Benicio del Toro, de pata negra
Lidiamos con el actor portorriqueño que, con su halo canalla, se ha puesto al mundo por montera. Su última faena, ser protagonista de la nueva película del español Fernando León. ¡Va por ustedes!
Su fama le precede
«Hola Julieta, soy Benicio». Frente a este saludo tan cercano, dicho, además, en un español extraordinariamente meloso, sería lógico pensar que está a punto de iniciarse la charla con un buen amigo. Pero no. No es el caso. Quien se dirige a mí en ese tono es Benicio del Toro (Puerto Rico, 1967), puntal del cine independiente americano, intérprete habituado a rodar con los directores más importantes del mundo y ganador de un Oscar a Mejor Actor Secundario por la película Traffic (Steven Soderbergh, 2001). Es decir, un personaje relevante. Y nunca es fácil acceder a personajes relevantes. Sobre todo porque los de la relevancia de Benicio del Toro no consienten ser abordados así como así. Y mucho menos aún el propio Benicio, símbolo del poder latino en la meca estadounidense y poco predispuesto a los encuentros con la prensa en general... según afirma la prensa en general.
Aunque precisamente por eso y por su personalidad arrolladora, repleta de leyendas personales de todo tipo y tallada en el cine a base de roles al límite del bien y del mal, sobre todo del mal, siempre fue el eterno candidato a convertirse en Hombre ELLE. Un sueño apetecido que sistemáticamente nos parecía muy, muy lejano. Hasta que de pronto la película Un día perfecto del realizador español Fernando León de Aranoa (estreno el 28 de agosto), en la que Benicio del Toro interpreta a un cooperante en misión humanitaria en los Balcanes, nos ponía la fantasía al alcance de los dedos. Y con las mismas dosis de incredulidad que de tesón, nos lanzamos a la persecución de la quimera. Cinco meses, decenas de mails y muchas conversaciones después, la esperanza se convertía en posibilidad, la posibilidad en certeza y la certeza en una conversación telefónica de media hora desde Nueva York que Benicio comenzaba con ese saludo accesible... «¿Qué cómo es un día perfecto en mi vida? No sé, no sé (pausa). ¡Sin llamadas! (risas). No es que reciba miles, porque nunca contesto al teléfono. Pero a veces, como hoy, se juntan cuatro o más. No parece mucho, ¿verdad? (risas)».
Un bueno entre tanto malo
En un mundo ideal, hubiese sido mayúsculo espiar de cerca esa mirada entreabierta tirando a canalla que lo dice todo del Benicio intérprete. Aunque me doy por satisfecha con que nuestra charla no derive en un saludo cordial y en una sucesión de monosílabos, otra de las leyendas de rebeldía ante los periodistas que persiguen al actor y que, de momento, no se cumple, ¡gracias a Dios! «A Fernando León lo conocí en Madrid, en Bar Cock», recuerda al respecto de su participación en el film. «Había visto Los lunes al sol (2002) y Princesas (2005) y barajamos la idea de trabajar juntos. Llegó cuando me pasó el guión de una historia que por aquel entonces se llamaba El pozo. Me gustó mucho y... ¡allí nos fuimos!», recuerda. «He conocido a varios doctores que trabajan en Médicos sin Fronteras. Y sé muy bien lo que hacen y lo que padecen a diario. Viven en estrecho contacto con el horror –analiza–. Es necesario que haya historias que hablen sobre toda esa gente que pone su energía, su tiempo y su vida a ayudar a otros. A personas a las que ni siquiera conocen. Esas gentes son imprescindibles», dice sobre los cooperantes cuya labor refleja la película y a los que en el largometraje interpretan él, Tim Robbins, Olga Kurylenko y Mélanie Thierry, por citar a algunos. «Otro de los atractivos para estar –continúa– fue la opción de interpretar a una buena persona. Un día perfecto no tiene ni tiros ni pistolas», dice con humor.
