Laberinto de pasiones
Únicos, emblemáticos, carismáticos y fetiches. Así son los intérpretes que dan vida al nuevo puzle emocional ideado por Pedro Almodóvar, 'Julieta', que se estrena hoy en toda España. Una película con nombre de mujer y alma femenina.
No te pierdas el 'making of' de esta producción.
"Estás guapísimo! ¿Qué has hecho? ¿Te has cortado el pelo? Tienes un atractivo impresionante. Estás como el Jim Carrey de 'El show de Truman'". Emma Suárez (Madrid, 1964) lanza este torrente de piropos mientras se abraza efusivamente a Daniel Grao. Es la primera vez que se encuentran desde que coincidieran en el rodaje de 'Julieta', una historia femenina contenida y minimal, un drama sin gritos que retrata a una mujer en dos etapas de su vida y que dirige Pedro Almodóvar.
Inmediatamente después de su llegada, y como sucede sistemáticamente a medida que van apareciendo en el plató los protagonistas del largometraje, al saber que mi nombre es el mismo que el de su película, Emma me mira sorprendida para luego exclamar con convicción: «¡Pero qué me dices! ¡Esto es una señal buenísima, buenísima!». Tras esta alusión al azar y a las casualidades de la vida, tema que también tiene peso en el argumento del film y que como un personaje más se cuela en la sesión, Emma va al set de maquillaje y se une al resto del reparto que ya está inmerso en los últimos retoques para nuestro shooting.
De improviso se produce una llamada vía Skype que es recibida de modo festivo y bullicioso, porque quien está al otro lado es el director Pedro Almodóvar, que celebra ver reunidos de nuevo a los principales miembros de su última película, la número 20. «En ella Pedro proyecta la sabiduría de alguien adulto; de una persona que ya ha vivido y sufrido», analiza Emma, quien da vida a la Julieta más solitaria y afligida. «Yo no hubiera estado preparada para interpretar este papel en otro momento de mi vida –reconoce–. Para interpretar a esta mujer debes haber sido vulnerable alguna vez, haber crecido por culpa del dolor y haber paseado un rato por el infierno».
Es precisamente a través de esta actriz de halo triste y larguísimo recorrido, transformada ahora en chica Almodóvar, con la que intentamos saber algún detalle íntimo del realizador español más célebre del mundo (con permiso de Luis Buñuel); una presencia muy pública que, sin embargo, resulta tremendamente desconocida. «Le conozco desde hace muchos años porque empecé a trabajar muy joven, igual que él. Yo iba a ver al cine 'Laberinto de pasiones' (1982) y luego me lo encontraba tomando copas en la calle de la Reina y nos quedábamos charlando de la película 'Pink Flamingo's (John Waters, 1972). Nuestra trayectoria profesional ha ido siempre en paralelo, hasta que nos vimos en el Festival de San Sebastián del año pasado y allí me habló de un proyecto que tenía entre manos y para el que necesitaba a dos actrices. ¡Lo que es la vida!», dice la ganadora de un premio Goya a Mejor Actriz por 'El perro del hortelano' (1996).
Adriana Ugarte (Madrid, 1985), la otra Julieta, la que de los 25 a los 38 años transita por la película libre y auténtica, tuvo, en cambio, una aproximación al director más cercana a una historia de suspense. Y la rememora divertida. «Acababa de volver de Colombia de rodar la primera parte de 'Palmeras en la nieve', cuando sonó el teléfono. “Tienes una prueba muy importante, pero no te podemos decir el director”, me comentaron. Por supuesto que por mi cabeza rondaron dos o tres nombres, aunque no me paré a pensarlo mucho. Así que me presenté a ciegas. Hice dos pruebas con las directoras de casting y seguía sin saber para quién. Te aseguro que el enigma me tenía fascinada. Hasta que por fin, después de la tercera, me dijeron: “Pedro está muy contento con tu trabajo y te quiere conocer”. Entonces fuimos a su casa, en el Paseo de Rosales. Conocí a su gato, Lucio, que es un bombón. Y desde que se abrió la puerta y Pedro me miró a los ojos, pensé “¡qué caballero!”». Adriana luce dos pelucas rubias en la película –«al verme volví a la infancia porque yo fui una niña rubia hasta los doce años»– y confiesa que conserva como un tesoro los vaqueros Levi’s que formaron parte de su atrezzo en el film.
