más depurada, pero me dejaba la piel en los entrenamientos y en los partidos. Mis padres me pidieron que fuese así, me enseñaron el valor del sacrificio. Eran gente supermodesta, que se levantaba a las seis de la mañana y no paraba hasta las nueve de la noche. Me apoyaron sin condiciones. Mis principios y mi sentido de la responsabilidad vienen de ahí. Pienso que la intensidad era la principal de mis virtudes sobre la cancha.

Hombre, tu manera de pegarle al balón con la pierna derecha tampoco estaba mal...

(Dibuja una sonrisa amplia, clava los ojos en el suelo y se ruboriza). Es cierto, no estaba mal.

Pero tienes razón: tu apellido era sinónimo de esfuerzo. Por eso, como madridista que soy, me alegré tanto de que Florentino Pérez te fichase en 2003. «¡Por fin un tío que corre!», me dije. ¿Fuiste feliz aquí?

Vi cumplido un sueño. El traspaso desde el United levantó una expectación enorme, se habló mucho de él (ese verano, llegó a anunciarse que el jugador se incorporaría al Barcelona). Yo sabía adónde quería ir.

¿En qué ciudad has disfrutado más?

Sinceramente, para mí el sitio es lo de menos. Intento zambullirme lo más deprisa posible en la cultura local, salir a la calle a mezclarme con la gente. Me da igual si hablamos de España, de Italia, de Francia o de Inglaterra, y tampoco me importa si estoy de viaje relámpago o si la idea es quedarse una temporada larga en el destino en cuestión. Soy feliz independientemente del lugar.

Hace tres años te embarcaste en un proyecto comple­jísimo: la puesta en marcha de un equipo en Miami para competir en la Major League Soccer estadounidense. Acabáis de comprar los terrenos para construir el estadio. ¿Conservas el optimismo inicial?

Está siendo un proceso bastante largo (lo deja caer con gesto de agotamiento, estirando el adjetivo y moviéndose en la silla como si remase). Al principio, mis socios y yo calculamos que montar el club y ponerlo a competir nos llevaría alrededor de 12 meses, pero... Las cosas son complicadas. De todas formas, siempre he creído que las aventuras más complejas, las que te obligan a superar desafíos, son las que triunfan. Así que, sí, soy optimista. Los objetivos que hemos cumplido últimamente y los pasos que hemos dado han supuesto una inyección de energía para afrontar futuros obstáculos.

¿Las mejores amistades surgen en el fútbol o en los negocios?

A mis grandes amigos los he encontrado en el fútbol. Gente buena, que, cuando te equivocas, te lo dice a la cara.