Emma Watson y Alejandro Amenábar: espíritus libres
Podrían, pero no son nada fantasmas. Manejan el éxito con la elegancia de quien se lo ha ganado. Ella carismática e inteligente. Él cercano y genial. La actriz británica y el director español estrenan película juntos. ¡Sobrenatural!
Paranormal. Como un fenómeno científicamente inexplicable. «Algunos días siento que todo parece resultado del destino y otros pienso que mi vida resulta demasiado surrealista y no me la puedo creer», dice Emma Watson (París, 1990). Sentada frente a la mirada honda del director Alejandro Amenábar (Santiago de Chile, 1972) –quien la fichó para protagonizar su filme más reciente, Regresión, junto a Ethan Hawke–, la actriz británica define así el momento mágico que está viviendo. Su hechizo, desde que de niña coprotagonizó la saga Harry Potter, no ha perdido fuerza. La madurez le ha traído experiencia para hacer (bien) otro tipo de películas, así como la determinación para culminar con éxito la carrera de Literatura Inglesa, ser embajadora de buena voluntad de las Naciones Unidas, llevar una vida personal interesante sin escándalos y lidiar elegantemente con los miles de fans que la (per)siguen. Y esto último va en serio: dos personas encargadas de velar por su seguridad han volado desde Londres el día anterior para peinar el hotel de lujo donde tiene lugar la sesión. Aquí, todo en orden. Lo de Toronto (Canadá) fue otro cantar. Hasta allí se trasladó el equipo para rodar este thriller psicológico de alto voltaje, donde las hordas de seguidores de la actriz supusieron un reto para la producción. Menos mal que el savoir-faire de este director, ganador de un Oscar en 2005 por Mar adentro, está por encima del bien y del mal: «La ciudad es un lugar extraordinario para un rodaje, un gran set con unas localizaciones increíbles». Por ella y por sus exteriores grises, de paisajes fríos y formas amenazantes, Amenábar mueve los hilos de unos personajes desamparados y espeluznantes, con los bolsillos repletos de secretos.
¿Hace falta ser muy valiente para embarcarse en una película de miedo?
Alejandro Amenábar: Yo de pequeño era un niño muy miedoso, pero me encantaba ver películas de suspense. Quizá, ponerme detrás de la cámara fue un método para superar mis miedos: a la muerte, a la oscuridad, al demonio. Ahora bien, yo no diría que Regresión es un filme de terror, sino que trata sobre el miedo en sí y sobre cómo tenemos que deshacernos de él para poder enfocar mejor las situaciones y solucionar por fin los problemas.
Emma Watson: A mí me habían ofrecido papeles oscuros antes, pero este ha sido el primero que he querido hacer. Y, en gran parte, esa decisión se ha debido a Alejandro, porque para entrar en esos lugares tan tenebrosos y sentirlos de verdad necesitas la ayuda de alguien en quien confías y que sabes que va a cuidar de ti mientras vives esa experiencia, que va a crear un ambiente que te va a hacer estar protegida y a salvo mientras llevas a cabo el trabajo.
En Regresión, la psicología se enfren
ta a la espiritualidad. ¿Vosotros de
qué lado estáis? ¿Creéis en un más
allá, creéis en la existencia de Dios?
A.A.: Cuando hice Los otros, uno de los actores me comentó que estaba seguro de que yo creía en los fantasmas. Y no es así. Lo cierto es que trato de ser siempre racional, a pesar de que considero que puede haber algo más, algo a lo que puedes llamar espiritualismo. Y que conste que yo no he crecido con ese tipo de educación.
E.W.: Yo tampoco creo en los fantasmas, pero sí en la idea de que el misterio, lo desconocido, el no ser capaces de entenderlo todo, es muy importante para la conciencia humana. Pienso que es bueno ser curioso, porque eso nos permite prender la inspiración. Es más, hay algo de vergonzoso en que la gente enfoque siempre de una manera concreta ciertos temas: estar abierto a lo que pueda pasar es algo muy bonito.
Eso en vuestro caso no parece tan sencillo. ¿Cómo se afronta ser un personaje público
y, a la vez, llevar una existencia normal?
E.W.: Yo me he obligado a realizar un esfuerzo muy consciente para lograrlo, porque, si me dejara llevar por esta industria, sería muy fácil no tener los pies en el suelo. Ser famoso en este trabajo supone estar muy aislada del resto de la gente: pasas una gran cantidad de horas en coches, en habitaciones de hotel... Pero ya no me afecta mucho. Al final, siempre he encontrado el modo de conectar con la realidad. Llegué a tomarme cuatro años en los que sólo hice personajes secundarios y he vivido grandes periodos de tiempo en los que no sólo no he estado involucrada en el mundo del cine, sino que, además, he ido a la universidad. Y eso me ha ayudado bastante. Creo que –y esto lo vio mi madre cuando yo era muy joven–, si quiero ser actriz, tengo que ser capaz de retratar a personas con distintos puntos de vista. Y esa capacidad sólo te la aportan las experiencias.
