Periodista, activista por los derechos humanos y, sobre todo, madre de la revolución, como se la conoce en Yemen, Tawakkul Karman (Ta’izz, 1979) es una luchadora. Desde el Islah, el partido islamista de oposición mayoritario, se convirtió hace más de un año en el símbolo de la revuelta yemení que forzó al presidente Ali Abdulá Saleh a ceder el poder después de tres décadas de mandato. Hoy continúa su labor en primera línea, sentada en una tienda hecha de ladrillos y lona en la Plaza Tahrir de Saná. Vestida con un colorido hijab que cubre su pelo, piensa en meterse en política, a pesar de las amenazas de muerte de la rama local de Al Qaeda.

¿Ya está la parte difícil o empieza ahora?
No hay nada más difícil que derrocar a un dictador. Ahora tenemos que mantenernos unidos para conseguir el resto de los objetivos, entre los que destacan la democracia y la libertad.

¿Se puede considerar responsables a los yemeníes por permitir que Saleh se mantuviese en el poder 33 años?
Yo no lo creo. En la mayor parte del país la gente es analfabeta. No puedo culparles a ellos, pero sí a la élite culta que toleró la corrupción y la falta de libertad tanto tiempo. Aunque ahora la situación mejorará. Incluso las tribus yemeníes, que se oponen con frecuencia al Estado, han participado en la revolución. Por primera vez piden por un Yemen democrático. Todo un logro.

Mucho se ha dicho del papel que han tenido las mujeres en la revolución...
Lo importante es que se han convertido en parte de la vida pública, no sólo en Yemen, sino en todos los países árabes. Los dictadores no nos dejaban ocupar nuestro lugar porque sabían que somos fuertes y que podemos desafiar su poder.

Muchas yemeníes siguen llevando el niqab, el velo integral. ¿Cómo lo ves?
Lo importante es que la decisión de qué llevar la tome la mujer. Si está convencida, cualquier elección es buena.

¿Qué significa Al Qaeda para ti?
Acabo de recibir un sms de ellos con una amenaza de muerte. Es la segunda en una semana. Todo el mundo sabe que Saleh los apoyaba para conseguir dinero de Occidente. Al Qaeda siempre ha estado en contra de nuestras esperanzas, nuestro futuro, nuestros sueños y nuestra religión. Es nuestro deber luchar contra ellos.

¿Confías en que la democracia se instaure en Ye
men y en Oriente Próximo?
Hay que recordar que revolución y democracia nunca van de la mano. En América y en Europa fue necesario mucho tiempo para que esta última se convirtiese en una realidad. Es verdad que aquí, en Oriente Medio, el proceso va más rápido, sin embargo, aun así, necesitamos algo de tiempo.

¿Cabría la posibilidad de que te metieras en política? ¿Cuándo lo harías?
Lo estoy pensando, pero por ahora creo que observaré simplemente lo que el Parlamento y el Gobierno hagan. Si hacen realidad los objetivos de la revolución, perfecto, porque necesitamos la ayuda de todas las instituciones y nos gustaría trabajar con ellos. Pero si no cumplen nuestras expectativas estamos listos para más sentadas y protestas. Sólo en ese punto me plantearé seriamente meterme en política.

LA PALABRA COMO ARMA

Por su labor como presidenta y fundadora de Mujeres Periodistas sin Cadenas, Tawakkul Karman obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 2011, junto a las liberianas Leymah Roberta Gbwee 
y Ellen Johnson Sirleaf. «Este galardón significa mucho para mí. Hizo que nuestra voz, la voz 
de los revolucionarios, se oyese muy alta. Con él entiendo que nuestro activismo y nuestras peticiones han llegado a la comunidad internacional y han enseñado, entre otras cosas, que el Islam no está en contra de la libertad y la democracia. Espero que este sea un nuevo capítulo en las relaciones entre Oriente y Occidente».