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La última vez que entrevistamos a Mónica Cruz (Madrid, 1977) estaba embarazada de cinco meses y nos contó entonces que nunca se había sentido tan feliz. Ha pasado algo más de un año y medio, y hoy la acompaña Antonella, su hija, gateando por el plató mientras ella se hace las fotos. Y lo vuelve decir: «Nunca he sido tan feliz». Y eso que no tiene su mejor día. Encontrar a una niñera razonablemente buena le está resultando una misión casi imposible, y el desfile de candidatas que no duran ni dos días en el puesto la está trayendo por la calle de la amargura. Menos mal que su madre, Encarna, ejerce de abuela ejemplar siempre que la necesita y esta mañana la acompaña en nuestros estudios. Aunque la mayor parte del tiempo no necesita a nadie porque, desde que nació la pequeña, Mónica se ha dedicado a ella en cuerpo y alma, y pasan juntas las 24 horas del día. 

¿Ser madre ha resultado ser como tú imaginabas?
En realidad es más fácil de lo que creía. Tengo un instinto tan grande que me van saliendo las cosas solas. He visto que consiste en dejarse llevar por la intuición y aplicar el sentido común. Eso te lo va diciendo todo, te lo pone muy fácil. Tengo suerte porque mi trabajo de actriz me ha permitido parar y dedicarme a mi hija por completo, y mis colaboraciones con la firma de lencería Agent Provocateur (diseña colecciones) las compagino bien gracias al mail y las reuniones por Skype. Pienso en las madres que tienen que dejar a sus hijos a los tres meses. Debe de ser muy duro. Ellos te necesitan mucho.

¿Qué te ha sorprendido más de esta experiencia?
La comunicación tan inmensa que llego a establecer con mi hija. Es increíble cómo un ser tan pequeño, que acaba de llegar a la vida, ya te entiende tan bien. Por eso creo que es tan importante estar juntas. Mis amigas me decían que tendría que olvidarme de todo lo de antes, casi olvidarme de mí misma. ¡Pero esto es lo que me da la felicidad! Claro que hay malos días y malas noches, pero no lo cambiaría por nada.

¿Qué echas de menos de tu vida anterior?
Absolutamente nada. Las cosas que quiero hacer, al final encuentro la forma de hacerlas. Y hay otras que sencillamente ya no me apetece hacer. Había alcanzado una edad en la que todo el tiempo del que disponía para mí misma se me estaba quedando vacío. Pero desde que ha llegado Antonella todo ha dado un giro. Siento que ha colocado cada cosa en su sitio. Ella es la esencia y lo que da sentido a mi vida.

¿Te arrepientes de no haberlo hecho antes?
Yo creo que cada cosa llega en su momento, y para mí llegó cuando yo lo decidí. Lo tuve claro y todo sucedió de forma muy sencilla. Algo me hizo comprender que ese era el momento justo. Además, quizás si hubiera pasado antes no habría sido Antonella la que habría venido, sino que habría sido otra personita.

¿Y Antonella te recuerda en algo a ti cuando eras pequeña? ¿Qué tipo de niña fuiste tú?
Por lo que puedo recordar, creo que fui una bastante buena. Tanto mi hermana, la mayor de los tres, como mi hermano pequeño, eran dos terremotos. Yo, que soy la mediana, era la tranquila de la familia. Fui una niña poco problemática, aunque en la adolescencia empecé a ser un poco más rebelde.

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Tanto tu hermana Penélope como tú empezasteis muy pronto a viajar y a llevar una vida poco convencional. ¿Le disteis muchas preocupaciones a vuestra madre?
Ahora que también yo lo soy entiendo muchas cosas que antes no comprendía, y nunca podré agradecerle lo suficiente cuánto nos apoyó. Nunca nos cortó las alas, al contrario. Yo con 16 años ya bailaba y me iba de gira. Y también mi hermana, por su carrera de actriz. Pienso en lo que tuvo que sufrir mi madre, con las dos en un avión, una en cada parte del mundo... Seguro que fue duro, pero he aprendido de ella, y cuando Antonella quiera marcharse a estudiar fuera o a hacer lo que le guste, la escucharé, la comprenderé y la ayudaré en todo. Le daré alas.

¿Sientes que te has vuelto más miedosa ahora que en tu vida hay alguien de quien cuidar?
Cuando tienes una criatura tan pequeña es como si generases un radar para detectar cualquier cosa que le pueda ocurrir. Te preocupas por lo que le pasa y por lo que le podría pasar, estás permanentemente alerta. Pero también hay que aprender a controlarlo. No puedes vivir con esa tensión todo el rato, porque además ellos la notan.

