Bar Refaeli, estado de gracia
Ha crecido bajo los focos y es un huracán de optimismo y un torrente de energía positiva. La ‘top’ israelí estrena vida en su país natal junto a su marido, Adi Ezra, y afronta nuevo rol: el de madre de su primera hija.
¿Cuál es el motivo de su viaje a Israel?». «Trabajo, un reportaje con Bar». «¿Quién?». «Refaeli, Bar Refaeli». «¿Cómo? ¿Repita más despacio el nombre, por favor?». «B.a.r.R.e.f.a.e.l.i». Tras este breve intercambio de frases en el control de pasaportes del aeropuerto de Tel Aviv, al oficial se le ablanda la mirada, el rostro se le ilumina y, con una media sonrisa, mientras me entrega el papel de entrada al país, pregunta: «¿No necesitaréis a alguien más en el equipo de producción, verdad?». La situación se repite cinco minutos más tarde en la aduana. «¿Fotos con Bar? Es nuestra mejor representante».
Ya en la planta de llegadas, desde la rotonda central donde la gente recibe a sus familiares, múltiples rostros de la top israelí (Hod HaSharon, 1985) en su campaña de verano para la firma de gafas Carolina Lemke nos dan una bienvenida de 360 grados. De camino al hotel, Bar nos sonríe desde anuncios gigantescos que coronan las fachadas de las grandes calles de la ciudad. Refaeli no es sólo la habitante más popular: hoy también es una de las personas más célebres de Israel, lo que la ha convertido en una embajadora involuntaria de su país a escala internacional. Los fans la señalan, los niños quieren selfies con ella, los paparazzi la fotografían y su imagen adorna cada rincón y avenida de la nación, como volvemos a comprobar al día siguiente en nuestra ruta hacia Palmachim, playa y reserva natural, donde tiene lugar nuestra sesión de fotos.
Hija de una exmodelo israelí, Tzipi Levine, y de un comerciante de caballos purasangre, Rafi Refaeli, su círculo más íntimo lo completan sus tres hermanos, a los que adora, y su marido, Adi Ezra, empresario y director general de Neto, la quinta compañía de alimentación del país. «Ante todo soy una persona muy familiar. Haría lo que fuera por los míos, estamos muy unidos. Mis padres me han ayudado en mi carrera como modelo, pero también en la vida en general», dice. Ya sea por su nombre, una voz hebrea que significa niño en estado puro o salvaje –de donde se deriva el Bar Mitzvah, rito judío que celebra la pubertad o el fin de la infancia–, por su cuerpo de escándalo o por la disciplinada seguridad que desprende su rostro, Bar es puro magnetismo.
El secreto de su optimismo reside, como ella confiesa, en intentar ver el vaso «medio lleno». Pero también es esencial el empeño con el que se ha esforzado en alcanzar sus metas, fruto de una vida dedicada al cien por cien a sonreír, posar y mirar al objetivo: ángel de Victoria’s Secret, musa de firmas como Escada, Hublot y Agent Provocateur, objeto de deseo artístico de los principales fotógrafos... y protagonista de las páginas de ELLE España durante diez años. Tan arrolladora trayectoria no se limita al filón de su belleza o a sus curvas, sino al tesón. Nada más bajar del taxi que la acerca a la producción, Bar resulta ser tal y como uno se la imagina: una amazona sobrenaturalmente estilizada, de sonrisa ancha y cálida y de carácter imperiosamente positivo. Tras deshacerse en elogios y abrazos con el equipo de la cabecera, exclama: «¡Por fin nos vemos en mi tierra y con una buena nueva!». Se abre la sobrecamisa y deja ver su tripa de embarazada. «¡Es niña!».
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