“Una apasionante novela sobre la sexualidad femenina, cargada de sensualidad y con un lenguaje poderoso y barroco, deudor del estilo de Cervantes”, así describe la crítica literaria la obra de Antonella Cilento (Nápoles, 1970), escritora y profesora de escritura creativa desde hace más de 20 años.

Para quienes desconfían de la calidad de la llamada literatura o novela erótica, llega por fin un libro que aúna calidad literaria y erotismo en una novela que engancha y deleita desde la primera página. Ambientada en Nápoles, “Lisario o el placer infinito e las mujeres” (Alfaguara) cuenta la historia de Lisario Morales, una joven que finge dormirse cuando sus padres deciden casarla con un anciano. Gracias a una terapia tan ilícita como secreta, el médico catalán Vicente Iguelmano consigue curarla, por lo cual la recibe como esposa en agradecimiento. Pero una vez despertado el deseo, Lisario posee una incontrolable energía liberadora que obsesionará a su inexperto marido. Su autora desvela a Elle.es las claves de su novela, reflexiones acerca del placer femenino y opina sobre la famosa trilogía de E.L. James.

¿Piensa que las mujeres aún no han descubierto todo su potencial erótico? ¿Puede ser Lisario una metáfora de la mujer actual, con mucha información a su alcance pero poco conocedora de su propia sexualidad?

Antonella Cilento: Creo que muchas mujeres todavía se ponen muchos límites a sus posibilidades y, sobre todo, a menudo evitan pedir lo que de verdad desean. Lo hacen para complacer a los propios maridos o parejas, para no ser rechazadas, por temor a no ser amadas. Obviamente esto supone un gran peligro. Lisario, en su profunda naturaleza de mujer-niña, vive el placer como un juego y no se da cuenta de hasta qué punto puede ser malinterpretada hasta que Avicente Iguelmano, pésimo médico y marido a la fuerza, no empieza a considerarla como un experimento científico, impulsándose en su miedo e incomprensión del placer femenino hasta llegar al abuso y a la violencia. Pero Lisario, que no ha estado influida por ninguna falsa educación y se siente muy segura de sí misma, reacciona con ironía; se ríe siempre de quien quiere arrollarla y, al final, vence. En el fondo, es más libre que todos los hombres que gobiernan, deciden y malversan a su alrededor. En este sentido, es un personaje posfeminista, y por tanto actual, puesto que no se queja, no reivindica, pero se ríe e impone simplemente lo que es: o lo tomas o lo dejas.

¿Por qué ha querido centrarse en su novela en el placer femenino? ¿Siguen siendo los hombres también unos grandes desconocedores de él?
A.C.: He pensado en el placer femenino porque deseaba reescribir el cuento de La Bella Durmiente en modo grotesco. ¿Y si por una vez no llegan príncipes azules? Al igual que sucede en la realidad, quien despierta a las mujeres -que todos los hombres prefieren un poco dormidas- es un inútil, un torpe, uno que tiene miedo del don que recibe, pues Lisario es para Avicente una oportunidad, un regalo de la naturaleza que él no sabe recibir. Desde siempre, a los hombres no les importa el placer femenino; el único que cuenta es el del hombre. La cuestión surge, por motivos médicos, solo a finales del siglo XIX con los estudios de Charcot sobre la histeria y, de hecho, se desarrolla únicamente en pleno siglo XX. Así que el respeto y el conocimiento del placer femenino es un tema muy reciente y, extrañamente, todavía hoy constituye un tabú. He visto a algún crítico en Italia sentirse cohibido y, sin embargo, en Lisario no se cuenta nada que nadie sepa.

“Erotismo literario”, es la descripción que se aplica a su libro. En su novela hay pasión y mucha sensualidad, pero, por suerte, también una grandísima calidad literaria. ¿Qué opina del fenómeno “50 Sombras de Grey”? ¿Lo calificaría de literatura?
A.C.: He pensado en Lisario como una novela completa. En la naturaleza de la novela están presentes muchos lenguajes diversos desde los orígenes: la aventura de los amantes, la picaresca, el teatro, el erotismo, la representación del poder. Por tanto, mucha pasión, es cierto, y también la sensualidad de forma natural que forma parte de nuestra vida y de la escritura. Sin embargo, no me gustan para nada fenómenos como las Cincuenta sombras, que no considero en absoluto literatura, sino un producto de consumo sin calidad. Por otra parte, me preocupa la idea, muy antigua y superada, del masoquismo femenino como descubrimiento erótico; eran suficientes el marqués de Sade e “Historia de O” en este tema. No encuentro nada de interés; solo baja pornografía para amas de casa aburridas. Creo en la literatura como arte, no como mercancía.