De este modo el actor alude a una filmografía, que ya llena 20 años, y en la que abundan villanos y thrillers violentos. De hecho él ha dado vida al malvado más joven de la historia de la saga Bond (tenía 21 años) en Licencia para matar (1989) y podría convertirse en el líder del lado oscuro en el Episodio VIII de Star Wars dirigida por Rian Johnson y que se estrenaría en mayo de 2017. Algo, lo de ponerse en la piel de personajes perversos, que, en el fondo, no le ha importado. «No hago las películas pensando en si un personaje es bueno o malo. Sino porque me gusta la historia, el equipo y el director que la dirige», asume. Pero, además, él siempre dice que sus actores favoritos, como Humphrey Bogart o Al Pacino, lo eran, entre otras cosas, porque interpretaban como nadie al malo de la película. Sin embargo, si hay algo de lo que se queja esta estrella de cine conocida en el mundo entero, es del hecho de que en la vida real no se tenga claro dónde termina el personaje y dónde empieza la persona.
Que no falte el humor
«A veces cuando la gente me ve confunde quién soy con los personajes que interpreto –dice–. Y yo tengo mucho sentido del humor. Ahora me estoy riendo, lo que pasa es que no me ves», enfatiza con cierta picardía. «El sentido del humor es como una medicina que contribuye a soportar las situaciones duras de la vida. Ayuda a tener una memoria corta para seguir adelante».
La cara B de la fama ya la ha analizado. La cara A, la buena, es, a su juicio, la variedad de opciones. «Ser tan conocido me da posibilidades; posibilidades para elegir y acceder a muchos trabajos. Aunque echo de menos no haber tenido aún un rol romántico, de esos en los que vistes un traje elegante y al final te llevas a la chica», reconoce el actor quien, por otra parte, fue imagen de la campaña de Prada para la línea masculina en el año 2013.
Como en el fondo soy una cobarde, a pesar de que con esta última declaración me hubiese dado pie, no me atrevo a preguntarle al que muchos llaman el ‘Brad Pitt hispano’ si su fama de galán está fundada. Y eso que a su personaje de Mambrú en Un día perfecto, uno de sus compañeros (interpretado por Sergi López) le recrimina que la fuente de todos sus problemas son siempre las mujeres –guiño hecho con humor por Fernando León de Aranoa a esa etiqueta de donjuán que se le colgó a Benicio hace años–. Pero me da miedo que al sacar el tema entre en escena el hombre volcánico que también dicen que es y me mande a paseo antes de tiempo. Porque entre las conquistas que le adjudican están Claire Forlani, Catherine Keener, Sara Foster, Chiara Mastroianni y Sophie Dahl. Y los rumores le han vinculado a nombres como Alicia Silverstone, Scarlett Johansson, Heather Graham y hasta a Lindsay Lohan. La certeza probada es que estuvo prometido durante cuatro años con la actriz Valeria Golino. Y fruto de su romance con Kimberly Stewart, hija del cantante británico Rod Stewart, tuvo a Delilah Genoveva Stewart Del Toro, nacida en agosto de 2011, la única mujer que parece capaz de haberle hecho cambiar de costumbres. «Por primera vez he puesto voz a una película de animación, The Little Prince», me cuenta. «He doblado a la culebra. Como tengo una niña tenía ganas de hacer cosas que pueda disfrutar con ella. Y además es un modo de celebrar la cantidad de películas de dibujos animados que he tenido que ver gracias a ella (risas). Ahora mismo la tengo mirando Yellow Submarine de The Beatles», me revela como padre entregado.
Sus directores favoritos
Muy lejos queda ya su propia infancia, cuando al morir su madre, Beno (así lo llamaban de niño en San Germán, su pueblo puertorriqueño), tuvo que emigrar a los nueve años con su hermano y su padre a Estados Unidos, a Pensilvania. Ahora hombre consagrado dentro de una de las industrias más duras del mundo, siempre recuerda que le costó abrirse camino en Hollywood. Por eso, aunque hoy disfruta de una posición cómoda, se queda pensativo un momento cuando le pregunto si se siente seguro. «Como actor uno siempre está un poco inquieto –confiesa–. Porque no trabaja solo y, sobre todo, porque no escoge las películas; son las películas las que lo escogen a uno. Eres intérprete y no tienes tanto control así que siempre vives con un pelín de miedo a que se te acabe la comida (risas). Pero eso también te mantiene alerta, lo que es positivo», asegura. Cabeza visible de una corriente de intérpretes de habla hispana que ha conquistado la meca del cine, analiza el estado de esta cuestión. «Hoy es algo menos difícil encontrar trabajo en Hollywood si eres latino. Ha cambiado un poco, aunque todavía queda mucho», reconoce.
