Era la carrera de Belmonte: en una de sus disciplinas favoritas, 200 metros mariposa, que hace cuatro años estuvo a punto de ganar. Río ha sido la oportunidad para resarcirse y se impuso en la final con un tiempo de 2:04.85, solo tres milésimas por delante de la australiana Madeline Groves (2:04.88). Tercera quedó la campeona del mundo en 2015, la japonesa Natsumi Hosni (2:05.20).

El entrenador y la afición, a pesar de que nunca dudaron de ella, se planteaban cómo respondería su cuerpo, después de cuatro días de Olimpiadas y en lo que iba a ser su séptima carrera. Sin embargo, Belmonte demostró su preparación y concentración y, como es típico en ella, fue poco a poco remontando una prueba en la que había tomado ventaja la australiana. Y así, con solo tres milésimas, ganó su primer oro olímpico.

Su oro es el primer oro olímpico de un nadador nacido en España (el otro caso es el de Martín López-Zubero, de origen estadounidense), y el quinto de una mujer conseguido a título individual (antes la precedieron la surfista Marina Alabau, en 2012; y las judocas Almudena Muñoz, Miriam Blasco -ambas ganadoras en 1992- e Isabel Fernández, en 2000).

Belmonte se une así a los nombres femeninos que están haciendo historia en estos Juegos de Río, como la gimnasta Simone Biles o la también nadadora Katie Ledecky pero que, sin embargo, no están recibiendo todo el apoyo de los medios de comunicación.

¿Sexismo olímpico?
A pesar de que el 45 % de atletas olímpicos son mujeres, la Universidad de Cambridge hizo ayer público un estudio: tras analizar 160 millones de palabras de diarios, blogs y redes sociales, Cambridge asegura que los hombres reciben el triple de espacio en la información deportiva que las mujeres, subrayando además que las palabras más usadas con ellas nada tienen que ver con las empleadas cuando se habla de ellos: 'edad', embarazada' y 'soltera'; frente a las de los hombres: 'rápido', 'fuerte' y 'fantástico'.

Y es que el sexismo sigue siendo un punto de vista válido cuando se informa sobre el deporte y, en particular, de las Olimpiadas. Sin ir más allá, el diario deportivo italiano 'QS Quotidiano Sportivo' se refirió a las tiradoras de arco Guendalina Sartori, Lucilla Boari y Claudia Mandia como las "gorditas" que perdieron el bronce. El 'Chicago Tribune', citó en tuit a Corey Cogdell-Unrein, bronce en tiro en foso, como 'la mujer de un línea de los Bears', sin mencionar su nombre y la disciplina en la que competía.

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Tampoco en España los medios se han quedado atrás al engrosar esta polémica. Pocos días antes de comenzar los Juegos, 'El Mundo' se vio obligado a cambiar una información que había titulado "Lista de buenorras internacionales en los Juegos Olímpicos de Río" tras el aluvión de críticas en las redes sociales. Tras modificarlo a "Lista de las atletas olímpicamente atractivas", la cosa no mejoró demasiado.

La cosificación de las atletas femeninas ha proseguido en casos como un tuit (ya borrado) del diario Marca en el que presentaban de manera poco acertada a la portera del equipo de balonmano de Angola, haciendo hincapié en su altura y su peso y añadiendo emoticonos de patatas fritas y hamburguesas. El deportivo español, en su versión 'Buzz', también escribió un artículo bastante discutible sobre la atleta Allison Stokke, tratando no sobre sus cualidades como pertiguista sino sobre sus atributos físicos.

El diario latino 'Olé' trataba a las atletas escandinavas como "las muñecas suecas", añadiendo que son “un grupo de rubias de ojos claros que se llevan la atención de todos y llaman la atención en la Villa Olímpica". El pasado martes, en la retransmisión de la final de gimnasia artística femenina por equipos, el comentarista francés definió a las gimnastas japonesas como 'Pikachus'.

Y qué decir de las nadadoras: Katie Ledecky, que lleva tres oros y una plata en Rio, "es tan buena porque nada como un hombre", dijo Ryan Lochte, precisamente un compañero ex nadador, de ella en una retransmisión. O de Katinka Hosszu, la húngara ganadora de tres oros, de quien el comentarista de su país dijo que había ganado 'gracias a su marido'.

En fin, vivir para ver, aunque estemos en el siglo XXI.