Una caracterización que la acerca a la primera época en la que se desarrolla la trama, los años 80, precisamente la década crucial del universo almodovariano, y que rebobinamos gracias a uno de sus iconos más próximos, la siempre divina Rossy de Palma (Palma de Mallorca, 1964). «Cuando Pedro y yo nos conocimos, justo después del estreno de su película 'Entre tiniebla's (1983), en el mundo 'underground' él ya era una estrella a la que acosaban –recuerda con humor–. Yo me dije que no iba a hacer como todos los demás, sino que le iba a seducir a distancia y sin ser pesada (risas). Y ya ves. Son tantos años... Más que un amigo, Pedro es ya parte de la familia», asegura. Y puede que algo de eso haya en el hecho de que, cuando el guión de Julieta aún se estaba perfilando, el único nombre que ya figuraba en él era el suyo, el de Rossy.
La actriz «energética y orgánica», como ella se define, y que a lo largo de su trayectoria ha «aprendido mucho y desaprendido también para seguir fresca e intuitiva» tiene una presencia pequeña aunque imponente en el film. Da vida a una mujer «agria, un poco traumatizada por la vida y antigua en sus costumbres. Como una mujer virgen, que Pedro siempre dice que las vírgenes tienen algo como muy antipático –recuerda entre risas–. Y todo esto subrayado por una caracterización severa y envejecida, rematada por una peluca gris con la que me recordaba a una tía de mi madre. Sabía que no iba a tener un aspecto muy glamuroso, sin embargo con Pedro voy tan en confianza que me dejo llevar».
La complicidad entre ambos se ponía de manifiesto durante el rodaje, cuando él le susurraba: «No le digas nada ni a Adriana ni a Daniel y haz esto»; unas improvisaciones que luego celebraban con carcajadas, pero que terminaban abandonadas en la sala de montaje. «A él le apetecía incluir algunos detalles más cómicos, esos tan personales, brillantes y tan suyos. Aunque tenía muy claro que esta vez no encajaban en el tono de la película», desvela Rossy de una historia que, entre otras cosas, está marcada por el peso de lo no dicho, de los secretos y de los silencios.
Lo que sí encaja y se mantiene en 'Julieta' es ese crisol de retratos femeninos en los que confluyen madres, hijas y amigas que, en este último caso, simbolizan la solidaridad femenina. Y aquí entra en escena Inma Cuesta (Valencia, 1980), una actriz que convierte en verdad todo lo que toca. «Es bonito destacar el apoyo entre mujeres. La rivalidad entre los seres humanos no la entiendo, pero entre las mujeres me parece mucho más absurda todavía», declara con contundencia.
Su intervención en el film no es extensa, aunque sí muy significativa, lo suficiente como para que esta intérprete, nominada en tres ocasiones a los premios Goya, se sintiera al principio un poco intimidada. "A mí me costaba salirme de lo que Almodóvar representa –recuerda Inma–. Un nombre que en sí mismo es un referente internacional. Eso para una actriz supone un triple salto mortal y maravilloso, ¡lo que no me ayudaba a evitar los nervios en las pruebas! Sin embargo, una vez en el set de rodaje, automáticamente me lo quité de la cabeza. Se desarrolló una gran complicidad. Y le dije “hazme lo que quieras”. Me cortaron el pelo, me lo tiñeron... Tuve la suerte de vivir un trabajo convertido en experiencia totalmente inolvidable», concluye.
En medio de un vaivén de vestidos vaporosos, charlas y bromas que van dando carácter a la producción ideada por ELLE, está la presencia masculina de ese atractivo Jim Carrey, es decir, el actor Daniel Grao (Sabadell, 1976). Él representa al hombre que, siempre en las tramas del realizador manchego, desencadena las pasiones y el conflicto. «Enterarte de que vas a ser un hombre Almodóvar hace que una parte de tu ego se ponga muy contenta –dice entre risas–. Es una etiqueta muy bonita». Ferviente fan de Todo sobre mi madre (1999), Daniel no había estado en las primeras listas del director. Sólo cuando éste confesó a su equipo que no acababa de encontrar al actor adecuado, las directoras de casting entraron en juego.
«Me dijeron “tú eres nuestra apuesta. Te haremos una primera prueba y se la enviaremos”. ¡Imagínate! Soy bastante sereno, pero no tanto como aparento», dice. La prueba gustó y, tiempo después, llegó el día de hacer la segunda. «Yo siempre había soñado con eso de ir a El Deseo y cuando traspasé aquella puerta sentí que entraba en la película. Uno va con el nervio de que está frente a Pedro Almodóvar y a cambio te encuentras con una persona y un equipo que te mima y te hace sentir arropado –confiesa Daniel–. Tiempo después vino al teatro en el que yo representaba La piedra oscura y al salir me dijo: “Nos volveremos a ver”. Y está claro que así fue».
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