Las hermanas Brontë consiguieron esquivar sus condicionantes de género y triunfar en un mundo de hombres. ¿Qué logros le quedan por conseguir a la mujer?
Creo que todavía faltan muchas cosas para conseguir la plena igualdad. Hay resortes del sexismo que permanecen grabados en las mentes, a veces incluso de una manera inconsciente. Algo evidente y terrible: terminar con la violencia de género. Creo que casi todo lo que queda aún por hacer está más en manos de los hombres que en las nuestras. Son ellos los que deben avanzar hasta vernos como totalmente iguales.

Como historiadora, has indagado a fondo en la vida de las Brontë. ¿Cuál es el rasgo de la familia que más te ha sorprendido?
El talento gigantesco que poseían. Su padre, el reverendo Brontë, escribía mucho y había publicado poesía cuando era joven. Y ellas y su hermano escribían, pintaban y tocaban el piano, especialmente Emily. Creo que eran artistas de una manera innata.

En 'Todo ese fuego', el escribir supone para las hermanas Brontë un consuelo de su vida real. ¿Compartes esa actitud con las protagonistas de tu novela o tienes algún otro hobby para evadirte?
Para mí escribir no es exactamente un consuelo, pero sí una manera de poner cierto orden en un mundo que me parece caótico. Pero no me sirve como evasión sino, al contrario, es una manera de estar más presente en la vida. Para evadirme hago otras cosas: toco el piano, paseo, nado o me voy a bailar con los amigos.

Parece que las novelas escritas por mujeres las leen principalmente mujeres, ¿crees que los hombres no se sienten atraídos a su manera de escribir, de abordar las historias, de elegir los temas?
Creo que tienen prejuicios, simplemente. Nosotras nos hemos pasado toda la historia leyendo libros escritos y protagonizados por ellos, y les estamos muy agradecidas a todos esos escritores por todo lo que nos han dado. Ahora que nosotras nos hemos incorporado plenamente a la creación literaria, considero que ellos deberían leernos con la misma naturalidad. Pero muchos se niegan a hacerlo.

¿Eres de las que tienes un sitio fijo para escribir o encuentras la inspiración en cualquier lugar?
La verdad es que soy capaz de escribir en cualquier sitio. A menudo me ha tocado escribir en la cocina, vigilando la comida. Las mujeres vivimos y trabajamos así, incluso a la hora de escribir. Los hombres tienden a encerrarse en un despacho, pero nosotras nos vemos obligadas a permanecer en medio de la vida cotidiana. Y eso no es malo, sino bueno, porque al final la vida se infiltra en nuestra escritura.

Eres una gran amante de la música de Giuseppe Verdi. ¿Lo llevas también a tu método de trabajo? ¿Escribes con música?
No, no soy capaz de escribir con música. La música es para mí demasiado poderosa. No puedo concentrarme en otra cosa.

Antes solías escribir por la noche, ¿cuál es ahora tu rutina y/o manía al ponerte a escribir?
Tengo pocas manías, la verdad. Incluso pocas rutinas. Puedo escribir en cualquier sitio y a cualquier hora. La única exigencia es estar cómoda y, si es posible, que haya silencio y tranquilidad.

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¿Eres más de cabeza o de corazón?
Creo que tengo un buen equilibrio entre ambas cosas. El corazón sin cabeza es de bobos, y la cabeza sin corazón de psicópatas.

¿Un placer confesable?
Fumar. Aunque no sé si a estas alturas es confesable...

¿Cuáles son tus escritores preferidos? ¿Y los que más te han influido?
Desde Homero hasta Ian McEwan son tantos, que no puedo nombrarlos. Por decir algunos nombres: Virginia Woolf, Marcel Proust, Vita Sackville-West...

