18 cosas que hacíamos de niños que ahora son (casi) impensables
¿Preparado para el ataque de nostalgia?
Rebobinar una cinta, escribir una postal, jugar al Cococrash... Los 'baby boomers', Generación X y 'xennials' recordarán una infancia completamente distinta a la de los niños de hoy. Recordamos 18 cosas que, porque ahora están completamente prohibidas, obsoletas o simplemente desaparecidas, es imposible que nuestros hijos, sobrinos o vecinitos disfruten como lo hicimos nosotros. ¿Cualquier tiempo pasado fue peor o mejor?
Grabar películas de la tele
Los vídeos fueron absolutamente revolucionarios porque nos permitieron grabar de la tele todo aquello que queríamos conservar 'para siempre': películas, vídeos musicales o las entrevistas con nuestros actores favoritos. Eran objetos de lujo que comenzaron costando en torno a 250.000 pesetas (unos 1.500 euros).
Usar la calculadora del reloj en los exámenes
Los relojes de Casio arrasaron en la primera mitad de los 80 porque eran DIGITALES (algo que nos parecía como de vanguardia) y porque los más molones tenían una calculadora que usábamos de chuleta en los exámenes. ¿Cuántos chavales de hoy tienen esta herramienta tan perfeccionada?
Escribir notitas en clase
Ahora todo son WhatsApps, Telegram o SMS (los niños vintage), pero hace unas cuantas décadas nos entreteníamos un rato en las clases peñazo escribiéndonos notitas de lo más absurdas, sobre nuestros planes del finde, nuestra vida amorosa o... Hasta que el profesor te acababa pillando y 'confiscándolas' o, lo que es peor, humillándote leyéndolas en público.
Escribir
Sí, en general. Escribíamos con el boli o con el lapicero absolutamente todo: los apuntes, los ejercicios de clase, los dictados, las frases que tenías que repetir 100 veces a modo de castigo, el inocente diario que narraba nuestra vida o las cartas que mandábamos a los amigos desde la playa. Snif.
Jugar al Cococrash
Creado en Bélgica en 1986 pero que a España llegó unos añitos después. Se trataba de un puzzle en forma de cubo con seis piezas de goma EVA que podías unir con las piezas de tus otros colegas para 'maximizar' el resultado. Si eres muy nostálgico del Cococrash y quieres que tu hijo le dé a la cabecita, lo puedes comprar aquí.
Llamar desde una cabina
Cuando salíamos a la calle a jugar (sin que los adultos nos supervisaran, ojo), llevábamos monedas de 25 pesetas (0,15 euros) para llamar desde una cabina por si pasaba algo. Con ese dinero te daba para el establecimiento de llamada y un minuto, suficiente para hablar con nuestros padres. Qué capacidad de síntesis
Hacer los trabajos del cole en máquina de escribir
Esto le puede parecer del paleozoico a cualquiera menor de 25 años, pero así era. Teníamos que tener muy claro lo que íbamos a escribir, porque borrar suponía echar para atrás el carrete y darle cincuenta veces a la tecla o bien usar Tipp-ex y rogar para que no quedara un gran manchurrón
Pagar por las atracciones del parque por separado
Hoy entramos en los parques con bonos y pulseras 'tarifa plana', pero en los 70, 80 y primeros 90 había que pagar por cada atracción, mediante un sistema de tickets: tanto molaba la atracción, tantos tickets te costaba. Vamos, que repetir te salía por un ojo de la cara.
Esperar a que saliera tu canción favorita en la radio
Solo había dos maneras de conseguir oír tus canciones favoritas: o te comprabas el disco (si había llegado a España) o esperabas a que la pusieran en la radio (y la grababas, lo que nos lleva al punto 4). También estaba la opción de cruzar los dedos para que tu artista preferido saliera en los programas musicales: 'Aplauso', 'Tocata', 'Rockopop'...
Ver dibujos el sábado por la tarde
De 15:00 a 15:30, Telediario (solo duraba media hora entonces). Y luego, todos delante de la tele para ver los dibujos que echaran en el momento. 'D'Artacán y los tres mosqueperros', 'La vuelta al mundo de Willy Fog', 'Los Fruitis' o ' Las mil y una américas'. Y había que esperar al sábado siguiente para ver el siguiente episodio.
Ir al videoclub
Los afortunados que tenían reproductores de vídeo en su casa no solo se permitían el lujo de grabar de la tele, sino que acudían al videoclub a alquilar películas. Las ciudades se poblaron de estos locales en los que te proporcionaban un carné que te abría las puertas a un mundo de cine. Y siempre había que devolverlas rebobinadas.
Viajar en coche sin sillita
Íbamos en coche sin ningún tipo de retención, ni cinturones ni nada, y muchas veces superando el número de plazas permitidas. Los más pequeños íbamos sentados en el centro, con la esperanza de que el peso de los mayores nos retuviera en un choque, cuando en realidad lo que pasaba es que se incrementaban las posibilidades de salir volando y atravesar el parabrisas.
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