Oliver Stone, Julian Schnabel, Fernando León y, por supuesto, Steven Soderbergh, con quien tambien rodó las dos partes de la biografía del Che Guevara en 2008, son los directores que enumera cuando la conversación nos lleva por su filmografía y le pido que me diga con qué realizador repitiría con los ojos cerrados. «No sé si a ciegas, a ciegas, pero volvería a trabajar con todos ellos», dice.
Fan de Estrella Morente... ¡y Eskorbuto!
En diciembre lo veremos también en Sicario de Denis Villeneuve. Y pendiente de fecha de estreno están la última película de Terrence Malick, aún sin título definitivo, y The Trap, un thriller que lo reunirá con su adorado Al Pacino. Pero además de todo esto, también tiene entre manos producir, junto al cineasta Martin Scorsese, una serie de televisión sobre el conquistador Hernán Cortés para el canal por cable HBO. «Estamos en ese proceso de investigación, leyendo mucho, aprendiendo de la época, de Cortés, de los que fueron con él, de Montezuma y de lo que estaba sucediendo en México a raíz de llegar los españoles», explica al respecto, dando muestras de su reconocido perfeccionismo. «Podría actuar también porque hay muchos personajes en el guión. Aunque incluso puede que se dé la opción de que dirija, algo que me apetece eventualmente. Van a ser más de 20 episodios y estamos preparando los primeros ocho. Así que a lo mejor lo hago», avanza sobre una de las ambiciones que parecía acariciar en los últimos años. «Continuamente me surgen ideas que transformo en sueños y que trato de convertir en realidad –me comenta sobre sus deseos pendientes–. Eso es la vida en parte o, al menos para mí, es el juego de la vida. Y si no salen, siempre puedo sembrar o pintar (risas)». Entiendo que esto lo dice como metáfora de que en este mundo hay que ser capaz de reinventarse y mirar hacia adelante. Pero lo de pintar no es metafórico. «Me gusta mucho. Es una buena terapia, lo que pasa es que no lo hago desde hace bastante tiempo».
Además del arte, entre sus aficiones conocidas está el baloncesto, deporte al que jugaba mucho y muy bien en su adolescencia, animado, entre otras cosas, por su altura considerable (1,88 metros); el fútbol, es seguidor del británico Fulham Football Club, y la música, una devoción que sostiene hacia todos los géneros y estilos y que lo ha convertido prácticamente en un coleccionista. «Sigo comprando cds todavía –lo dice con cierta vehemencia, consciente de que esta costumbre hoy se considera casi una rareza–. Cuando hace poco estuve en Granada descubrí que aún quedaban allí muchas tiendas y conseguí música española muy buena. Me encanta toda. Descubrí un grupo que me gustó muchísimo que se llama Eskorbuto. ¡Guau! ¡Punk español fantástico! Y también otro de rock buenísimo, 091. El flamenco me encanta y Estrella Morente... La conocí allí y fuimos a verla cantar con su hija. Es maravillosa...», dice con tono de rendido fan.
Con BIgas Luna y Bardem
El tiempo se nos agota. En cualquier momento otra voz en off, mucho menos agradable, me advertirá de que debo poner punto final a una charla que, salvo por algunos segundos de reflexión, no ha sido ni un round frente a un contrario ni un sufrimiento para obtener más de dos frases seguidas. Pero las alusiones a lo español me llevan a preguntarle por sus recuerdos de Huevos de oro (1993), el largometraje en el que participó a las órdenes de Bigas Luna en los inicios de su carrera como actor. «Por aquél entonces yo estaba rodando otra película en Pittsburg (¡Qué no hacer con un millón de dólares!). Era invierno –rememora–, tenía una semana libre y me fui a Miami para trabajar como cuatro o cinco días con Bigas Luna y Javier Bardem. Recuerdo que tenía que tener puesto constantemente un sombrero grande para que no me diera el sol, porque en la otra película la acción era con frío, yo había dejado a la mitad una secuencia y no podía volver y estar morenito. Hubiesen dicho “¿qué le pasó a este?” (risas). Trabajé con Bardem e hice amistad con él desde entonces. Aunque veo mucho más a su hermano, Carlos. Hemos trabajado en unas cuantas películas. La última en Escobar paraíso perdido (2014).
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