Ambos os habéis convertido en iconos de causas que trascienden vuestros trabajos. Alejandro dio el pregón en el último Día
del Orgullo Gay en Madrid, en el que mencionó los 10 años de matrimonio homosexual en España. Emma es embajadora de buena voluntad de las Naciones Unidas en la campaña HeforShe para la igualdad de género y autora de un discurso que ya
ha hecho historia. ¿Estos papeles son los más difíciles de interpretar por la responsabilidad que conllevan?
A.A.: Yo no soy muy fan de dar discursos. Las cosas que tengo que decir prefiero compartirlas con mis amigos, mi familia... Pero hay veces que sientes que tienes que hacerlo. Y, bueno, ¿por qué no?
E.W.: Por lo general, yo soy una persona muy reservada. Y el día del discurso en las Naciones Unidas estaba muy nerviosa. Pero hay veces que sientes que hay cosas que tienes que decir. Y, si no las dices, sabes que no estás siendo sincera con una parte de ti. Aquello no fue algo que me resultase fácil ni natural. Aunque tenía presente que, si me atrevía, sería más sincera conmigo misma y también más libre. Me daba miedo, sí, pero a la vez resultó algo muy liberador. Pensé que sería honesta y que así la gente podría ver quién soy de verdad.
Mostrarte tal y como eres... En Regresión subyace el sentimiento de que aquellos que se encuentran cerca –o incluso más te quieren– pueden convertirse en tus peores enemigos. ¿Ese riesgo aumenta con la fama?
A.A.: Yo no lo siento como algo peligroso. Creo que la posibilidad de conocer a tanta gente te da la habilidad –o, al menos, yo quiero pensar que la tengo– de saber en quién puedes confiar. El hecho de que haya personas que se acerquen a ti con intenciones equivocadas puede sucederte tanto si eres famoso como si no lo eres.
E.W.: Lo único es que, si eres conocido, te pasa a gran escala, pero los temas y los sentimientos son los mismos.
¿Os habéis sentido alguna vez víctimas del síndrome del impostor, ese trastorno psicológico transitorio que te lleva
a pensar que tus éxitos no son fruto de tu trabajo sino de la suerte?
A.A.: No, pero la inseguridad forma parte de nuestro trabajo, particularmente en el caso de los actores. Es más, a veces, los mejores resultados proceden de alguien que es especialmente inseguro.
E.W.: Es una sensación muy humana. Muchas veces es difícil aceptar que tus sueños se han hecho realidad. Y te preguntas por qué eso que te sucede a ti no le pasa a nadie más. Por qué a ti. Es complicado: son sentimientos difíciles de procesar pero que a mí me hacen ser más decidida, me ayudan a trabajar más para ser digna de los privilegios que la vida me ha puesto en el camino.
Emma, ahora que has termina
do la carrera de Literatura
Inglesa, ¿es posible que saques
a la luz un guión propio?
E.W.: (Suspira). Eso, con toda seguridad, es algo muy difícil de hacer, y seguro que me llevaría a sentirme bastante vulnerable.
Siempre puedes pedirle a Alejandro algún consejo de veterano...
E.W.: (Risas). Sí, quizá. Pero creo que él prefiere transmitir a través de mí, que soy actriz, lo que escribe. Al fin y al cabo, Alejandro, un guión es tu voz...
A.A.: En la película hay una escena en un cuarto de baño entre Emma y Ethan que tengo muy presente porque fue la primera que ensayamos juntos. Recuerdo que el primer día de grabación los tres nos sentamos en el suelo y empezamos a trabajar. Y, entonces, Emma comenzó a sugerir cosas y después Ethan también, y para mí fue la colaboración perfecta, porque ellos dos reescribieron la escena. Fue precioso. Esas cosas pasan.
La vida te da sorpresas... ¿Esperabas que fuera a tratarte así?
A.A.: Yo, desde que era adolescente, tuve claro que quería dedicarme a este negocio de alguna manera. Por supuesto que cuando eres joven tienes sueños, sueños muy ambiciosos. Yo sabía que quería convertirme en director y en la actualidad me siento afortunado, porque hay mucha gente que se encuentra en esa situación de querer trabajar en algo que para mí es un gran privilegio. Sí, me suelo pellizcar.
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