¿Cómo fue tu experiencia política como candidata por Somos Oviedo? ¿Piensas que deberíamos 'mojarnos' más en estas lides?
Fue una magnífica experiencia. Todavía lo está siendo, porque sigo estando muy próxima a ese grupo, colaborando en todo lo que puedo para cambiar mi ciudad. Creo que los ciudadanos españoles nos hemos comprometido poco con la democracia. La democracia no significa solo ir a votar libremente. Hay que mantener un control permanente sobre el poder y participar mediante movimientos civiles en la toma de decisiones. Tenemos que aprender eso y comprometernos más si no queremos que vuelvan a tomarnos el pelo y a saquearnos como lo han hecho en las últimas décadas.

Eras una ávida lectora desde niña y tu padre, catedrático de Literatura, te leía cuentos. ¿Qué libros recomendarías a los padres que compraran o leyeran a sus hijos para inculcarles el amor por la lectura?
No recomendaría ningún libro concreto, sino más bien una actitud: que lean siempre lo que quieran, sin obligarles a acabar algo si no les gusta. Tampoco prohibirles leer un libro aunque nos parezca poco adecuado. Y que la lectura no sea nunca una obligación, un castigo, sino, por el contrario, algo placentero y lúdico.

¿Cuál es tu mayor extravagancia?
No sé, la verdad. No me considero especialmente extravagante. Quizá lo sea, pero no por ganas de llamar la atención.

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¿Cuál es tu idea de la felicidad perfecta?
Una tarde de primavera en lo alto de una montaña, viendo el mar de nubes a mis pies. Y con la compañía de alguien querido.

En el diario 'El Mundo' confesaste que estabas pensando “volver al periodismo activo o montar otras cosas”. ¿Echas de menos desempeñar alguna otra profesión que no sea la de escritora?
No, no lo echo de menos, pero, por desgracia, la literatura ya no da para vivir. Como tantas otras cosas, la crisis se ha llevado por delante esta profesión. Para colmo, muchos lectores piratean nuestros libros, el gobierno nos pone las cosas muy complicadas con su política fiscal y muchas editoriales  están siendo poco generosas. La situación de los escritores españoles ahora mismo es mala, lo cual, por otra parte, no es nada nuevo en la historia de España.

Tu ejemplo, el de Arturo Pérez Reverte, más recientemente el de Màxim Huerta... ¿qué lleva a la gente que ha trabajado en medios de comunicación masivos como la TV a abandonarlo por completo y pasar a un registro totalmente distinto y más íntimo como el de la literatura?
No sé por qué razón lo han hecho ellos. Yo simplemente dejé la televisión porque no me gustaba. Me sentía muy incómoda e infeliz. En ese momento me fui a la radio, que me gustaba mucho más. La dedicación plena a la literatura llegó años más tarde. De todas manera, y en contra de lo que mucha gente cree, a mí siempre me ha parecido que el periodismo y la literatura son dos actividades bastante incompatibles, porque las dos son muy absorbentes. Al final uno tiene que acabar optando, porque la vida no llega para todo.

Aunque tu etapa no la recuerdas con especial cariño, ¿cómo ves ahora la profesión de periodista?
Está viviendo un momento muy complicado, sobre todo en los medios escritos. La irrupción de internet en nuestras vidas lo está cambiando todo, y tengo la sensación de que vamos por detrás, con la lengua fuera. Muchos medios están despidiendo o jubilando a sus mejores periodistas para contratar a gente muy joven por muy poco dinero y adaptarse así a estos nuevos tiempos. Y creo que eso es malo para el periodismo.

Eres una gran amante de la naturaleza, ¿nos recomendarías un lugar al aire libre donde perdernos para encontrarnos?
Cualquier rincón de los Picos de Europa.

¿Cómo es tu relación con las redes sociales?
Inexistente. No participo de ninguna. Entiendo su importancia, pero mi vida privada y mi tiempo son demasiado valiosos como para exponerlos de esa manera. Y además, tampoco tengo tantas cosas importantes que contar todos los días, la verdad.