Inma Chacón (Zafra, Badajoz, 1954) tiene una sonrisa apacible y una piel brillante y tostada. Mira detrás de sus gafas con ojos curiosos y parece estar a punto de abrazarte. Eso es un lujo cuando entrevistas a alguien. Se nota que es una mujer fuerte que ha aprendido del dolor la lección que no todo el mundo sabe: de la pena se sale aunque la pena hay que pasarla.

"Yo no soy una ilusa, sé que la felicidad es un paréntesis. Pero incluso en los momentos duros hay que encontrar ese aliciente", explica.

La princesa india, su primera obra, fue una novela inspirada en la historia que su hermana Dulce Chacón quería escribir pero el cáncer no se lo permitió. Así que Inma cogió la historia y la transformó para completar su propio proceso de duelo con palabras. "A mí escribir me hace muy feliz, incluso cuando escribo desde el dolor, soy feliz en el momento de escribir", y según lo dices le crees.

Años después, fue finalista al premio planeta en 2011 con su cuarta novela Tiempo de arena y ahora publica "Tierra sin hombres" (Editorial Planeta) que es un alegato a las mujeres y hombres que tuvieron que emigrar o quedarse para luchar por su propio futuro.

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Escribió este libro dedicado a las "viudas de vivos" en una finca apartada de Vélez Málaga. Escribía por el día, y por la noche le leía a una amiga cómo había avanzado la historia durante unos 6 o 7 meses. "Lo más difícil de escribir es hacer que parezca fácil la estructura, que el engranaje no estropee la lectura".

El libro se sitúa en la Galicia rural de finales de siglo XIX y principios del XX y cuenta la historia de las hermanas Elisa y Sabela que crecen en una aldea cercana a Ferrol, donde su madre, Rosalía, las cría sin la ayuda de su marido que emigró a América para iniciar un negocio que nunca concluyó, solo le dejó a su hermano Manuel, sordo de nacimiento, que ayuda a sacar a sus hijas adelante.

La inmigración y la soledad que dejó a los dos lados del mar y la fortaleza de las mujeres guían toda la historia. "Las mujeres se han tenido que hacer fuertes, ahora tenemos nuestra propia identidad pero si miras hacia atrás, estaban en situaciones muy complicadas porque ni siquiera podían acceder al trabajo".

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Viéndola a ella se entiende que haya querido escribir sobre esa fortaleza: "Para poder ser feliz, hay que ser fuerte, hay que superar aquello que nos lleva al dolor, y las mujeres somos más capaces de brear con ese dolor. Con el nuestro y con el de los hombres porque las mujeres también hemos soportado sus preocupaciones". Y lo dice con la sonrisa de quien está de vuelta.