Todo parecía ir bien. Los acuerdos habían llegado a buen puerto. La adolescencia, aunque más dura, tenía solventados sus problemas con unas cuantas charlas en el sofá del salón. En el peor de los casos, con Pedro García Aguado mediante.

Traspasados los 20, las cosas cambian. Tú también. Tus padres, también. Internet llama a tu puerta y Facebook rompe la armonía con los clicks de la discordia. Que si una foto copa en mano, que si una instantánea haciendo escalada sin comunicarlo en casa... Todo ello, pequeñas menudencias solucionadas de forma razonable en una charla de sobremesa. Ahora bien, llegados los 30, las juergas y las copas quedan en un segundo plano (hasta se comparten en familia, que ya iba siendo hora) cuando entran en juego las ideologías, tienes unos padres adictos a las redes sociales y hacen tan suyo aquello de “ejerzo mi libertad de expresión” tanto como tú hacías lo propio a los 18 con lo de “ya soy mayor de edad”. Ahora toca tostar al tortilla del otro lado.

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Con sólo poner en Google el inicio de la frase “bloquear en facebook”, el buscador la completa de forma inteligente con coletillas como “sin que se entere”, “sin que se den cuenta”, “sin llegar a eliminar”. Algo está pasando. 

Hemos entrevistado a dos miembros de una misma familia, ambos con perfiles en Facebook y, ambos, en disputas constantes en la red social. Por ambas partes nos aseguran que se quieren con locura. Sin embargo, una vez que se inicia la sesión, la cosa cambia. 

“Hoy hemos discutido en Facebook. Después le he llamado por teléfono para decirle que se corte un poco cuando publica su opinión sobre algunos temas y que me llame y me lo cuente a mi. Él me sigue respondiendo como cuando tenía 12 años. Después he decidido borrar un comentario en respuesta a una publicación en la que se metía con los vegetarianos y preguntarle por su resfriado. Fin de la disputa”.

Esta es una de las declaraciones que hace una de las partes a la que llamaremos María de aquí en adelante para mantener su anonimato. La hija.

“Yo estoy en mi pleno derecho de escribir lo que quiera. A quién no le guste, que no mire.” declaraba la segunda parte, el padre, al que llamaremos de aquí en adelante José, para mantener su intimidad.

Uno, partidario del vegetarianismo. Otro, en contra. Uno, taurino. Otro, anti-taurino. Uno, blanco. Otro, negro. Y así un sin fin de pensamientos e ideologías chocantes que se acentúan a través de las redes por el bombardeo de contenidos que sendas partes comparten, totalmente discordantes, los comentarios como balas y el botón de “Eliminar amigo” como solución en última instancia. 

Así pues, María comenzó a buscar soluciones para evitar que José le sacara de sus casillas cada vez que encendía el ordenador. “Me parece perfecto que muestre su opinión a través de su muro. Lo que creo que sucede es que bien sea por su personalidad, edad o condición de padre y su “porque lo digo yo, y punto”, ha convertido su perfil en un agotador campo de batalla en el que no hay forma de firmar la paz”, comenta María. 

“Yo no tengo ningún problema. De hecho, le he dicho que se venga este fin de semana a casa, voy a preparar una barbacoa. Si no le gusta mi Facebook, que me elimine”, continúa José. 

Y aquí surge el dilema. ¿Eliminar a tus padres de tu cuenta de Facebook? La red social se ha convertido en una extensión tan real de la vida de uno mismo, que tomar esa decisión se convierte en algo que puede traer algún que otro problema familia. Algo con más importancia que la meramente virtual. 

Algunas de las alternativas (si no se es capaz de fumar una pipa de la paz 2.0) pasan por el bloqueo. Una tregua para que no hierva la sangre en ambos muros.

Bloqueando ya no podrás ver lo que publican en sus perfiles, ni etiquetarle (en esas fotos de familia del 92), ni invitarle a grupos o juegos (adiós, Criminal case). Y como el bloqueo es recíproco, tú tampoco podrás hacerlo (para evitar esa venganza en forma de contenido subliminal + guiño de emoji). Imposibilita la interacción en la red social en favor de lograr la paz de tú a tú, a la antigua usanza. Las discusiones, mejor en una agradable charla en la que cada uno exprese su opinión sin parecer que estás en el plató de un programa amarillista.

Si firmáis la pipa de la paz a través de Internet, quitando el desbloqueo tendrás que invitarle de nuevo a ser tu amigo. Algo así como un "Mamá, ¿paces?", en modo virtual. 

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La versión del bloqueo "en modo secreto" pasa por acceder a la personalización de tu configuración y administrar los bloqueos y las personas con accesos restringidos. Hacer una lista con amigos de acceso restringido permite que sólo puedan ver tu información si está pública. Además, estos no son notificados de tal decisión.

Sin embargo, ¿por qué no dejar que las disputas se queden en casa? Mejor en el sofá o alrededor de una mesa, que a través del muro de Facebook porque una una cosa está clara y es que hasta en las mejores familias, se discute.