Ya hemos visitado la exposición de Edward Hopper en el Museo Thyssen y hemos salido emocionados, conmovidos. Ver a sus personajes es echar un vistazo a la cara B de esa América que empezaba a convertirse en el icono festivo del siglo XX, asomarnos a su lado oscuro, solitario, melancólico y perdedor. El de esas derrotas que se rumian en barras de bar ante un vaso de bourbon y en habitaciones de hotel sórdidas e inquietantes.

Muchas de sus escenas parecen trasladarnos a tantas y tantas películas plagadas de estos Bogart apaleados a los que preguntan “¿Profesión?” y contestan: “Borracho”. De esas Marilyn abandonadas, siempre a punto de marcharse para ver si ocurre algo que rompa su mala racha. También vemos a través de sus ventanas esas oficinas muy Mad Men donde suceden muchas más cosas de las que vemos. Hopper supo captar en un instante todas esas miserias, decepciones y sueños incumplidos que otros necesitaron horas de película para contar. Una curiosidad: en nuestra visita a puerta cerrada nos cruzamos con Antonio Lopez, quien hace unos meses exponía en estas mismas salas.

Hopper. Hasta el 16 de septiembre. Museo Thyssen, Madrid. Más información en www.museothyssen.org.