¿Es lo mismo erotismo literario que literatura erótica? Desde la aparición de 50 Sombras no paran de publicarse libros de este tipo…
A.C.: Desgraciadamente, el mercado editorial a veces tiende a multiplicar lo obvio y lo malo. Hay mucha diferencia entre incluir el erotismo en una novela, que es parte de la vida, y ponerse como objetivo escribir literatura meramente erótica. A menos que no se encuentre detrás la pluma divertida y efervescente de Anaïs Nin, el juego dura poco y resulta poco interesante.

En su libro hay una ciudad siempre latente de fondo. ¿Es para usted Nápoles lo que para Márquez Macondo, para Joyce Dublín o para Proust París?
A. C.: ¡Es un halago muy hermoso! Sí, Nápoles aparece como fondo. Desde siempre, y no solo para mí, sino para muchos autores napolitanos, es Macondo. Tiene la talla narrativa de París, con la que siempre se ha comparado entre los siglos XVIII y XIX, y la melancolía de Dublín, que también sabe ser una ciudad sin sol y con mucha lluvia, como había descubierto Dumas cuando vivía allí. Creo que existen lugares imprescindibles que se convierten en la fuente de cualquier invención nuestra. Para mí Nápoles es esto. Aparece en todos mis libros. En muchas ocasiones es coprotagonista de los acontecimientos. Además, la Nápoles barroca del Siglo de Oro está en su máximo esplendor y en su contradicción. Es una verdadera metrópolis, la más grande de Europa, mayor incluso que Madrid, que es su capital, y presenta por tanto los problemas de las grandes ciudades: violencia, orden público, delincuencia y prostitución, mala vida. Y, al mismo tiempo, es uno de los lugares más hermosos del mundo, en los que el mercado de la pintura está en su punto álgido. Nace la música moderna e imperará durante dos siglos en cinco conservatorios, florece la poesía y la literatura, de Basile a Marino, y naturalmente Quevedo y Cervantes.

¿Cómo ha influido en usted Cervantes?
A.C.: Durante su encierro en el castillo de Baia, Lisario aprende a leer y a conocer la vida con las Novelas ejemplares con las que se inicia el libro, como si fuesen su Biblia. Son una joya y un punto de referencia para mí, al igual que Don Quijote; toda la literatura occidental y la historia de la novela no tendrían la forma actual sin Cervantes. Y además fue un enamorado de Nápoles. ¿Cómo imaginar historias sin él? La misma idea de novela como narración omnicomprensiva cambia con él, incluyendo realidad y fantasía, la crónica más cruda y junto al vuelo de la imaginación más desenfrenado. Es fundamental haber leído a Cervantes para comprender a Kafka, Gógol, Flaubert y todo aquello que nos ha alcanzado e influenciado.

¿Se considera una escritora “en femenino”? ¿O se desmarca de la llama literatura femenina?
A.C.: ¡Un asunto espinoso! Creo que existen escritores y escritoras buenos y escritores y escritoras mediocres, más allá del género. Cuando escribimos somos totalmente andróginos; me divierto tanto en la piel de Lisario como en la piel del peor de los hombres del libro, y todas estas naturalezas están dentro de mí. De lo contrario, no podría escribirlas. Si existe una peculiaridad de la escritura femenina no debe convertirse en un mundo aparte, como veo que a veces sucede también en Italia, donde literaturas recientes separan las grandes autoras del siglo XX de sus colegas masculinos. ¿Y por qué? La novela italiana no puede existir sin Elsa Morante. ¿Por qué debe existir un pequeño campo de concentración aparte? Soy una mujer y me siento muy orgullosa de serlo, pero prefiero un mundo sin barreras.

¿Qué opina de las lectoras españolas?
A.C.: ¡Todavía no las conozco y tengo muchas ganas! A juzgar por la hermosísima literatura que desde siempre se produce en España, ¡incluso sus lectores serán extraordinarios! ¡Con ganas de encontrarme con ellos!