Eres la imagen del perfume Fatale de Agent Provocateur. ¿Te sientes identificada con el concepto de mujer fatal?
Entiendo ese concepto de una manera diferente a como se ha visto tradicionalmente. Una mujer únicamente sexy me parece superficial. Yo, al menos, tengo otras prioridades. Para mí una femme fatale es fuerte, luchadora, emprendedora, alguien que saca adelante a su familia, a sus hijos, su trabajo y cualquier reto que se le ponga por delante. Creo que ese estereotipo de mujer provocadora y devoradora de hombres no nos beneficia en absoluto. Todas tenemos esa parte seductora y la sabemos manejar muy bien cuando queremos, pero no somos solamente eso.

¿Te has sentido víctima de este tipo de prejuicios?
Por suerte me he movido en un mundo menos complicado que otros en ese sentido, porque en la danza las bailarinas tienen un peso fundamental. Pero en la sociedad sigue habiendo mucha discriminación, y me pregunto qué responsabilidad tenemos las propias mujeres en esto. Seguimos educando en valores que tratamos de cambiar, pero que tenemos muy interiorizados. Nosotras mismas nos podemos fastidiar. Creo que todavía hace falta un proceso de cambio importante.

¿Qué valores te gustaría inculcar a tu hija?
Que sea buena persona, que sea ella misma y que escuche su corazón. Con eso estaría orgullosa. Me gusta tanto observarla, ver cómo cambia, cómo va aprendiendo, su cara de felicidad cuando descubre algo...

Dejaste Águila Roja hace casi dos años y, desde entonces, tienes aparcada tu carrera en cine y televisión, donde se consumen rápidamente caras nuevas. ¿Piensas en la vuelta?
Sé que corro el riesgo de que se olviden de mí, porque esta profesión es así, pero no me preocupa. Ahora mismo mi prioridad está clara, y es mi hija. Me gustaría estar con ella los primeros años, no quiero perderme nada, así que no me planteo meterme en un rodaje diez horas al día.

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¿Cómo te llevas con tu cuerpo después de tu embarazo?
Engordé 20 kilos porque me dio por comer, y disfruté mucho de ello. Me daba igual un plato que cinco, siempre me quedaba con hambre. Después no quise hacer una superdieta porque te deja sin leche, y eso era lo que más me preocupaba. Cuando la niña cumplió un año empecé a hacer un poco de régimen y ahora, como le sigo dando el pecho y eso consume mucho, estoy incluso más delgada que antes. No necesito entrenar porque con Antonella hago más sentadillas y pesas que con ningún preparador, pero sí voy a empezar a hacer yoga, que se ajusta más a lo que ahora necesita mi cuerpo.

¿Tras la maternidad ha cambiado tu perspectiva en lo que tiene que ver con tu aspecto físico y tu belleza?
Ahora prefiero cuidarme más por dentro que por fuera: salgo a la calle con la cara lavada, una buena crema y una coleta. Pero la gente me dice que estoy guapa. Tengo la piel y el pelo mejor que antes, en parte porque dejé de fumar, en parte por una cuestión hormonal. La salud y la felicidad es lo que hace que la gente te diga que estás guapa. Sé que tengo ojeras, y que se me nota el cansancio, y sé que pasarán años hasta que pueda volver a dormir del tirón, pero no me importa.

Eres una gran amante de los animales y siempre has convivido con muchos perros. ¿Qué le aportan ellos a tu vida?
Ahora tengo tres, aunque he llegado a tener seis. Es precioso ver cómo juegan, se abrazan, se cuidan. Si el perro es equilibrado y está criado con cariño no sólo no es un peligro para los pequeños, sino que además se establece una relación maravillosa que a ellos les aporta muchísimo. Incluso es beneficioso para la salud. Los niños que se crían con perros tienen menos enfermedades respiratorias. Es bueno en todos los sentidos.

Para ti han sido y son muy importantes tus hermanos. ¿Piensas ya en el segundo para que tu hija no esté sola?
Mi idea siempre fue tener otro enseguida, por mi edad y para que no se llevaran mucho tiempo. Pero ahora he visto cuánto te necesita un hijo los primeros años y eso me hace esperar un poco. Si todo va bien y puedo, a partir de los tres años empezaré a intentarlo, y así involucraré también a Antonella, que sea partícipe, que me ayude. Aunque es difícil cuando llegan los hermanos pequeños. Inevitablemente prestas más atención al bebé... Espero saber hacerlo bien.

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